¿Y si la paz no desciende de lo alto?
En la Odisea de Homero, la paz no la trae Ulises, sino que la imponen los dioses. Y esto hasta puede ser interesante. Los seres humanos protagonistas del poema homérico se revelan, al final, obstinados en continuar con sus violencias. Si la guerra termina es porque intervienen los dioses: Zeus, el padre de los dioses, y Atenea. También se podría añadir que Zeus se adapta a la situación y utiliza la fuerza —un rayo— para sofocar la fuerza salvaje de la violencia.
La paz, por tanto, solo llega al final y, sobre todo, son los dioses quienes la desean y la hacen. Los hombres no llegan a hacer la paz, se limitan a sufrirla. Una paz «desde arriba» acaba siendo, por lo tanto, la única posible. Y es también la que cierra toda la historia de Odiseo, su largo viaje lejos de casa. Los hombres, Odiseo y los demás, hacen la historia, pero son los dioses quienes la cierran.
Es provocador este extraño final de la Odisea. Nos plantea muchas preguntas a nosotros, hoy en día, un poco aturdidos ante guerras que no logran terminar.
A primera vista, personas como Trump, Putin y Netanyahu nos parecen más aptas para hacer la guerra que para hacer la paz. Xi Jin Ping, por ahora un poco al margen, solo espera la ocasión propicia para lanzarse sobre Taiwán. Es cuestión de tiempo. Zelensky, por su parte, parece el más comprometido con la búsqueda de la paz, tal vez por la sencilla razón de que ya no parece capaz de seguir con la guerra y está al límite de sus fuerzas para continuarla.
Así es. Estamos en manos de los Odiseos y Telémacos modernos que siguen persiguiendo a sus enemigos. Desde el cielo, ningún Zeus ni Atenea lanzan rayos para detenerlos.
Más bien, los que creemos en el Dios cristiano nos vemos obligados a constatar que nuestro Dios «se ha ido» (Mc 13, 34), «de viaje» (Mt 25, 14), «a un país lejano» (Lc 19, 12). Se ha dicho que el Dios del Evangelio «sale de escena», deja el escenario vacío y quiere que los hombres lo ocupen en su lugar. Luego, los hombres tendrán que rendir cuentas de lo que han hecho. Pero solo al final del viaje del dueño de la casa. Mientras tanto, no habrá rayos del cielo para detener a los hombres que llevan mal el juego y que, a menudo, se hacen guerras sin sentido.
En esta situación, o la paz es la que los hombres logran hacer o no es. Por otra parte, no puede ser de otra manera, con un Dios que ha tenido tanta confianza en los hombres que se hizo hombre Él mismo. Ha concedido una confianza de la que no puede retractarse. Los hombres «deben» hacer la paz, y solo ellos. De lo contrario, su propia violencia los matará. Es más: ya los ha matado y sigue matándolos porque, hasta hoy, la guerra continúa y no se sabe si terminará ni cuándo.
Es el punto de vista de los creyentes en Jesús de Nazaret. Ellos saben que el Dios de la paz ha traído el cielo a la tierra. Entre otras cosas, ese es el mensaje de la Navidad. Otros hombres han traído la guerra hasta convertida en «santa». Nosotros, huéspedes del planeta, estamos en equilibrio entre una tierra en paz y en guerra.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF


No hay comentarios:
Publicar un comentario