sábado, 8 de marzo de 2025

La primera ley: que el hombre viva.

La primera ley: que el hombre viva 

Moisés ordena matar a aquello así. Y tú, ¿qué dices? 

El Maestro se inclina y escribe con el dedo sobre las piedras. Jesús evita incluso mirarnos a la cara cuando nos dejamos llevar por nuestra furia para acusar y tomar la justicia por nuestra mano. Incluso evita encontrar nuestra mirada, cuando ésta tiene como objetivo la muerte. 

El que esté libre de pecado sea el primero en tirarle la piedra. Jesús no niega la ley, sólo pide que quienes se erigen en defensores de la ley para condenar a otros sean los primeros en practicarla. 

Todos se fueron, empezando por el mayor. Todos: es como decir que nadie tiene derecho a condenar. 

Jesús se queda solo con la mujer. Él se levanta. Un bello gesto: ponerse de pie ante la adúltera, como uno se pone de pie ante la persona esperada e importante. Se eleva, desde el pavimento de piedra hasta la mujer, desde el polvo hasta sus ojos. ¿Qué viste, Señor, en esos ojos? ¿El miedo a morir, la vergüenza, el abismo negro de la muerte, un escalofrío de esperanza? 

Y Él habla con ella. Nadie le había hablado, ella solo era algo arrastrado. Y le llama Mujer. Jesús no ve a una pecadora, ve a una mujer, frágil ciertamente, pero verdadera, que quiere vivir, capaz de amar mucho y por esto le es perdonado mucho. Ella no es su error; ya no pertenece a su pasado, sino a su futuro, a las semillas que se sembrarán, a las personas que se amarán, a los proyectos que se realizarán. 

¿Dónde están? ¿Dónde están los que sólo saben lapidar y enterrar con piedras? Ellos no deben estar aquí. Aquellos que sólo pueden ver los pecados a su alrededor, y no dentro de sí mismos, ¿dónde están? No aquí. 

Jesús quiere que los acusadores desaparezcan. Así como han desaparecido de su campo visual, así deben desaparecer del círculo de sus amigos, de los patios de los Templos, de las naves de las Iglesias, de los cónclaves de decisión y de poder. 

Yo tampoco te condeno. Jesús no justifica el adulterio, no banaliza la culpa, sino que reinicia la vida, abre nuevamente el futuro. El corazón de la historia no es el pecado que debe ser condenado o perdonado, sino un Dios más grande que nuestros corazones, cuya primera ley es que el hombre viva. 

Ve y desde ahora... Lo que importa es seguir adelante, desde ahora, es esta promesa de caminos, de trigo que madura al sol, de profecía de una nueva humanidad. 

No me des la inocencia, Señor: es un milagro que no puedo soportar. Guárdalo para tus santos que saben custodiarlo sin soberbia. A mí concédeme solamente la gracia de verte de pie ante mí y hablándome, la humildad de dejar caer de mi mano todas las piedras que había preparado, la alegría de sentirme perdonado por ti. Y nunca más volveré a tirar piedras. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Meditación ante el Cáliz.

Meditación ante el Cáliz En la Última Cena de Jesús no celebramos un trofeo sino un recuerdo vivo: el del Crucificado. El tiempo, que rápida...