De Wikipedia a Grokipedia: qué esconde la batalla de las enciclopedias
«El error es la causa de la miseria humana; es el mal principio que ha generado el mal en el mundo; por su culpa nacen y perduran en nuestra alma todos los males que nos afligen; solo aplicándonos seriamente a evitar el error podemos esperar una felicidad sólida y auténtica».
Así comenzaba Nicolas Malebranche, en 1674, su “Búsqueda
de la verdad”. Para el filósofo francés, la verdad no era una posesión,
sino un ejercicio: un acto de vigilancia contra la ilusión de una claridad
aparente. Buscarla, diríamos hoy, significaba cuestionar los propios
prejuicios, revelar las suposiciones injustificadas, no confirmarlas.
Pasan los siglos, se superponen las épocas y, en
nuestro presente, el 30 de septiembre de 2025, un tal Elon Musk tuitea en X: «Estamos
construyendo Grokipedia, una mejora enorme con respecto a Wikipedia.
Francamente, es un paso necesario hacia el objetivo de comprender el universo».
El tiempo pasa, pero los errores permanecen y el pobre
Nicolas Malebranche se ha ido con las orejas bajas: ya no se busca la verdad,
es tal porque está garantizada. Surge una sospecha, se cierne un espectro:
¿no se esconde detrás del proyecto de «comprender el universo», como escribe el
magnate, el antiguo deseo de tomar las riendas del poder? Así parecería…
Para Elon Musk, de hecho, «mejorar» Wikipedia
significa borrar un conocimiento colaborativo, plural,…, y sustituirlo por una
única fuente de conocimiento vigilada: ya no el conocimiento distribuido de las
comunidades en línea, sino la inteligencia artificial de un sistema
propietario, elevado a dogma de una nueva teología tecnocrática.
Es un paso que dice mucho sobre la relación entre el
conocimiento y el control, entre la libertad como acceso socialmente compartido
al saber y las formas de poder.
Entonces se entiende lo que se esconde detrás de una crítica a una enciclopedia: el deseo de reducir la multiplicidad de conocimientos a un principio de autoridad, de devolver a la verdad una dimensión casi teológica.
En esta perspectiva, lo que es verdadero no se
verifica, sino que se cree: el conocimiento se convierte en un acto de fe en el
aparato que lo produce y lo custodia, una forma de poder que se presenta como
neutral porque se presenta como único y cerrado a toda interpretación.
Es la clásica construcción política del enemigo: afirmar la propia historia como la única historia, verdadera porque es única; autoritaria, como recuerda Karl Popper, porque reclama la ausencia de contradicción.
Sin embargo, la acumulación de conocimientos en el
mundo digital no es neutral: los modelos de inteligencia artificial aprenden de
los textos que encuentran en la red, reuniendo miles de millones de fragmentos
lingüísticos, y cada entrada de Wikipedia, cada nota al pie de página, se
convierte en una pieza del mosaico de lo que el algoritmo aprende a llamar
«verdadero». Intervenir en estas fuentes significa orientar, desde los
cimientos, la memoria del mundo. Borrarla significa instaurar un régimen
fundamentalista.
La cuestión de la Grokipedia de Elon Musk surge de una
ideología declarada desde el principio: los bancos de datos de entrenamiento de
los modelos de inteligencia artificial como fuente de interpretaciones
legítimas.
¿Cómo resolver el problema? ¿Reforzando el pluralismo
de las fuentes? ¿Actualizando los controles sobre los textos? En absoluto. Más
bien, imponiendo un único punto de vista y haciendo que los contenidos de las
entradas de Grokimedia sean controlados por la inteligencia artificial... de
Elon Musk.
El juego es un círculo vicioso. Generada y transmitida
directamente a su representante, la información con la que se entrenan los
modelos lingüísticos debe ser aceptada como verdadera porque se cree que lo es;
para serlo, debe ser única y no estar mediada.
Es innegable que cualquier lema, cualquier libro,
cualquier mirada —incluida la de la ciencia— depende de quien observa; pero si
la observación no encuentra contradicción, o no se mide con una verificación
colectiva, la enciclopedia se convierte en dogma.
Las enciclopedias tradicionales se disputan la
autoridad, se corrigen, se contradicen. Es en este conflicto de discursos y
poderes donde se forma un consenso mínimo, un consensus gentium del
conocimiento, en el que pueden coexistir interpretaciones que no coinciden con
las propias y, a largo plazo, emerge la variación de las que han tomado el
poder y por qué.
Elon Musk, en cambio, quiere una sola voz: borrar,
arrasar e inaugurar una escatología del conocimiento. Los expertos y los
revisores de Wikipedia adquieren rasgos de conspiradores, son la sombra de un
saber que hay que borrar, no actualizar.
Entender cómo funciona la máquina puede ser importante
para revelar su carácter dictatorial. Como el pluralismo de las fuentes no nos
gusta - quién sabe qué falsedades woke y que conspiraciones esconderán las entradas
de Wikipedia - se crea Grokipedia es una enciclopedia en línea generada por la
inteligencia artificial desarrollada: la versión ChatGPT de Elon Musk.
Seguramente detrás de la enciclopedia de Elon Musk se esconde una urgencia política. No se limita a poner el conocimiento científico y tecnológico al servicio del poder y la ideología del momento: es uno con el poder.
No porque Grokipedia sea política en el sentido
tradicional, sino porque elimina la mediación y el pluralismo distribuido del
control, según el modelo de Wikipedia. El conocimiento ya no es un campo de
negociación, sino una transmisión unidireccional. El algoritmo se convierte en
sacerdote, su propietario gobierna la revelación de una fuente cerrada de
formación.
No es un modelo enciclopédico-arquitectónico, donde el conocimiento se construye como un espacio compartido y racional. Aquí el conocimiento no se construye ni se cuestiona: coincide con la verdad misma.
Los lemas de Elon Musk no pretenden decir la verdad,
ni hacerla, ni mucho menos verificarla: son
la verdad. Y precisamente por eso no toleran la mediación, la confrontación o
la duda. Es un modelo teológico-político y, por ello mismo, fundamentalista.
Por eso Wikipedia es un problema: porque recuerda que
la verdad nunca es única, ni inamovible, sino negociada. Grokipedia, en cambio,
es el texto dogmático del nuevo fundamentalismo digital, la máquina que entrena
a sus guardianes de la revolución neoabsolutista.
Grokipedia no pide conocer, sino creer; no se abre a
la investigación, sino a la confirmación. El conocimiento, de ser un proceso
público y regulado por el debate de la confrontación, se transforma así en una
experiencia privada, fideísta, en la que la enciclopedia confirma un único
punto de vista.
La historia de las enciclopedias no cuenta tanto cómo eran
las sociedades, sino cómo se veían a sí mismas. Desde las Etymologiae de
Isidoro de Sevilla hasta las sumas medievales, desde la Encyclopédie de
Diderot y d'Alembert hasta empresas como la Larousse y, en nuestro país,
Espasa, toda enciclopedia, grande o pequeña, siempre devuelve el retrato
de un poder. Pero incluso cuando servía para legitimarlo, conservaba un margen
de libertad: representaba el mundo, no lo sustituía.
Con Elon Musk nos encontramos ante algo diferente, que revela mucho sobre su autor y sus adeptos. Para aclararlo, puede ser útil abrir “La muralla y los libros” de Jorge Luis Borges, donde escribe: «Se dice que el primer emperador de China mandó construir la muralla y quemar todos los libros escritos antes que él». Y añade: «Construir la muralla y quemar los libros son actos que se parecen. Ambos suponen la supresión del azar, la fijación de un orden».
El emperador era Qin Shi Huangdi. Y en su gesto, Jorge
Luis Borges ve la ambición de borrar el tiempo, de refundarlo desde cero, como
si la historia pudiera renacer de sus propias cenizas. Es un renacimiento
totalitario de la memoria, una destrucción fundacional que pretende purificar
el mundo del desorden del pasado para inaugurar una nueva era del hombre.
El mismo impulso teológico-político anima hoy el
modelo de Elon Musk. Al igual que Qin Shi Huangdi, Musk quiere borrar la Wikipedia
bajo una máquina de difamación, destruirla y sustituirla por su propia Grokipedia:
una máquina de redención epistémica que quiere reiniciar el tiempo del
conocimiento entrenado con la destrucción de lo demás.
No es solo una cuestión de poder: es, como en la “noche de los cristales rotos”, una
purificación de la memoria colectiva, donde la fractura es el preludio de la fe
en el nuevo orden mundial. Por eso, la empresa de Wikipedia debe ser demolida,
como hicieron los talibanes con Buda de Bamiyán o el ISIS con el León de Mosul.
Imágenes borradas para purificar el vacío en el que la ideología puede
recomenzar por sí misma.
La enciclopedia de Elon Musk ofrece el consuelo de la
unidad en un universo de fragmentos falsamente igualitarios: la certeza de una
sola voz en medio del ruido de todas.
No es casualidad que la derecha digital aproveche esta
necesidad de certeza, la idea de un mundo estable y tranquilizador, donde solo
existe una historia, una única verdad en la que creer.
Este es el verdadero peligro de Grokipedia: su
pretensión de no ser un juego tecnológico sino la última enciclopedia posible y
coherente del nuevo mundo, la estrella de su redención digital.
Solo un retorno a un sano realismo, en su forma más
simple y más política, puede oponerse a esta deriva: reconocer que el mundo
existe más allá de lo que la web nos permite pensar; que es compartido y
transformable; que la verdad nace del encuentro —y de la confrontación— entre
perspectivas; que el conocimiento nunca es neutral, pero puede ser común.
Grokipedia es la inversión completa de la
enciclopedia: ya no es un acto colectivo de filtrado y revisión de la memoria,
sino un automatismo propietario que acumula creencias.
Porque una enciclopedia que habla con una sola voz no ilumina por contraste a las demás: las borra. Transforma una historia en la única historia, simplifica la realidad de las mil y una ramificaciones en un único actos de fe.
Por eso defender la enciclopedia, hoy en día, significa
defender la mentira del discurso único y salvaguardar la posibilidad del desacuerdo.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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