domingo, 23 de marzo de 2025

La conspiración anticatólica en España como acto de fe.

La conspiración anticatólica en España como acto de fe 

Mi lectura e interpretación - no pueden ser sino subjetivas - de algunas afirmaciones en la Iglesia católica de España me van llevando a reflexionar en una hipótesis que, de modo sucinto, resumiría de esta manera: el vínculo entre la paranoia y la conspiración. 

Y es que voy intuyendo que va tomando carta de ciudadanía en ciertos foros eclesiales, incluso alimentados desde algunas alturas, la teoría de la evolución y difusión de la mentalidad conspirativa de la cultura, política, sociedad, contra la religión cristiana en España y, más en concreto, contra su Iglesia católica. Lo cual despierta no pocas ansiedades, desconfianzas, miedos... Y hasta parecería que una parte de esa Iglesia católica en nuestro país profetizara el fin del fin del mundo civilizado y previera un apocalipsis inminente. 

Sin perderme en definiciones etimológicas, históricas o psicológicas, entiendo por “paranoia” algo conocido. 

En una parte de Europa la Revolución Francesa - 1789 - fue como el comienzo del fin de un mundo y el inicio de una era sujeta a leyes mutables y a certezas controvertidas. Por razones que no vienen al caso, esa revolución llegó, se oficializó, se instauró más tarde en nuestro país. Es precisamente el derrumbe de las certezas en las que se basaba el orden medieval, la cristiandad, lo que resulta aterrador: una parte del mundo europeo se enfrentaba dolorosamente al fin de la unidad y tocaba a su ocaso un medievalismo conceptual, cultural, político, religioso… En 1789 al menos 13 siglos de historia llegaban a su tramonto. Más de mil años de historia comenzaban a quedar detrás y por delante se abría un mundo nuevo y desconocido. Algunos leyeron e interpretaron la perspectiva como aterradora. 

La Europa moderna nunca había sido ajena a las devastadoras oleadas de pánico: las repercusiones de la Reforma, con la fobia al “fin de la cristiandad” que trajo consigo, especialmente en esa terrible réplica del conflicto que fue la Guerra de los Treinta Años. Pero esas repercusiones no llegaron propiamente a España que se mantuvo fielmente católica. 

En el viejo continente, el miedo a los herejes, a los blasfemos, a las hambrunas, al Papa o al Emperador, a los señores o al pueblo llano, a los protestantes o a los católicos,…, se ha ido gestando y verificando durante siglos. Simplificando en demasía, también el miedo a los jesuitas, a los iluminados, a los masones,… (siglo XIX), a los anarquistas, a los judíos, a los inmigrantes,… (antes de la Segunda Guerra Mundial), a los comunistas, a los negros, a las feministas, a los hippies, a los abortistas,… (Guerra Fría), a los musulmanes, a los homosexuales, a los latinos, a los argelinos,… (siglo XXI). 

El término conspiración no se refiere necesariamente a planes diabólicos para controlar el mundo en general o nuestro país, España, en particular. Nosotros solemos utilizar también el término “complot”, de ahí la teoría de la conspiración. El problema surge cuando tenemos que reconocer que las conspiraciones realmente existen, en todas partes y siempre han existido. 

Si es verdad que el error más común al oponerse a las "teorías de la conspiración", de hecho, suele consistir en negar de plano la existencia de conspiraciones, con el resultado de menospreciar cualquier denuncia y calificar de "teoría de la conspiración" cualquier investigación incómoda o manifestación de pensamiento crítico, otro error, en el otro extremo, es distinguir las conspiraciones reales de las imaginarias… o los molinos de viento de los gigantes… 

A veces uno no tiene que ver la conspiración, basta con sentirlo o, peor aún, imaginarlo. La conspiración nunca se revela definitivamente (o no sería secreta) y esto nos permite especular sin cesar, encontrar correlaciones, aunque sean espurias, perdernos en tecnicismos inmanejables sin una formación adecuada. Y es que cuanto menos sabes, menos sabes que no sabes. Pero nos imaginamos… sin preocuparnos del impacto con el muro de realidad al que se opone la evidencia: fiabilidad de los datos, evidencia empírica, causa y efecto, repetitividad, etc. La solución es a menudo más sencilla de lo esperado, porque la aleatoriedad de los acontecimientos no se preocupa de acomodarse a las necesidades psicológicas de quienes quieren, o más bien, deben, conectar los puntos y dejar volar la imaginación de la teoría conspiratoria o del complot contra la Iglesia católica en España. 

¿Cómo se desarrolla la conspiración en un contexto paranoico? En el estilo paranoico, tal como yo lo concibo, el sentimiento de persecución es central, y se estructura en más o menos elaboradas teorías de conspiración. En la persecución, ya sea real o presunta, con consecuencias justificadas o no, la victimización es un componente esencial. 

En la historia de la conspiración en la que participan agentes de la cultura, de la política, de la sociedad,…, el objetivo es la descristianización de España. Y es que seguramente la teoría de la conspiración nace como una manera de explicar y racionalizar la transición en España de un régimen de catolicismo vencedor tras su última guerra civil a un Estado aconfesional en el que la pertenencia efectiva y real a la Iglesia católica, y su práctica religiosa, no conocen los números de antaño…   

Casi todas las fantasías conspirativas modernas contra la Iglesia cristiana y católica se remontan a finales del siglo XVIII y principios del XX. Y nacieron como reacción al gran terremoto que supuso la mencionada Revolución Francesa de 1789 con el fin de describirlo y racionalizarlo como una mera conspiración En nuestro país, España, parece que esas imaginaciones y fantasías conspirativas vuelven a tomar forma también ahora aunque con formas recombinadas. 

Hubo un tiempo en que gente maliciosa e ilustrada definía como “religión” cualquier creencia que negara la evidencia. La religión es ciertamente algo más complejo y más noble que las banalidades a que la reducen diariamente quienes han recibido una educación superior a su inteligencia, pero todavía exige que se cumpla el milagro, que el pan se transforme en cuerpo, que el mártir llegue a las 72 vírgenes, que Moisés separe las aguas. Para realizarse, el hombre debe creer, incluso entre los escombros. 

Si es verdad aquello de “credo ut intelligam”, también creer en la conspiración es un acto de fe. Y siempre hay alguien dispuesto a creer en ello, que quiere creer en el complot anticatólico, porque es lo que necesita creer. Incluso se buscan, hasta creer encontrar, indicios, rastros, señales… que parecen dar esperanza a aquellos que viven ansiosamente la conspiración a las puertas o el complot debajo de la almohada. Como decía aquél: hay un tipo que dice que ha visto un burro con alas volando en el parque. Si alguien quiere creerlo, seguramente no se detendrá porque alguien le diga que los burros no tienen alas y que no vuelan. 

Las teorías de la conspiración anticristiana/anticatólica en España sospecho que también son un intento de exorcizar lo perturbador que está ocurriendo en un país donde la pertenencia y la práctica religiosa están en retroceso. En otras palabras, la teoría de la conspiración es una estrategia de afrontar y salir al paso de una situación que algunos no toleran: una manera de crear un espacio seguro donde algunos crean estar razonablemente cómoda y tranquilamente instalados. 

Al colapso de un modelo cristiano y católico se responde con una nueva narrativa y simbólica martiriales. Es una manera de leer e interpretar ciertas declaraciones eclesiales desde la paranoia a la conspiración como acto de fe. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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