Siervos inútiles, es decir, sin segundas intenciones, que se entregan
Para comprender la pregunta de los discípulos: «Aumenta nuestra fe», debemos volver a la vertiginosa propuesta de Jesús un versículo antes: si tu hermano comete una falta contra ti siete veces al día y siete veces al día vuelve a ti diciendo: «Me arrepiento», tú le perdonarás.
Parece una misión imposible, pero fijémonos en las palabras exactas. Si tu hermano vuelve y dice: «me arrepiento», no simplemente «lo siento, perdóname» (¡demasiado fácil!), sino «me convierto, cambio de actitud», entonces le darás confianza, le darás crédito, un crédito inmerecido, como hace Dios contigo; creerás en su futuro. Esto es el perdón, que no mira al ayer, sino al mañana; que no libera el pasado, sino el futuro de la persona.
Los discúpulos vacilan, temen no poder hacerlo, y entonces: «Señor, aumenta nuestra fe». Aumenta, añade fe. ¡Es tan poca!
Oración y petición que Jesús no escucha, porque la fe no es un «don» que viene de fuera, es mi respuesta a los dones de Dios, a su cortejo suave y desarmado.
«Si tuvierais fe como un grano de mostaza, podríais decir a este sicómoro: «Arráncate y plántate en el mar», y os obedecería».
El arte de Jesús, el comunicador perfecto, el poder y la belleza de su imaginación: árboles que obedecen, la más pequeña de las semillas comparada con la grandiosa visión de moras volando sobre el mar.
Basta un poco de fe, muy poca, menos que un grano de mostaza. Belleza es las del poeta Jan Twardowski: «incluso el santo más grande es transportado como una brizna de paja por la hormiga de la fe».
Todos hemos visto árboles volar y moras obedecer, y esto no por milagros espectaculares —ni siquiera Jesús arrancó nunca plantas ni hizo bailar a los collados de Galilea—, sino por el prodigio de personas capaces de un amor que no se rinde. Y eran padres heridos, misioneros valientes, jóvenes voluntarios felices e indefensos, profesionales competentes y dedicados, …
La segunda parte del Evangelio imagina una escena entre el amo y los siervos, que se cierra con tres palabras desconcertantes: cuando hayáis hecho todo, decid: «Somos siervos inútiles».
Busco en el diccionario y veo que inútil significa que no sirve para nada, que no produce, que es ineficaz. Pero este no es el sentido en el lenguaje de Jesús: esos siervos que aran, pastorean y preparan la comida no son ni incapaces ni improductivos. Y nunca se declara inútil el servicio.
Significa: somos siervos sin pretensiones, sin reivindicaciones, sin segundas intenciones.
Y Jesús nos llama a atrevernos a vivir, a elegir, en un mundo que habla el lenguaje del beneficio, a hablar el lenguaje del don; en un mundo que recorre el camino de la guerra, a tomar el camino de la paz.
Es decir, un mundo donde el servicio no es inútil, sino mucho más verdadero que sus resultados: es nuestra forma de arrancar árboles y hacerlos volar.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF


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