Bienaventuranzas
Toda grande religión lleva en sí misma una especie de «discurso programático», una “summa” que expresa la quintaesencia de sus creencias y su ética.
Por ejemplo, el judaísmo tiene el Decálogo, las diez palabras. A través de ellas, Jhwh dice a la humanidad: observa esto y te salvarás. Por ejemplo, en el Discurso de Benarés, Buda dice: huye del mundo de la impermanencia y te salvarás.
Jesús en el discurso de las bienaventuranzas dice: transformaos y os salvaréis.
Trabaja en el ser, esfuérzate por realizarte y no te alinees con la mentalidad común. No creas que el tener, el poder y el éxito te colman como ser humano. Hazte humano; haz de tu vida una cuestión de calidad y no de cantidad.
Llora con los que lloran, porque sólo los ojos que han llorado pueden ver a Dios en todo.
Comparte el hambre con los hambrientos de la historia. Y sabrás que sólo siendo pan para el hambre de los demás podrás saciar tu propia hambre.
Y sé pobre, es decir, despréndete de tu falso yo, de tus prejuicios, ideas preconcebidas, expectativas, deseos egoístas.
Libérate del juicio propio y ajeno, de la necesidad de tener siempre la razón, de querer mantenerte siempre a flote, incluso ‘hundiendo’ a los demás, aunque sólo sea porque los vencedores no saben lo que pierden.
Así vencerás el miedo, porque cuando ya no tienes nada, ya no tienes miedo.
Y experimentarás por fin la auténtica libertad, dispuesto a acoger lo inesperado y lo imprevisto, es decir, el Reino de Dios.
Contempla a Jesús, la personalización de las Bienaventuranzas: el Bienaventurado por excelencia.
Dichoso tú, cuando te falte algo, porque entonces tal vez puedas ver quién no tiene nada. Y pobre de ti si piensas que las seguridades del mundo te darán consuelo.
Dichoso tú, si aún sientes hambre, que echas de menos a Dios y la alegría de su presencia. Sólo por esto podrás quizás dar de comer a los que realmente no tienen. Y pobre de ti si te sientes lleno de vida, de amor y de amistad.
Dichoso tú si todavía sabes llorar y por eso puedes ver a quien llora. En vez de apresurarte a secar sus lágrimas, llora con él: ¡entonces os reiréis juntos de ello! Y pobre de ti si te ríes del llanto de los demás, pensando que así ahuyentas demonios y preguntas.
Dichoso tú, cuando aceptas que el seguimiento de Jesús no acaba en gloria, no en la gloria que imaginas. Ay de ti si te alimentas de la aprobación de los demás, porque inmediatamente después de las palmas que ondean al llegar a Jerusalén está Getsemaní y el Calvario.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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