domingo, 6 de abril de 2025

Las últimas siete palabras de Cristo en la cruz.

Las últimas siete palabras de Cristo en la cruz 

Primera palabra: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. 

La primera palabra comienza con dos expresiones clave, esenciales: la primera es padre, que también será la última. Dios es padre, no es antepasado, no es predecesor, es quien engendra directamente a cada uno de nosotros. Y luego, el perdón: «no saben lo que hacen». ¿Sabemos nosotros lo que hacemos? Y sin perdón no hay paz en la tierra. La ley de la vida solo se ilumina con el perdón. «Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen». ¿Quién sabe lo que hacemos? No lo sabemos, nos dejamos llevar y por eso el perdón es tantas veces arduo, complejo, difícil, ¿imposible?, y por eso el perdón es la esencia del cristianismo, y sin perdón no hay paz en la tierra ni alegría en los corazones. 

Segunda palabra: Hoy estarás conmigo en el Paraíso. 

La segunda palabra es la realización de este perdón: «hoy estarás conmigo en el Paraíso». No le pide que se arrepienta, no le pide nada: ha sido un criminal toda su vida, está justamente condenado, pero reconoce que hay justicia en su condena y acepta su destino. Hoy, no mañana: el paraíso no es para mañana. La vida es la eterna presencia de cada uno de nosotros y alguien ha inventado la palabra «eterno», que no es un tiempo que viene después de la eternidad, lo cual no tiene sentido; es poder vivir en plenitud cada instante y cada momento. He aquí, pues, la promesa de Cristo: «hoy estarás conmigo en el Paraíso»: el paraíso está aquí y ahora. 

Tercera palabra: Mujer, he ahí a tu hijo. 

La tercera palabra de Cristo en la cruz tiene dos interpretaciones: una clásica y otra más actual, que yo prefiero sin negar la primera. La primera interpretación, más tradicional, del momento en que Jesús se dirige a Juan y a María diciendo «he aquí a tu hijo, he aquí a tu madre», es la del desapego: Cristo va, de nuevo desnudo, a dar la vida por los hombres y se desprende de todo. Las únicas ataduras que tenía eran con su madre y les dice: «es tu madre, es tu hijo». Desprendimiento. Pero la segunda interpretación se refiere al valor fundamental del amor humano: el amor humano de Jesús era para su madre, y esta amor humano se lo transmite a Juan, para que este cuide de su madre. No se puede vivir sin madre. Traducido a nosotros significa: no se puede vivir sin amor, y más simple no podría ser. Por eso no quiere que él se quede completamente huérfano, y le dice «ahí tienes a tu madre». Esta es mi interpretación, no la de la separación, ya que él se separa de la familia, pero al mismo tiempo dice: «tú has sido mi discípulo amado; ahora te doy una madre para que tengas una vida plena». No se puede vivir sin madre, sin amor. 

Cuarta palabra: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? 

Esta cuarta palabra ha sido malinterpretada. Jesús es hombre, plenamente hombre, hombre completo y hombre divinizado; que es lo que somos todos nosotros, al menos en potencia, y en esperanza. Jesús no recita: habla el dialecto de su tierra, que a veces los presentes ni siquiera entienden; los de Jerusalén no entienden el dialecto de Galilea. «Eli, Eli, lama sabactani», que luego se traduce, para no escandalizar, como «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?», – es el grito de angustia del hombre que ve que su vida es aparentemente un fracaso; y por eso las palabras de Cristo revelan esta profundidad del corazón humano. Las traducciones dicen «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?», pero en realidad no se sabe exactamente el significado de «Eli, Eli». Ser hombre no es una comedia, ser hombres es lo que nos toca, y no existe un dios omnipotente (que además es una traducción inexacta); lo que existe es este camino hacia la realización, hacia la divinización, hacia la eternidad de cada uno de nosotros, que eternos podemos ser. Por eso, ningún hombre es feliz hasta que no descubre este núcleo de infinito que late en su corazón, núcleo de infinito que se realiza en parte y muy imperfectamente sólo en el amor que no deja de ser, siempre, la quintaesencia del cristianismo. 

Quinta palabra: Tengo sed. 

La quinta palabra no puede ser más humana. No quiere decir, como se ha interpretado idealizándola un poco, que tiene sed de Dios, que tiene sed de los hombres. No. Quiere decir que tiene una sed física, fisiológica, que expresa el tormento de la pasión. Tiene sed. Sed. Y no se avergüenza de decirlo. 

Sexta palabra: Todo se ha cumplido. 

En griego se escribe «teteletsai», y la traducción generalmente aceptada es «consummatum est», el evento se ha llevado a cabo, todo se ha cumplido, ha llegado a su conclusión, ha terminado. Sería horrible que la vida se prolongara. El propio fallecimiento es el punto fijo que da profundidad y singularidad a cada uno de nuestros actos, porque no sabemos si los repetiremos, no sabemos si mañana tendremos la oportunidad de volver a hacerlos, de vivir una experiencia y poder decir «lo he hecho», «se ha hecho», «consummatum est», «en mi vida he hecho lo que he podido, pero ahora no queda nada más por hacer». Esta paz de conciencia de no haber hecho grandes cosas, de no haber realizado prodigios, sino de haber hecho lo que he podido: «consummatum est», mi vida se ha realizado, ha llegado a su fin, es algo concluido. Descubrir el final es el principio de la sabiduría. 

Séptima palabra: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. 

Séptima y última palabra. El evangelista dice que, con voz fuerte y potente arrancada de su agotamiento, dijo de nuevo, repitiendo la palabra inicial «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu». Al decir «Padre», supera toda desesperación. Al decir «encomiendo mi espíritu», subraya su personalidad única en cada uno de nosotros. Se entrega libremente; la libertad es el máximo valor del hombre: «en tus manos encomiendo mi espíritu». Se sintió abandonado y, a pesar de ello, ahora intenta decir una vez más «hay algo por encima de mí». 

El hombre es divino, pero no es Dios. Este Dios superior y omnipotente es una creación, un símbolo que nos sirve para muchas cosas, pero que no es real, y esto deberíamos verlo precisamente en estas palabras de Cristo en la cruz que, a mi modo de ver, son la quintaesencia del mensaje de Cristo. Y quién sabe si, en estos momentos de crisis desde muchos puntos de vista, no seguirán siendo precisamente estas palabras de un hombre que aparentemente ha fracasado y que después de veinte siglos sigue inspirando a muchas personas creyentes y a las llamadas no creyentes. 

Conozco a más creyentes en la verdad fuera del cristianismo que creyentes dentro del cristianismo, porque pronto confunden la fe con una racionalización de la misma. La fe no tiene por qué, la fe es espontánea, es conocimiento y conciencia de nuestra última y suprema divinidad. Y creo que en este sentido, las siete palabras y sus posteriores comentarios más importantes son lo que toca el corazón. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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