Comentario a la lectura evangélica (Lucas 6, 27-38)
Dar vida
¿Es entonces todo inevitable?
¿Irreversible? ¿De una necesidad ineludible?
¿Es parte de la naturaleza del hombre luchar hasta el punto de provocar peleas (verbales) y violencia?
Quizás sí. Es mejor rendirse a la evidencia.
Teóricos de la conspiración, políticos incompetentes, derecha, izquierda, centro, China, Ucrania, Europa sí, Europa no,… Redes sociales, haters, trolls,… Los debates airados en la política, los titulares de los periódicos, el uso de palabras groseras y ofensivas. Papa Francisco, Papa Benedicto, tradicionalistas, raíces cristianas, valores no negociables,…
Dios mismo. Y el Evangelio utilizado como instrumento contundente.
¿Hemos tirado nuestras máscaras también en Occidente? ¿Nos liberaremos de la hipocresía, de la corrección política, podremos finalmente desahogar nuestra verdadera naturaleza, hasta ahora comprimida dentro de un capullo de hacer el bien?
Sí, tal vez. Hemos de desenmascarar todas nuestras hipocresías, dejar de fingir y aparentar.
Quizás así sea exactamente. Mejor superarlo.
O tal vez no.
Una voz nos llega desde lejos. Desde adentro. Una voz que ilumina, sacude, provoca, nutre, juzga, acaricia, empuja, alienta. La voz del rabino.
A vosotros que escucháis os digo
Escuchemos
Sí, Señor, escuchemos. Todavía tenemos que recuperarnos de los golpes de las Bienaventuranzas. Aún tenemos que interiorizarlos pero os escuchamos.
Me imagino al Señor. Pide ser escuchado. Luego sonríe. La mirada mira fijamente a la multitud, uno por uno. Mirando a los pobres, a los hambrientos, a los desanimados, a los perseguidos, a nosotros. Y trata de desdramatizar.
Si amáis a quienes os aman, ¿qué cosa extraordinaria hacéis?
Bien. Obvio.
El cristianismo no es la feria del sentido común, la exaltación de lo banal, de lo obvio. El cristiano no es un buen tipo que vive fuera del tiempo, un poco tonto e idiota (aunque hay cristianos que se empeñan en pensarlo y, lo que es peor, en serlo).
El Señor insiste.
Si alguien te odia, ámalo.
Si alguno te maldice, bendícelo.
Si alguien te trata mal, ora por él.
Sólo así se podrá interrumpir la espiral de violencia. Sólo así podremos seguir adelante.
Todo el mundo espera un puñetazo si te abofetean. Y una venganza truculenta. Y la voz que eleva su tono. Sorpréndelos, haz justo lo contrario.
Diréis: siempre se ha hecho así, siempre. El hombre es malvado y agresivo. Cierto, cierto.
¿Qué pasaría si finalmente eligiéramos escribir una historia diferente?
Elección consciente
No es una actitud ingenua. Imaginemos.
Se requiere una fuerza enorme para vivir como humilde y manso.
Y hacerlo no significa que seas un idiota.
Eres tú quien elige no reaccionar ante la bofetada. Durante el juicio, Jesús pide al guardia del templo que lo abofetea que le explique el motivo de su acción (Jn 18,22-23). Eres tú quien elige hacer gestos de confianza paradójicos y desestabilizadores, eres tú quien elige actuar de manera diferente.
Porque crees que Jesús tiene razón. Y confías.
Como David, un fugitivo, que aún pudiendo, no mató al rey Saúl que lo perseguía. Pero le muestra que podría haberlo hecho, para invitarle a desistir.
Con el apóstol Pablo hablando de lo humano, Adán, como vivo y de Jesús, el nuevo Adán, como el que da vida. Esta es la elección a tomar: existir o elegir hacer existir. Vivir o dar vida.
Una elección poco convencional.
Nada que ver con el buenismo ingenuo, simplista y tontorrón. Nada más… que hacer el bien.
Cosas extraordinarias
No, no soy capaz, vamos, no bromeemos.
No saludo a las personas que no me agradan, excepto a mis enemigos cariñosos. Y si me esfuerzo se nota, y mucho. Y no tengo este amor en mí. Pero, si acojo el mandamiento nuevo, el que dice: amaos unos a otros con el amor con que yo os he amado, entonces puedo intentarlo, acojo el amor de Cristo que desborda y desborda en mí. No te amo por mi propio esfuerzo sino porque me dejé moldear por otro amor, porque me descubrí amado.
Quiero hacer cosas extraordinarias, fuera de lo común, que nadie espera.
Quiero atreverme a un mundo nuevo a partir de mi pequeño mundo interior.
Y no espero a que otros cambien. No conformarme a la mentalidad de este mundo. Atrevimiento. Osadía. Alternativa.
No porque me sienta original, claro. Y sé bien cuánto cuesta, hoy, optar por tomar en serio esta página, dejando de anestesiar el Evangelio.
Lo hago porque imito al Dios misericordioso.
Que mira con compasión el alma humana frágil y herida. Y lo cambia amándolo.
Al menos quiero intentarlo.
No juzgo a los que no quieren hacerlo, por supuesto.
Quiero perdonar para ser perdonado.
Dar.
Lo que soy, con toda la abundancia de mis limitaciones, pero dando. Dar sin esperar nada a cambio, no dar porque sea un idiota, un simplón o un engañado. Dar porque imito a Dios.
Recibiendo de él una medida desbordante.
Confío.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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