lunes, 2 de junio de 2025

La familia, escuela de comunión y de esperanza.

La familia, escuela de comunión y de esperanza 

Un viento de gratitud, unidad y ternura recorrió la Plaza de San Pedro en la VII Domingo de Pascua, cuando el Papa León XIV celebró el Jubileo de las Familias, los Abuelos y los Ancianos. Un evento conmovedor, en el que la liturgia se convirtió también en un relato coral de vidas entrelazadas, entre generaciones que se transmiten la fe, el cuidado y la memoria. 

En el corazón de la homilía, el Papa dio voz a la oración de Jesús en la Última Cena (Jn 17, 20-26), donde Jesús invoca para toda la humanidad una unidad profunda, que no sea una fusión indistinta, sino una comunión que refleje el amor mismo de Dios. «El Señor no quiere que nos sumemos en una masa anónima, sino que desea que seamos uno», dijo el Papa, «como Él es uno con el Padre en el Espíritu». 

Palabras que se han convertido en una propuesta concreta: construir relaciones basadas en el amor y el respeto mutuo, tanto en la familia como en la sociedad, reconociendo que la unidad entre las personas no es solo fruto de nuestro compromiso, sino un don de Dios que, vivido en la vida cotidiana, se convierte en un testimonio visible para todos. 

El Papa subrayó luego que toda existencia nace de una relación y de un amor que precede a toda elección individual: «Todos los hombres son hijos, pero ninguno de nosotros ha elegido nacer». Es una invitación poderosa a reconocer la propia vida como un don recibido y compartido, donde la libertad se ejerce no en el individualismo, sino en la responsabilidad recíproca. 

Y es precisamente en el seno de las relaciones familiares —entre cónyuges, entre padres e hijos, entre abuelos y nietos— donde el Papa León XIV reconoce un lugar privilegiado para la custodia y la transmisión de la fe. No como enseñanza doctrinal aislada, sino como alimento cotidiano, compartido como «el pan de la mesa y los afectos del corazón». 

El matrimonio cristiano es un sacramento: un signo concreto, vivido y público del amor fiel y fecundo de Dios. Pero la Iglesia, especialmente a partir del Papa Francisco, ha aprendido a mirar con misericordia también las situaciones en las que el amor se ha roto. 

Siguiendo la línea trazada por Amoris Laetitia, el Papa León XIV no se limita a defender un ideal abstracto. Sin negar nunca la verdad del matrimonio, reconoce la complejidad de las historias humanas y da a entender que también las parejas heridas siguen siendo parte viva de la Iglesia. Sus palabras se inscriben en una línea evolutiva del Magisterio, que ha abandonado las actitudes de condena para asumir las del acompañamiento, el discernimiento y la integración. 

Cuando el amor humano termina, el signo sacramental puede perder su fuerza visible, pero el amor de Dios por cada uno nunca falta. Y aunque la relación conyugal se interrumpa, los lazos familiares no se disuelven por completo: continúan y pueden madurar con el tiempo las relaciones entre padres e hijos, entre abuelos y nietos, entre hermanos y hermanas. 

Es en estos lazos donde a menudo se conserva y se transmite aún la fuerza del amor recibido, incluso cuando la unión entre los cónyuges ya no es posible. Por eso, tampoco los separados, los divorciados y los que viven nuevas uniones deben sentirse excluidos: la comunidad cristiana no está llamada a juzgar, sino a cuidar. 

En algunos casos, la Iglesia puede incluso verificar si el matrimonio fue válido desde el principio; en otros, puede acompañar hacia una nueva madurez de la fe. Pero en cualquier situación, lo importante es que nadie sea abandonado. 

En este sentido, la posición del Papa León XIV representa un refuerzo del camino ya abierto: reafirma con fuerza la idea de que es posible vivir la fidelidad al ideal cristiano sin excluir a nadie, porque todo amor, incluso cuando está herido, puede releerse a la luz de la misericordia. 

En la homilía no faltó una fuerte referencia a la santidad de la vida conyugal. El Papa citó a algunos matrimonios y familias que dan testimonio de que el amor conyugal vivido con fe es camino de santidad. «Señalar a los esposos santos», afirmó, «significa decir al mundo que se necesita la alianza conyugal para conocer el amor de Dios». 

El Papa dirigió luego una mirada especial a los ancianos, llamándolos «guardianes del tiempo y de la sabiduría». Su oración es una fuerza silenciosa que sostiene a la Iglesia. En un mundo que descarta, la Iglesia acoge, escucha y valora: este es el mensaje confiado a los abuelos y a las familias. 

En el mensaje del Papa para el Jubileo resuena la fidelidad al Evangelio junto con un fuerte sentido pastoral. El Papa León XIV no retrocede en el ideal, sino que lo propone con un lenguaje humano y creíble, siguiendo el camino de la misericordia abierto por el Papa Francisco. Es una Iglesia que acoge, acompaña, sostiene y cura, porque cree que incluso las relaciones rotas pueden encontrar luz y esperanza. 

En un tiempo marcado por la soledad y la fragmentación, el Papa León XIV relanza la familia como lugar de vida, fe y reconciliación. No perfecta, pero habitada por Dios. No uniforme, pero capaz de dar testimonio de que todo amor, cuando se abre a la gracia, puede convertirse en profecía. 


P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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