lunes, 16 de junio de 2025

Esperar es hoy un verbo en presente.

Esperar es hoy un verbo en presente 

El Jubileo de 2025 tiene como título y lema «Peregrinos de esperanza», lo que me ha planteado muchas preguntas, sobre todo me he preguntado si en el momento actual, en un mundo atravesado por crisis medioambientales, guerras, desigualdades crecientes y desconfianza en las instituciones, esperar no es un gesto ingenuo, sino incluso inútil. 

Y, sin embargo, se nos invita a ser peregrinos de la esperanza, es decir, a esperar contra toda esperanza: no para engañarnos, sino para permanecer fieles a un horizonte de justicia aún invisible, que nos llama a todos a una responsabilidad radical. 

En tiempos como estos, esperar no es un lujo. Es una elección consciente. No podemos saber si el mundo cambiará, ni cómo. Pero podemos actuar como si lo imposible fuera posible: vivir como si el futuro dependiera de nosotros, incluso cuando todo nos dice lo contrario. 

Esperar lo imposible no es una ilusión, sino el primer acto de una justicia que aún no existe. Y, sin embargo, precisamente porque no existe, la necesitamos más que nunca. Esperar lo imposible, en serio, para superar la desesperación, la desconfianza. 

Vivimos tiempos extraños. Cada día, el mundo nos sirve su menú de angustias: guerras, crisis climática, inteligencia artificial fuera de control, soledad globalizada. Y ahora, además de todo lo que ya hay, tenemos que lidiar con la crisis entre Israel e Irán. Si alguien se atreve a decir «esperemos que todo salga bien», la reacción es inmediata: «¿pero qué esperas?». 

Y, sin embargo, se nos invita a ser peregrinos de la esperanza. Parece un eslogan, pero es un reto: creer en lo imposible, precisamente cuando todo grita que se ha acabado. ¿Será que lo imposible es la única posibilidad? 

Ya no podemos engañarnos. Ya no podemos hablar de «políticamente correcto», de pensamiento positivo o de frases motivadoras para tazas de café. La verdadera esperanza es la que no tiene certezas, la que nace en la oscuridad. Es como creer en la lluvia en medio del desierto, o en la paz en el corazón de la guerra. 

Pero lo imposible no es solo algo que, según algunos, «no se puede hacer». Es lo que rompe el automatismo del mundo tal y como es. Es el gesto inesperado, la palabra que lo cambia todo, el futuro que ni siquiera nos atrevíamos a imaginar. 

Debemos hablar y practicar un pensamiento y una acción política y social capaz de situarse más allá de los bandos, nada de «nosotros contra ellos». Solo una atención radical a las condiciones de vida de las personas, sean quienes sean.

Se trata de vivir en una condición permanente de espera a que cambien las reglas del juego. No porque necesitemos héroes, sino porque necesitamos justicia. Y esta justicia puede llegar de nuestro compromiso diario y de una manera que ni nos imaginamos. 

Esperar hoy parece un gesto ingenuo, cuando es todo lo contrario: es un acto subversivo, un no a la resignación. La esperanza no es ingenuidad, es valentía. No sabemos si salvaremos el clima, la democracia, la humanidad. Pero debemos vivir como si lo que parece imposible fuera posible. 

Al fin y al cabo, ¿no es eso lo que hacen tantos jóvenes que salen a la calle por el clima, la paz, el trabajo, los que acogen a los migrantes cuando el mar y los gobiernos los rechazan y deportan, los que luchan por los derechos cuando parecen un lujo del pasado? Son los insensatos del presente, los portadores sanos que hacen posible lo imposible. 

Esperar es un verbo en presente. En una época en la que todo o casi es cínico, en la que la palabra «esperanza» suena tan fuera de lugar como una canción de los años 80 fuera de contexto, quizá deberíamos aprender a utilizarla de nuevo. No para engañarnos, sino para seguir siendo humanos, para no renunciar al futuro, para no perder el norte moral. 

«Ser peregrinos de la esperanza» no significa soñar con los ojos cerrados, sino vivir con los ojos bien abiertos, incluso cuando es de noche y ésta parece no tener fin. 

Y esperar no es una debilidad. Es una elección. Una responsabilidad. Un acto moral. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF


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