viernes, 7 de marzo de 2025

La teología de los signos de los tiempos.

La teología de los signos de los tiempos 

A modo de reconocimiento y homenaje al creyente y teólogo José Ignacio González Faus (y de todos aquellos que han ejercicio o ejercen el noble arte de la teología)  

Desde hace algún tiempo vengo reflexionando sobre una paradoja verdaderamente curiosa. Tenemos una tradición muy reciente que ofrece un espectáculo interesante. Vamos a ver si me explico. 

Un Papa, el Papa Francisco, que, partiendo de una teología plenamente conciliar, pide una nueva y estructural “apertura” de la Iglesia. Junto a Él y a su alrededor, además del entusiasmo popular y de una amplia colaboración eclesial, varios pastores y teólogos temen su sombra y levantan barreras para impedir cualquier apertura. Me gustaría intentar interpretar mejor esta paradoja. 

Decir que la teología del Papa Francisco es “conciliar” sólo puede ser un eslogan. Y esto hasta sería solamente perjudicial. A mí me parece, en cambio, que la conciliaridad del Papa Francisco reside en un “enfoque” que podríamos definir con una palabra que ha acompañado profundamente el proceso de desarrollo del Concilio Vaticano II: es decir, la percepción de una relación entre la Iglesia y los “signos de los tiempos”. 

Esta es una de las intuiciones más fecundas de Juan XXIII, que se expresa claramente en su última encíclica “Pacem in terris”. Con esta expresión el Papa Juan XXIII indicaba “experiencias del mundo moderno” de las que la Iglesia tiene algo decisivo que aprender. En su texto hablaba, por ejemplo, de las condiciones de los trabajadores, de las mujeres y de los pueblos, que se manifestaron en el siglo XX, y sobre las cuales la Iglesia debe sacar enseñanzas decisivas. 

Se podría decir que el Papa Francisco sabe que la Iglesia debe ser, al mismo tiempo, maestra y alumna. Se pueden obtener conocimientos más profundos del Evangelio a partir de los avances económicos, de los nuevos derechos de la mujer, de la emancipación política de los pueblos, de… 

Pero mientras el Papa Francisco parece que camina con confianza por este camino, una parte significativa del cuerpo eclesial, tanto en el centro como en la periferia, en el ámbito pastoral y teológico, en las curias y en las academias, permanece estancada en viejas representaciones y prácticas superadas. Sigue creyendo que la Iglesia puede y debe “encerrarse” en un corpus completo e inmutable de “leyes” y “doctrinas” que el Código y el Magisterio custodian celosamente. 

Me refiero a una Iglesia que sólo tiene que enseñar y nada que aprender. Que puede gestionar todos los asuntos internamente, sin tener que responder nunca ante “terceros”; que puede construir una “lógica paralela” que alimente la indiferencia: leyes diferentes, tribunales diferentes, comportamientos diferentes, entendidos no como una “trascendencia escatológica”, sino como una “alternativa institucional”. Junto a la “Iglesia en salida” del Papa Francisco vemos tomar fuerza a una Iglesia “con puertas blindadas”. 

¿Y qué puede hacer la teología? Es evidente que, en la perspectiva de Francisco y de los “signos de los tiempos”, un pensamiento teológico vivo y agudo, capaz de reflexión y de oración, es una de las herramientas esenciales para “abrir” la Iglesia. El Papa Francisco así lo ha propuesto en muchas ocasiones refiriéndose a una teología que no está “en el balcón” ni “en el escritorio”, sino “en la calle”. 

Lo expresó, por ejemplo, en su famoso discurso al Colegio de Escritores de la Civiltà Cattolica, como una “teología” de las tres “i”: una teología de la inquietud, una teología de lo incompleto y una teología de la imaginación. Éstas son las tres “i” que al comienzo de “Tiempos difíciles” de Charles Dickens son puestas en el banquillo de los acusados ​​por la nueva cultura “general y abstracta”. 

En cierto sentido podemos decir que los ideales del “sistema institucional” miran con preocupación toda manifestación de inquietud, incompletitud e imaginación. El “sistema eclesial” exige total completitud, serena autosuficiencia, riguroso principio de realidad. 

Y el sistema corre el riesgo de exigir esto incluso a aquellos "funcionarios" que se dicen teólogos. Lo cual sólo debería justificar el status quo, no introducir elementos de inquietud y perturbación y simplemente repetir lo que el Código y el Magisterio han afirmado históricamente: como si la historia hubiera terminado y la Iglesia sólo pudiera ser “retrospectiva”. 

Una Iglesia verdaderamente capaz de aprender de la historia contemporánea necesita una libertad de pensamiento teológico diferente

También precisamente porque en la Iglesia cristiana la tarea de pensar la fe no está confiada únicamente al Papa, a la Santa Sede, a los Obispos,…, de tal manera que los teólogos puedan repetir una doctrina ya completa y perfectamente coherente que reciben de arriba y a la que obedecen sin reticencias. La historia de la Iglesia muestra que las cosas nunca han funcionado de esta manera. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

No hay comentarios:

Publicar un comentario

La acogida es vida que sostiene la vida.

La acogida es vida que sostiene la vida « La casa de Abraham estaba abierta a todos los seres humanos, a los viajeros y a los repatriados, y...