Vivir la paradoja
La revelación de Jesús como pastor es también el juicio de quien es ladrón, bandido, extraño. Si el pastor Jesús vino a dar la vida y para que los hombres tengan vida en abundancia, los ladrones y bandidos, en cambio, vienen a «robar, sacrificar y hacer perecer». Lo que diferencia al Buen Pastor del bandido es que el primero da vida y el segundo la quita y lleva la muerte.
En particular, se condena el sacrificio: es decir, quitar la vida en nombre de Dios, servirse de las personas con fines religiosos hasta aniquilarlas, usar el nombre de Dios y la religión para ejercer violencia, quitar la libertad a las personas dando nueva forma a los antiguos sacrificios humanos, servirse de lo espiritual para abusar de las personas.
Si el verdadero pastor se hace siervo de las personas y de su libertad, el falso pastor se sirve de las personas y las esclaviza. Más aún, Jesús, como «Buen Pastor», es decir, como auténtico y único pastor, vive la paradoja hasta el extremo: da la vida por las ovejas. Si cada pastor apacienta a las ovejas para que le proporcionen sustento y vida, el pastor Jesús ofrece la vida, es decir, la arriesga, con tal de salvar a sus ovejas. Y llega incluso a morir por las suyas.
El pastor, a diferencia del asalariado, al que no le importan las ovejas, está unido a ellas por un vínculo personal y de amor. No hay nada funcional en la calidad de pastor que Cristo vive: Él está unido por obediencia y amor al Padre -«el Padre me conoce y yo conozco al Padre»- y vive un vínculo de conocimiento y amor con las ovejas: «Yo conozco a mis ovejas y mis ovejas me conocen a mí». Todo se juega en el plano de la relación, no del rol, ni de la función, en el plano del amor, no del deber: «Nadie tiene mayor amor que este: dar la vida por sus amigos».
El pastor «hace salir» a sus ovejas. El pastor las introduce en un camino de éxodo, de liberación. La tarea del pastor es educar en la libertad. Llama a cada una de sus ovejas por su nombre y las educa llevándolas a vivir en su propio nombre. La educación es el lugar de la asunción de responsabilidad hacia los que vienen después de nosotros y es parte del ministerio pastoral. El falso pastor, en cambio, no educa, sino que seduce; no lleva a la libertad, sino que ata a sí mismo.
La revelación del pastor es también revelación de la oveja, es decir, del creyente que sigue, escucha y conoce al pastor Jesús. Este es el camino que Jesús, como pastor y puerta para las ovejas, indica al creyente individual y a toda la Iglesia: el camino de la conversión hacia la unificación personal y la unidad eclesial: «Serán una sola grey, un solo pastor».
Unidad ante todo con Dios. Jesús, de hecho, es la puerta de las ovejas, no del redil. El término «redil» en griego no indica un aprisco, sino el Templo: la puerta que conduce a la comunión con Dios no es el Templo de Jerusalén, sino Cristo resucitado. Si Cristo es la «puerta» que conduce a la salvación y si la puerta forma parte del edificio al que permite el acceso, Jesús es al mismo tiempo el mediador de la salvación y la salvación. Jesús es el Camino hacia el Padre, pero también es la Vida: en Jesús encontramos la vida del Padre.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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