Pascua: Resurrección y Vida
María Magdalena sale de su casa cuando todavía es de noche, oscuridad en el cielo y oscuridad en su corazón. Ella no tiene nada en sus manos, no lleva perfumes como las demás mujeres, sólo tiene su amor que se rebela ante la ausencia de Jesús: "amar es decir: ¡no morirás!" (Gabriel Marcel).
Y vio que la piedra había sido quitada del sepulcro. La tumba está abierta de par en par, vacía y brillante, en el frescor del amanecer. Y afuera es primavera. La tumba está abierta como la cáscara de una semilla.
La señal es un cuerpo ausente de la tumba. Hay un cuerpo que falta en la contabilidad de muertes, sus cuentas están en déficit. Hay un muerto que falta en el recuento de la violencia, y esto significa que el verdugo no tendrá siempre el control sobre su víctima.
El Señor Jesús no es simplemente el Resucitado, el actor de un acontecimiento sucedido una vez para siempre en el jardín de las afueras de Jerusalén, en aquel amanecer del primer día después del sábado. ¿Un acontecimiento concluido? No. Si todos juntos formamos el cuerpo de Cristo, entonces la cruz es contemporánea mía, y la Resurrección también es contemporánea mía. Quien vive en Él, quien está incluido en él, es tomado por Él en su resurrección.
Cristo es el Resucitado, ahora. Surge en este momento de lo más profundo de nuestro ser, de lo más profundo de cada hombre, de lo más profundo de la historia, y sigue surgiendo de nuevo, para infundir con la mano viva del Creador semillas de esperanza y de confianza, de coraje y de libertad.
Cristo Jesús resucita hoy, energía que asciende, vida que germina, piedra que rueda de la entrada del corazón. Y nos muestra el camino de la Pascua, que significa un paso ininterrumpido del odio al amor, del miedo a la libertad, de lo efímero a lo eterno. La Pascua es la fiesta de las rocas que ahora ruedan desde la boca del alma. Y salimos preparados para la primavera de la nueva vida, llevados hacia arriba por el Cristo eternamente resucitado.
Cristo no es simplemente el Resucitado, no es solamente el Resucitado, es la Resurrección misma. Él le dijo a Marta: Yo soy la resurrección y la vida (Jn 11,25). En este orden preciso: primero la resurrección y luego la vida.
Habríamos esperado lo contrario. Pero no: primero viene la resurrección, de todas nuestras tumbas, de nuestra respiración insuficiente, de nuestra vida cerrada y bloqueada, de nuestros corazones muertos, del frío de las relaciones.
Primero la resurrección de nosotros, “ni calientes ni fríos, ni buenos ni malos; de nosotros, los muertos vivientes" (Charles Peguy) y luego la vida plena bajo el sol, y entonces la vida finalmente merecerá el nombre de vida.
Su Resurrección no descansará hasta que se rompa la tumba de la última alma y sus fuerzas lleguen a la última rama de la Creación. Y el mundo entero resucitará carne para Su carne resucitada, Amor crucificado y transfigurado.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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