viernes, 21 de febrero de 2025

Aquí estoy, Señor. Hágase en mí.

Aquí estoy, Señor. Hágase en mí

María responde al anuncio del Ángel con un pequeño pero inmenso “aquí estoy”, que hace saltar de alegría a toda la creación. 

Había sido precedida en la historia de la salvación por tantos otros “aquí estoy”, por tantas obediencias confiadas, por tantas disponibilidades a hacer la voluntad de Dios. 

No hay mejor modo de orar que ponerse, como María, en actitud de apertura, con el corazón abierto a Dios, para acoger su voluntad. 

Todos podemos orar así, con estas pocas palabras: “Señor, lo que Tú quieras, cuando Tú quieras y como Tú quieras”. 

La oración puede domar la ansiedad de querer ser respondido inmediatamente y transformar esa ansiedad en disponibilidad. 

La Virgen María, en aquellos momentos de la Anunciación, supo rechazar el miedo, aunque intuía que su “sí” le traería pruebas muy difíciles. 

Si en la oración entendemos que cada día dado por Dios es un llamado, entonces abrimos nuestro corazón y acogemos todo. 

Orando aprendemos a decir: “Lo que Tú quieras, Señor. Sólo prométeme que estarás ahí en cada paso del camino”. 

Esto es lo importante: pedir al Señor su presencia en cada paso de nuestro camino: que no nos deje solos, que no nos abandone en la tentación, que no nos abandone en los momentos de prueba y de sufrimiento. 

María acompaña a Jesús en la oración durante toda su vida, hasta su muerte y resurrección; y luego acompaña los primeros pasos de la Iglesia naciente (cf. Hch 1,14), orando con los discípulos que habían experimentado el escándalo de la cruz y esperando con ellos el don del Espíritu Santo. 

Toda la vida de María estuvo llena de oración. «María, en cambio, conservaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón» (Lc 2, 19), escribe el evangelista Lucas. 

Todo lo que sucede a su alrededor acaba teniendo un reflejo en lo más profundo de su corazón: los días llenos de alegría, así como los momentos más oscuros, cuando ella también lucha por comprender por qué caminos debe pasar la Redención. 

Todo termina en su corazón, para ser tamizado a través de la oración y transfigurado por ella. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

No hay comentarios:

Publicar un comentario

María, Virgen y Madre de la espera.

María, Virgen y Madre de la espera   Si buscamos un motivo ejemplar que pueda inspirar nuestros pasos y dar agilidad al ritmo de nuestro cam...