La misericordia para quien se encuentra perdido
El centro del Evangelio es el anuncio de la misericordia de Dios, una misericordia que Jesús vive en su práctica de cercanía –escandalosa para los escribas y fariseos– con los pecadores y los publicanos.
La introducción del capítulo quince de Lucas muestra a Jesús criticado por sus conocidos. Jesús, pues, para motivar su comportamiento, cuenta una parábola (Lc 15,3: les dijo «esta parábola») que en realidad se desarrolla en tres parábolas, dos breves y muy similares en su estructura (15,4-7; 15,8-10), y una decididamente más larga (15,11-32). Podemos hablar de una parábola trinitaria.
La narración parabólica de Jesús presenta comportamientos humanos que chocan y escandalizan como símbolo de la acción de Dios. De hecho, los Evangelios muestran a menudo a Jesús “en mala compañía”: es compañero de mesa y huésped de pecadores y publicanos, permite que las prostitutas se acerquen a él, se hace prójimo de hombres marginados por las convenciones sociales y religiosas.
El juicio de estas personas como “perdidas”, como “irrecuperables” fue a menudo lo que produjo y alimentó la marginación de tales personas, pero Jesús se alegra de su compañía, porque de esta manera narra la cercanía de Dios incluso a los últimos, a los olvidados y descartados. Jesús simplemente se acerca a estas personas, las saca de su aislamiento social y de la vergüenza a la que fueron obligadas, y las abraza como personas, como hombres y mujeres.
En su práctica diaria, Jesús rompe tabúes culturales y religiosos que consideran “contagiosa” la cercanía a personas que por su etnia o género o condiciones de salud o cualquier otra cosa, se vieron obligadas a aislarse, a avergonzarse de sí mismas, a desaparecer. Se puede decir que, en su raíz, la misericordia es considerar al otro como persona, respetando radicalmente su dignidad, cualesquiera que sean sus opciones, sus opiniones, sus deseos, su estatus e incluso sus comportamientos negativos, sus pecados.
Reconocer la misericordia de Dios implica, pues, reconocer verdaderamente quiénes somos como humanos, viendo los pecados y las sombras que habitan en nuestro interior. Y se trata de aceptar a los demás sin juzgarlos ni despreciarlos, que es el problema de los escribas y fariseos. Para ellos, de hecho, el comportamiento de Jesús pone en tela de juicio la imagen de Dios que habita en ellos, hasta tal punto que sus palabras y sus acciones les resultan insoportables. Como se dice de Job, Jesús “destruye la religión” (Job 15,4).
Probablemente también para los discípulos estos comportamientos habrán suscitado celos y envidias, dado lugar a incomprensiones, insinuaciones y segundas intenciones sobre Jesús: después de todo, ya no soportaban que alguien que no fuera de su grupo realizara curaciones (Mc 9,38), miraban con sospecha a la mujer con la que Jesús estaba hablando en el pozo de Sicar (Jn 4,27), habrían hecho caer un fuego destructor sobre los samaritanos que no los habían acogido (Lc 9,54)...
La misericordia, cuando pasa de ser una afirmación religiosa, teológica,…, respecto al Dios invisible a ser una práctica existencial, un encuentro real de un hombre con otros hombres y mujeres, con personas con las que se experimentan intercambios, relaciones, afectos o amistades, puede llegar a ser escandalosa, incómoda, intolerable. Y entonces explota el mecanismo del chisme (15,2).
Es ese mal, el del chisme, contra el cual la Biblia nos advierte simplemente narrándolo, mostrándolo, de modo que quien lea los episodios de las murmuraciones del pueblo de Israel en el desierto, o las murmuraciones de los adversarios de Jesús o de sus propios discípulos (Jn 6,61) pueda leerse a sí mismo y juzgar el tenor de sus propias palabras y la calidad de su propio corazón. Por alguna razón también el Papa Francisco habla en no pocas ocasiones del chisme… en la Iglesia del siglo XXI.
Así que los fariseos y los publicanos murmuraban contra Jesús, hablando a sus espaldas y diciendo en secreto lo que pensaban de Él. Jesús toma entonces la palabra y relata la misericordia del Padre.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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