Renunciar a lo que nos impide volar
Si alguien viene a mí y no me ama más que a su padre, a su madre... e incluso a su propia vida, no puede ser mi discípulo.
Jesús no establece una competición de sentimientos por sus criaturas, porque sabe que de esta hipotética carrera de emociones no saldría vencedor, salvo unos pocos héroes o santos, de fe ardiente.
Nos recuerda, en cambio, que para crear un mundo nuevo, que es el sueño del Padre, se necesita una pasión tan fuerte como la del amor familiar.
Está en juego una nueva forma de vivir las relaciones humanas: mientras nosotros apuntamos a cambiar la economía, Jesús quiere cambiar al hombre. Lo hace apostando todo al amor, y con palabras que parecen excesivas, que parecen chocar con la belleza y la fuerza de los afectos, porque no sabemos dónde medir la felicidad de esta vida si no es en el dar y recibir amor.
Pero el verbo central en el que se basa la frase es: si uno no «ama más». Entonces no se trata de una sustracción, sino de una adición. Jesús no resta amor, añade un «más».
El discípulo es aquel que sobre la belleza de sus amores extiende una belleza mayor. Y el resultado no es una sustracción, sino un aumento, no una exclusión, sino una adición: Tú sabes lo hermoso que es dar y recibir amor, lo importantes que son los afectos familiares, pues yo puedo ofrecerte algo aún más hermoso y vital.
Jesús es la garantía de que tus amores serán más vivos y luminosos, porque Él posee la clave del arte de amar.
El que no lleva su cruz y no me sigue... La cruz: y nosotros la pensamos como metáfora de las inevitables dificultades de cada día, de los problemas de la familia, de una enfermedad que hay que soportar, o incluso de perder la vida.
En realidad, la vida se pierde como se gasta un tesoro: donándola gota a gota. Por eso, el verdadero drama no es morir, sino no tener nada, no tener a nadie por quien valga la pena gastar la vida.
En el Evangelio, la cruz es la síntesis de toda la historia de Jesús: amor sin medida, amor desarmado, amor valiente, que no se rinde, no engaña y no traiciona.
Toma sobre ti una gran porción de amor, si no, no vives; toma la porción de dolor que todo amor conlleva, si no, no amas.
Cualquiera de vosotros que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo. Porque tu vida no depende de tus bienes, «un hombre nunca vale por lo que posee, ni por el color de su piel, sino por la calidad de sus sentimientos. Un hombre vale lo que vale su corazón» (Gandhi).
Jesús pide sí una renuncia, pero a lo que impide volar. Quien lo hace, descubre que renunciar por Ti es igual que florecer.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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