lunes, 17 de marzo de 2025

Pascua: Quien conoce el amor creerá.

Pascua: Quien conoce el amor creerá 

El primer día de la semana, María Magdalena fue de mañana, siendo aún oscuro, al sepulcro; y vio quitada la piedra del sepulcro... 

Pascua es la aventura suprema de la historia. 

Y nos llama a celebrar con los ojos abiertos la inmensa migración de los hombres hacia la vida. Nos llama a levantarnos, a medirnos en el duelo de vida y muerte, desesperación y esperanza que se libra dentro de nosotros. 

Hasta que no seamos llamados a ponernos de pie, no conoceremos nuestra estatura. Pero si realmente nos elevamos, nuestra estatura alcanzará el cielo (Emily Dickinson). 

Llegará al cielo no por nuestras fuerzas, que son muy pocas, sino por nuestra fe. Porque en nosotros está Cristo, el cual descendió a los infiernos, y subió a los cielos, que habitó en las profundidades oscuras de la materia, en el inframundo de la historia, para darles energía y dirección hacia la luz, hacia la libertad y el amor. 

Si nos atrevemos a pensar que en lo más profundo de la materia, en nosotros, en las partes oscuras de nuestro ser, ha descendido la luz divina para iluminarnos, para resucitar el amor y la belleza, entonces también nosotros podemos decir que en Pascua somos lo que dice el Credo de Cristo, también nosotros somos «luz de luz». 

En nosotros y en todos, en el santo y en el pecador, en el rico y en el último inmigrante, en la víctima e incluso en el verdugo, está Cristo resucitado, resucitado aquí y ahora, que atrae hacia arriba, como un río de luz, todas las cosas, hasta ser todo en todos. 

Que ya atrae a los discípulos: «Pedro y Juan corrían juntos, pero el otro discípulo corría más rápido que Pedro». ¿Cuál era la necesidad de correr? ¿Por qué todo el mundo corre esta mañana? 

Todo lo que concierne a Jesús no merece prudencia, merece carrera, merece la prisa del amor, el amor siempre tiene prisa, siempre llega tarde a la necesidad de la comunión. La vida urge, apremia, tiene prisa en apartar las rocas de la boca del corazón. 

No es todavía fe, sino una antigua esperanza, una ansiedad ilógica por algo imposible. "Quien no espera lo imposible, nunca lo logrará" (Demócrito). 

Juan, el discípulo amado por Jesús, que en la Última Cena apoyó la cabeza en el pecho, que conocerá los secretos del cielo («Dios es amor»), llega antes que Pedro, el discípulo ardiente, capaz de desenvainar su espada en el Huerto de los Olivos, solo entre sus enemigos, para defender a Jesús, capaz luego de traicionarlo, de arrojarse desnudo al mar para alcanzar la orilla donde lo vislumbró. 

Juan, a quien Jesús amaba, fue el primero en comprender el significado de la resurrección. Dejarse amar por Dios, el amor pasivo, está preñado de las más altas revelaciones. 

Así que en este día, ámame, Señor. Aunque yo no sea amable, aunque sea pobre y te ame poco, aunque no lo merezca, ámame, Señor. Cuando no quiera amarte, cuando tenga miedo de Ti y huya, cuando nadie me quiera, ámame, Señor. Y yo correré como Juan. Me volveré a Ti, como María; arderá el corazón como los dos de Emaús. Ámame, Señor, y será Pascua. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

No hay comentarios:

Publicar un comentario

La oportunidad de ser menos.

La oportunidad de ser menos Ya en 1929, el jesuita Pierre Teilhard de Chardin, teólogo y científico, escribía: « La Iglesia seguirá decayend...