La mano herida que salva
Una hermosa obra de Sieger Köder, que representa el epílogo del Triduo Pascual, es decir, el momento en que Cristo es bajado de la cruz, nos ayuda a profundizar en el tema de la Pasión.
El velo del Templo se rasga en dos, signo de un cumplimiento lleno de toda la gracia que trae consigo el Antiguo Testamento. Las letras hebreas son testigos del acontecimiento: son, en efecto, casi las páginas de un libro que se rasgan y revelan la verdad del Redentor, del Siervo Sufriente de Yahvé.
Al fondo, la oscuridad de los días de la Pasión del Señor, con un sol que también se ha oscurecido por el dolor. Se vislumbra la escalera de la cruz que, sin embargo, asciende hasta el cielo, revelando el cumplimiento de la escalera de Jacob.
Ahora hay realmente un puente entre el cielo y la tierra por donde suben y bajan los ángeles. Aquí no se ven los ángeles, pero casi apiñados alrededor de Cristo están Juan, la Madre, Magdalena, José de Arimatea, Nicodemo, el centurión Longino y, poco a poco, todos los demás que creyeron en Él, incluido el buen ladrón, ya muerto, pero primer santo de la historia de la Iglesia, canonizado por el mismo Jesús.
En definitiva, hay lugar para todos en la casa de Dios y, en el abrazo del Redentor, nadie queda excluido.
Y si nos gusta reconocernos en María Magdalena, que, aunque grita «Rabbuni, mi Señor y Dios y Maestro», permanece anclada en su verdadera humanidad, camino para subir al cielo, el centro del cuadro sigue siendo esa mano herida y anónima que se eleva desde abajo y se dirige hacia el Salvador.
Cristo, incluso en el sueño de la muerte, está vivo y es fuente de salud para el hombre.
Sieger Köder anuncia así la resurrección mostrándonos que Cristo, incluso aquí, no deja pasar la oportunidad de sanar a alguien.
Esa mano herida que se eleva hacia Él desde abajo. Es la humanidad herida por el dolor de todas las épocas históricas, incluso la nuestra.
Por eso queremos volver a leer en esa mano a todos los que sufren hoy y ayer: los más castigados por cualquier forma de dolor o de sufrimiento que siguen marcando la vida de la humanidad.
Cristo está ahí para todos, su mano herida, aún hoy, en 2025, cura nuestras llagas.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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