martes, 15 de abril de 2025

Mendigos de amor.

Mendigos de amor 

«Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo os he amado»: una de esas frases que llevan la marca de fábrica de Jesús. Palabras infinitas, en las que nos adentramos como en la punta del corazón. 

Pero, ¿por qué nuevo, si ese mandamiento recorre toda la Biblia, hasta abrazar incluso a los enemigos: «Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer, si tiene sed, dale de beber» (Prov 25,21)? ¿Si en todas partes del mundo y desde siempre las personas se aman? 

Todo el conjunto de la Ley está precedido por un «eres amado» y seguido por un «amarás». «Eres amado», fundamento de la Ley; «amarás», su cumplimiento. Quien abstraiga la Ley de este fundamento amará lo contrario de la vida. 

Mandamiento significa entonces no una obligación, sino el fundamento del destino del mundo y de la suerte de cada uno. 

El primer paso para nosotros es entrar en esta atmósfera en la que se respira a Dios. Y no es un premio por mi buena conducta, sino un don sin razón. Escribió Angelus Silesius: «La rosa no tiene por qué, florece porque florece». El amor de Dios es la rosa sin por qué, Él ama porque ama, es su naturaleza. La realidad es que estamos inmersos en un océano de amor y no nos damos cuenta. 

El segundo paso lo indica un pequeño adverbio: Jesús no dice amad tanto como yo, la comparación nos aplastaría. Sino: amad como yo. No basta con amar, también podría ser una forma de posesión y de poder sobre el otro, un amor que toma y exige, y no da nada; también existen amores violentos y desesperados, tristes e incluso destructivos. 

Jesús ama con «ternura combativa» -Evangelii gaudium-, a veces valiente como un héroe, a veces tierno como un enamorado o como una madre, que no se rinde, no se cansa, no se resigna a la oveja perdida, la persigue por zarzas y pedregales y cuando la encuentra se la carga sobre los hombros, tiernamente feliz. 

Amor que no es sensiblería, porque no le gusta la hipocresía de las tumbas blanqueadas, porque si un poderoso agrede a un pequeño, a un niño, a un pobre, Jesús no es imparcial entre víctima y culpable, está con la víctima, hasta evocar imágenes poderosas y duras. 

Tercer paso: amaos los unos a los otros. Expresión capital, que aparece decenas de veces en el Nuevo Testamento y significa: en reciprocidad, mirándoos a los ojos, cara a cara, de tú a tú. No se ama a la humanidad en general; se ama a este hombre, a este niño, a este extranjero, a este rostro. Se ama a las personas una a una, rostro a rostro, cuerpo a cuerpo. 

Amaos los unos a los otros, un intercambio de dones, porque dar siempre, dar sin recibir a cambio es muy duro, no podemos hacerlo; todos somos mendigos de amor, de una felicidad que se pesa en la preciosa balanza del dar y recibir amor. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Dilexi te o el magisterio de los pobres

Dilexi te o el magisterio de los pobres El primer texto importante, firmado por el Papa León XIV, es un documento inacabado de su predeceso...