Un niño los pastoreará
Saldrá
una vara del tronco de Jesé, y un vástago retoñará de sus raíces. Y
reposará sobre él el Espíritu del Señor; espíritu de sabiduría y de
inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de
temor del Señor. Y le hará entender diligente en el temor de Jehová. No juzgará
según la vista de sus ojos, ni argüirá por lo que oigan sus oídos; sino
que juzgará con justicia a los pobres, y argüirá con equidad por los mansos de
la tierra; y herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus
labios matará al impío. Y será la justicia cinto de sus lomos, y la
fidelidad ceñidor de su cintura. Morará el lobo con el cordero, y el leopardo
con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia doméstica andarán
juntos, y un niño los pastoreará. La vaca y la osa
pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león como el buey comerá paja. Y
el niño de pecho jugará sobre la cueva del áspid, y el recién destetado
extenderá su mano sobre la caverna de la víbora. No harán mal ni dañarán
en todo mi santo monte; porque la tierra será llena del conocimiento del
Señor, como las aguas cubren el mar (Isaías
11, 1-9).
Me gustaría detenerme un momento en una de las muchas palabras que escuchamos del profeta Isaías, una breve palabra que se encuentra al final del versículo 6 y que dice así: «Un niño los pastoreará». Un niño. Por lo general, los niños deben ser guiados, nosotros guiamos a nuestros hijos, a nuestros niños. Y aquí hay un niño diferente, que no debe ser guiado, sino que es él quien guía. Un niño los pastoreará.
Lo primero que nos viene a la mente es esto: ¿dónde nacería hoy este niño? Sabemos cómo se llama este niño. ¿Dónde nacería?
No
sé si alguno de vosotros se ha planteado esta pregunta. Seguramente no nacería
en Belén, si es que realmente nació en Belén. Pero tampoco nacería en Nazaret,
que quizá sea su lugar de nacimiento.
Hoy
Jesús nacería en Gaza.
Pero no en un túnel secreto y subterráneo, y mucho menos en un tanque israelí,
nacería entre los escombros de la ciudad destruida. Escombros materiales, pero
también escombros espirituales.
Pero
he aquí que, precisamente cuando el horizonte es más oscuro que nunca,
precisamente cuando las tinieblas del mal son más densas y casi impenetrables,
precisamente cuando muere toda esperanza, el único que aún espera es Dios. El
único que aún espera es Jesús, que nace en Gaza entre los escombros. ¿Y
cómo nacería este niño?
Nacería como nacen todos los niños del mundo, completamente desarmado. Todos nosotros también nacimos desarmados. Dios nos creó así, nos quiso así, nos quiere así, desarmados.
Pregúntaselo a tu madre, si tienes la suerte de tenerla todavía, pregúntale a tu madre cómo eras cuando naciste. Todas te dirán que estabas desarmado. No teníamos un cuchillo en la mano, no teníamos una espada en la mano, no estábamos blindados, no teníamos casco ni calzado de guerra. Estábamos desnudos, y frágiles como cualquier otro ser vivo cuando nace. Dios quiere desarmarnos, por eso Jesús nació niño.
Luego nos armamos, ¡y cómo! Cada vez más, cada vez mejor. Pero las armas las inventamos nosotros, Dios no inventó las armas, Dios no las creó, Dios no creó ninguna arma. Nosotros las creamos, nosotros las queremos, nosotros nos armamos. Nos negamos a estar desarmados, porque nos parece que somos débiles, demasiado vulnerables.
No confiamos en nuestras fuerzas, no confiamos en las fuerzas de Dios, en la fuerza del Espíritu. Confiamos en las fuerzas armadas. Creemos que nos hacemos fuertes, pero nunca somos tan débiles como cuando nos armamos.
Entonces
comprendemos mejor al profeta Isaías cuando dice: un niño los pastoreará.
Un niño desarmado los guiará. En Gaza, Jesús no nace guerrero, no nace como
Rambo, no se sube a los tanques, no dispara misiles. Un niño desarmado
los guiará.
¿Y
a quién guiará? Al lobo junto al cordero, al leopardo junto al cabrito, a la vaca junto
a la osa. Reconciliados por este niño. Es más fácil reconciliar a los animales
feroces que reconciliar a los hombres, es más fácil domesticar a las fieras que
domesticar el corazón humano.
Jesús
nace en Gaza, desarmado, para domesticar a Hamás, para domesticar a Israel. ¿Es
posible? Jesús lo cree, por eso nació desarmado. Una esperanza loca, digámoslo
así. Jesús no es un estratega, capaz de ganar guerras imposibles, guerras
perdidas, no es un diplomático refinado, es un niño. Un niño.
La esperanza significa esto: Dios no solo se hace hombre, se hace niño, y no solo niño, sino niño desarmado. Para reconciliar a los enemigos de siempre, a los que se odian, a los que no pueden soportar la presencia de los demás. Jesús trae al mundo una esperanza loca, la reconciliación de los enemigos.
P.
Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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