jueves, 20 de febrero de 2025

¿Qué Jubileo estamos celebrando? ¿No es el de la liberación de esclavos, la condonación de deudas, la restitución de tierras?

¿Qué Jubileo estamos celebrando? ¿No es el de la liberación de esclavos, la condonación de deudas, la restitución de tierras? 

El verdadero objetivo del jubileo bíblico no eran las funciones religiosas, sagradas, o el culto, sino la liberación de los esclavos, la remisión de las deudas y la restitución de tierras… Asuntos todos ellos esencialmente sociales y particularmente económicos. 

El objetivo del Jubileo judío -que es la raíz del Jubileo cristiano- era volver a vivir como hermanos y ésta es la condición para “habitar la tierra” (Levítico 25,18). De lo contrario, las injusticias, las divisiones y las luchas la hacen inhabitable y el destino del hombre es el exilio. Un compromiso para acercar la tierra al sueño de Dios y que invita a los creyentes a no rehuir el discernimiento sobre el presente y las propias responsabilidades para construir, secularmente, la ciudad del hombre a escala humana. 

En realidad, no es difícil notar las omisiones y los silencios que acompañan a muchos cristianos y a muchas comunidades. Quizás a veces nos preocupa “no polemizar”, “no tensionar”, “no dividir”,…, y quizás estamos convencidos de que es mejor permanecer en silencio para no molestar a los que mandan y hablar con más énfasis de nuestra identidad referencial: “Dios, Patria y Familia”. 

Preocupaciones de este tipo no parecen propias del Papa Francisco. De hecho, la carta que ha enviado a los obispos de Estados Unidos de América sobre la crisis migratoria ha causado revuelo en los últimos días. La carta fue publicada en inglés y español, los dos idiomas más hablados en el país (y el español es el idioma de muchos inmigrantes del sur). Una carta que, sin pelos en la lengua, aborda de frente la avalancha de medidas migratorias impulsadas por el presidente Donald Trump en estas primeras semanas de su mandato. 

La deportación de personas que en muchos casos han abandonado su patria por razones de extrema pobreza, inseguridad, explotación, persecución o grave deterioro del medio ambiente, viola la dignidad de muchos hombres y mujeres, y de familias enteras”. Y para no dejar lugar a equívocos, el Papa añade: “He seguido de cerca la gran crisis que se está produciendo en Estados Unidos”. Por tanto, “una conciencia debidamente formada no puede dejar de expresar un juicio crítico y su propio desacuerdo”. Y “expresar su desacuerdo con cualquier medida que equipare la situación ilegal de algunos migrantes con la criminalidad”. 

Para el Papa Francisco, de hecho, “un auténtico estado de derecho se verifica precisamente en el trato digno que merecen todos los hombres, especialmente los más pobres y marginados. El verdadero bien común se promueve cuando la sociedad y el gobierno, con creatividad y riguroso respeto a los derechos de todos, como he afirmado en numerosas ocasiones, acogen, protegen, promueven e integran a los más frágiles, indefensos y vulnerables”. 

Por eso –insiste el Papa Francisco– “exhorto a todos los fieles de la Iglesia católica y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad a no ceder a narrativas que discriminan y causan sufrimientos innecesarios a nuestros hermanos y hermanas migrantes y refugiados”. “¡La persona humana no es un mero individuo, relativamente expansivo, con ciertos sentimientos filantrópicos! La persona humana es un sujeto dotado de dignidad que, a través de la relación constitutiva con todos, especialmente con los más pobres, puede madurar progresivamente en su identidad y vocación”. Por tanto, “todos los creyentes cristianos y las personas de buena voluntad están llamados a considerar la legitimidad de las normas y políticas públicas a la luz de la dignidad de la persona y de sus derechos fundamentales, y no al revés”. 

Por supuesto, el Papa Francisco no niega que “al mismo tiempo, debemos reconocer el derecho de una nación a defenderse y proteger a las comunidades de aquellos que han cometido crímenes violentos o graves mientras están en el país o antes de llegar”. Pero la acogida, subraya, “no impide el desarrollo de una política que regule una migración ordenada y legal”. Este desarrollo, sin embargo, “no puede ocurrir mediante el privilegio de algunos y el sacrificio de otros”. “Lo que se construye sobre la base de la fuerza, y no sobre la verdad sobre la igual dignidad de todo ser humano, comienza mal y terminará mal”. 

Dirigiéndose directamente a los obispos estadounidenses, pide, en primer lugar, “construir puentes que nos acerquen cada vez más” y evitar “muros de ignominia”. Y luego continúa: “Reconozco vuestro valioso esfuerzo, mientras trabajáis estrechamente con los migrantes y refugiados, proclamando a Jesucristo y promoviendo los derechos humanos fundamentales. Dios recompensará ricamente todo lo que hagas para proteger y defender a quienes son considerados menos valiosos, menos importantes o menos humanos”. 

Al final de la carta, el Papa Francisco nos invita a dirigirnos en oración a Nuestra Señora de Guadalupe, pidiéndole “que proteja a las personas y familias que viven con miedo o dolor a causa de la migración y/o la deportación”. “Que la Virgen Morena, que supo reconciliar a los pueblos cuando estaban enemistados, nos conceda reencontrarnos como hermanos, en su abrazo, para dar así un paso adelante en la construcción de una sociedad más fraterna, inclusiva y respetuosa de la dignidad de todos”. 

Tantas veces me pregunto, escuchando y leyendo reflexiones sobre el Jubileo de la Esperanza, realmente de qué Jubileo se trata. Y mi mirada vuelve a aquella Sinagoga de Nazaret: ¿De qué Año de Gracia habló el Profeta de Galilea? ¿Cuál es la Buena Noticia? 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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