La ley del más fuerte
Las recientes declaraciones de Donald Trump sobre un plan para Gaza han provocado rápidamente fuertes reacciones internacionales. No ha dado muchos detalles, pero por la forma como lo ha presentado, parece que su idea es expulsar por la fuerza a los habitantes de la Franja (unos dos millones de personas), “tomar el control de ella” y desarrollar un enorme proyecto de construcción —¿como cuando era magnate?— que la transformará en el “paraíso mediterráneo de Oriente Medio”. Donald Trump luego ha dicho más o menos que en ese momento la Franja de Gaza no será devuelta a los palestinos, sino que será “administrada” por otro… La relevancia de las declaraciones está vinculada a la reunión que mantuvo simultáneamente con Benjamin Netanyahu, el primer ministro israelí, que fue el primer líder internacional en ser recibido en la Casa Blanca y que lidera un gobierno integrado también por partidos que no reconocen los derechos de los palestinos.
Las declaraciones de Donald Trump se consideran problemáticas por varias razones: por un lado, desafían abiertamente el derecho internacional y, por otro, parecen complejas (¿difíciles? ¿imposibles?) de implementar dadas las condiciones regionales. Después de la guerra en Gaza provocada por el asalto de Hamás el 7 de octubre de 2023, y llevada a cabo con extrema violencia por Israel, toda la región está convulsionada y carece de una base estable sobre la que (si se quisiera) iniciar este tipo de planificación. Sin embargo, más allá de las apariencias, estas declaraciones podrían revelar una estrategia transaccional más compleja, destinada a reorientar el papel de algunos actores clave en el contexto de Medio Oriente y de Estados Unidos.
Una de las principales críticas al llamado “plan Trump” se refiere a la falta de una base jurídica reconocida. El plan entra en conflicto con las leyes y acuerdos internacionales, incluidos los relativos a los territorios ocupados y a los derechos palestinos. En el nivel operativo, la dinámica de la inestabilidad en la Franja de Gaza, combinada con la fragmentación del liderazgo local y regional, hacen que la aplicación de soluciones drásticas sea muy poco probable. Luego está el aspecto humano, de primordial importancia: ¿a dónde debe ir esa gente?
Todos estos elementos sugerirían que el propio Donald Trump fuera consciente de las dificultades de implementar el proyecto, que por lo tanto podría quedar ni siquiera sea un “proyecto”, sino en una idea o globo sonda para utilizar como palanca. Como se ha demostrado en el pasado, el expresidente estadounidense ha utilizado a menudo declaraciones contundentes como herramientas de presión para renegociar posiciones en diversos frentes.
La hipótesis quizá más plausible es por tanto que Donald Trump esté utilizando este plan para obtener una mayor participación de actores externos… ¿en el mundo árabe? ¿en la Unión Europea?
En los últimos años, varios países árabes han adoptado una actitud de no intervención en la cuestión palestina, centrándose en prioridades internas o relaciones estratégicas con Israel. Al igual que la indignación por las miles de muertes de civiles resultantes de la campaña de Israel para aniquilar a los terroristas de Hamás, el destino de los palestinos ha sido durante mucho tiempo objeto de una narrativa retórica más que de acciones concretas. ¿Podría Donald Trump pretender reavivar el interés en acciones concretas, precisamente, a través de una idea con un fuerte sabor provocador, empujándolos a intervenir para evitar escenarios más extremos?
Al mismo tiempo, está la Unión Europea. Europa es tradicionalmente lenta y a menudo dividida en cuestiones complejas como la cuestión israelí-palestina. Donald Trump podría intentar insertar esta crisis en una negociación política y económica más amplia con Bruselas, el aliado clave de Estados Unidos.
Por ejemplo, Donald Trump ha negociado recientemente concesiones arancelarias con México y Canadá a través de declaraciones y medidas iniciales aparentemente fuertes, para luego suavizar sus posiciones durante la fase de negociación. ¿Podría surgir una estrategia similar en el caso de Gaza, con la oferta de una suspensión de las políticas comerciales contra la Unión Europea a cambio de un mayor compromiso europeo en la cuestión de Medio Oriente?
A pesar del carácter explosivo de las declaraciones, es difícil prever repercusiones profundas en los equilibrios regionales en el corto plazo. Hasta ahora, las reacciones parecen en su mayoría simbólicas o vinculadas a los intereses políticos internos de algunos actores. Algunos inversores u operadores económicos también podrían ver el debate como una oportunidad para participar en futuras iniciativas de reconstrucción en la Franja de Gaza, si surgen condiciones más estables.
Es probable, sin embargo, que la Casa Blanca intervenga rápidamente para corregir las percepciones creadas por las palabras de Donald Trump, presentando un enfoque más estructurado para evitar una escalada diplomática.
Independientemente de las declaraciones de Donald Trump, el quid de la cuestión sigue siendo la falta de un proyecto creíble para la reconstrucción de Gaza, y tal vez sea cuestión de crear una fuerte conciencia sobre el tema. La infraestructura civil ha resultado gravemente dañada por el conflicto y la población local sigue sufriendo una grave crisis humanitaria. Sin un liderazgo claro y un apoyo coordinado de los actores regionales e internacionales, es difícil imaginar un progreso significativo, que sea el detonante de una reacción en cadena con efectos regionales.
Dicho todo lo anterior, y no siendo comentarista político, uno tiene la sensación de que la propuesta de Donbald Trump no tiene en cuenta en absoluto lo que quieren los palestinos. Los habitantes de Gaza siempre han dicho que quieren permanecer en su tierra y se han opuesto a cualquier hipótesis de deportación. Pero todo apunta que Donald Trump podría querer continuar por esa línea, con Benjamin Netanyahu a su lado, quizá hasta contando tanto con Jordania como con Egipto para recolocar a los desplazados en este nuevo éxodo. ¿Es ésta la medida que traerá estabilidad a esa parte de Medio Oriente y a todo medio Oriente? A la falta de más detalles sobre la toma de control y la deportación – voy a utilizar ese sustantivo con toda consciencia – de los palestinos de Gaza me pregunto ¿qué es o dónde queda lo más elemental del derecho internacional?
Si la deportación es la privación de los derechos civiles y políticos de estar, de permanecer, de vivir en el propio territorio nacional, y el traslado forzado y coercitivo a un lugar distinto del país de origen, ¿no estaríamos asistiendo a una deportación? Sería una medida a grande escala y, además, sobre una base racial, étnica, política o religiosa, y porque el traslado va seguido de una restricción de la libertad personal, trabajos forzados o prisión.
Independientemente de su calificación jurídica, la deportación se ha aplicado en diversas etapas de la historia de la humanidad como un instrumento de control social o político, una medida militar, una medida de lucha étnica y, a menudo, ha sido un componente de la explotación de la esclavitud. La historia antigua, moderna, contemporánea contempla deportaciones de grupos étnicos o sociales, o en todo caso de masas más o menos numerosas de individuos.
Y a uno le viene a la mente pensar en el pasado siglo XX cuando la deportación también se utilizó como herramienta para perpetrar el genocidio. Cuando el Imperio Otomano deportó a aproximadamente 1.200.000 armenios y mató a cientos de miles de ellos. Aquello se conoce como el Genocidio Armenio. A partir de 1939, la Alemania nazi llevó a cabo numerosas deportaciones contra diversos grupos étnicos, religiosos y sociales. También judíos. Esto dio lugar a la ejecución de un genocidio de proporciones sin precedentes, con varios millones de muertos, conocido como el "Holocausto".
La ley del más fuerte se acaba imponiendo por encima del estado de derecho. También se impone ante la distancia, indiferencia, desidia,…, de los líderes mundiales de los países que se dicen adalides protectores de la estabilidad global. El autoritarismo del dictador o tirano, incluso con guante blanco o con el voto de millones y de la mayoría de un país, no deja de crear un vacío inquietante y peligroso, y socava el sistema que se ha intentado construir para defender los derechos humanos.
¿Qué voces de amigos y/o aliados palestinos se van a levantar contra el presidente de los Estados Unidos? ¿Quién va a exigirle al todopoderoso que rinda cuentas por sus obligaciones en materia de derechos humanos? ¿Alguien se va oponer a una cruel, inhumana, expulsión (confinamiento, deportación o éxodo… o como se llame)? ¿No eran los derechos humanos el faro guía de las sociedades democráticas?
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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