domingo, 25 de mayo de 2025

Te Deum: la gratitud es la memoria del corazón.

Te Deum: la gratitud es la memoria del corazón

Dios, te doy gracias por todas las veces que durante mi vida no he funcionado bien. Por cuando he estado de mal humor, ofendido, triste, enfadado, inadecuado, malicioso. Te doy gracias porque no ha sido una casualidad, una desafortunada coincidencia o un tropiezo. El problema es que yo realmente no funciono bien. Tengo un defecto de fabricación, algo en mi origen, pero ahora, como me dice mi director espiritual, se me ha caducado la garantía y tendré que arreglármelas con lo que tengo. Tendré que cocinar con lo que hay en la nevera y ver si consigo preparar un plato decente.

 

Te doy gracias porque mi mal funcionamiento me recuerda lo que significa que Tú eres el Salvador. Significa que Tú no eres la guinda del pastel, sino el pastel mismo, el que nos da vida, el que nos hace felices. Te doy gracias porque cada mañana, muy pronto, te espero balbuciendo «¡aquí estoy, señor, porque me has llamado!», como quien está al borde de un precipicio y necesita, con una necesidad real y vital, ser salvado.

 

Te doy gracias por mis manías, mis obsesiones, mis rarezas. Te doy gracias por los pensamientos bajos, estúpidos e inútiles que mi mundo interior produce continuamente (incluso tengo algunos para exportar, por si a alguien le faltan). Te doy gracias porque me obligan a apartar la mirada de mí mismo y a fijarla en Ti, si no quiero morir de asco. Te doy gracias por las emociones incontrolables y locas que de vez en cuando quieren tomar el mando del barco, y te doy gracias porque solo contigo —con esa pizca de oración que consigo reunir, con tu mismo cuerpo al que me aferro cada día en la Eucaristía como a un salvavidas— consigo mantenerme, de forma destartalada, casi decentemente fiel al pequeño puesto de combate que me has asignado. Te doy gracias también por todas las cualidades que me has dado, por las municiones para gastar en la batalla, y te doy gracias por haberlas mezclado tan bien con los defectos que no puedo mirar unas sin ver los otros.

 

Te doy gracias porque cuando no veo mi límite, permites que alguien me lo señale, y cada vez deseo más fijar mi mirada en Ti, única belleza verdadera. Te doy gracias porque cuando no tengo la gracia de ver mi pecado, porque esa es la verdadera gracia, además de las vibrantes protestas de quienes están enfadados conmigo, siempre envías a alguno de tus hijos predilectos que me corrige fraternalmente y reza por mi conversión, poniendo en marcha la comunión de los santos, al grito de guerra «a mi señal, desatad el paraíso» (copyright de mi director espiritual).

 

Te doy gracias porque la vida es insostenible sin Ti, es demasiado difícil la fidelidad total, la dedicación leal e incondicional al propio puesto en la trinchera, de modo que o se intenta colarse, esconderse detrás de un arbusto dejando que otro haga nuestra parte, o hay que apoyarse en Ti como un peso muerto. Te doy las gracias porque la insostenibilidad de la vida y nuestra insuficiencia nos obligan a recordar tu memoria, a preguntarnos quién puede responder a nuestro deseo, quién puede finalmente colmar todas nuestras expectativas, nuestra sed ardiente.

 

A veces me dicen «qué bonito es tener una fe como la tuya» y yo me avergüenzo un poco y me asusto un poco, porque no sé si realmente es fe, y me siento como cuando das una impresión demasiado buena de ti mismo (por ejemplo, como cuando en un examen sacabas una nota más alta de la que merecías, probablemente porque te habían preguntado precisamente las dos únicas cosas que sabías, porque casualmente las habías repasado la noche anterior). El caso es que no sé si tengo fe, pero necesito, exijo que Tú, Dios, seas realmente mi Padre, que me ames como dice el Evangelio.

 

No podría vivir si no fuera así, y si te necesito es precisamente porque sin Ti no funciono. Cuando no funciono, cuando veo la estructura del mal que hay en mí incluso cuando no colaboro activamente con el pecado, cuando veo mi naturaleza dual, el mal y el bien, busco las razones, porque no necesitamos preguntarnos nada sobre el bienestar. Y cuando busco las razones, siempre me veo obligado a volver la mirada hacia Ti. La estructura del mal que hay en mí me muestra claramente la necesidad vital e imprescindible de que Tú me esperes, de que corras hacia mí, para ser redimido y salvado, acogido y abrazado.

 

El sentido de la fe es tener una relación verdadera y personal contigo, perder nuestra vida, destartalada, loca y disfuncional, para empezar a vivir la tuya, y así realizar la maravillosa y feliz semejanza para la que nos has pensado, creado. Es llegar a una relación verdadera, total, radical, sin cálculos, contigo. Solo entonces seremos creíbles, y alguien confiará en nosotros, y tal vez incluso nos siga un poco. Y así, además de amarte, tal vez podamos hacer que alguien te conozca, te ame, te sirva, te alabe.

 

A quien me ha leído, y hasta quizá se reconoce en algo de lo que he escrito, le invito a escuchar este Te Deum de alabanza y gratitud: https://www.youtube.com/watch?v=5XVrtsOP_n0


P. Joseba Kamiruaga  Mieza CMF

No hay comentarios:

Publicar un comentario

María, Virgen y Madre de la espera.

María, Virgen y Madre de la espera   Si buscamos un motivo ejemplar que pueda inspirar nuestros pasos y dar agilidad al ritmo de nuestro cam...