miércoles, 29 de enero de 2025

Dios se cree y se anuncia desde lo más profundo de los cielos.

Dios se cree y se anuncia desde lo más profundo de los cielos 

Comienzo con una confesión. Lo reconozco, mi fe conoce dudas. No es la mía una fe granítica en Dios. Mis convicciones no son tan firmes ni rocosas… que no conozcan vacilaciones. ..No soy un sólido representante de la espiritualidad religiosa y de su inevitable dogmatismo. Dicho con otras palabras, servir al Dios infinito no significa para mí distanciarse, mucho menos aún renunciar, odiar,…, del mundo como finito. 

Podemos distinguir al menos dos maneras diferentes de entender lo espiritual. La primera es la de cierto espíritu religioso. Supone que el mundo finito es un lugar de muerte y corrupción de todas las cosas, un mundo marcado por la inexorabilidad del tiempo y la destructividad moral del pecado, y que la verdadera vida no pertenece a este mundo. Esta primera forma de lo espiritual se nutre, de hecho, del sentimiento de un Dios más allá del mundo y de una vida verdadera más allá de la vida. La verdadera vida, de hecho, no es esta vida, sino la vida que nos espera después del final de esta vida, después de nuestra muerte. La verdadera vida no es la vida que vivimos en la tierra -inexorablemente corrompida por el tiempo y el pecado-, sino la vida eterna que nos consolará infinitamente de los dolores y sufrimientos experimentados en esta vida. 

En esta primera forma, lo espiritual que he definido como religioso gira en torno al carácter deficiente, que falta, insuficiente que caracteriza esta vida en relación con la plenitud de la vida que se vivirá eternamente después de nuestra muerte. La trascendencia del más allá se contrasta con la inmanencia del aquí y ahora. La naturaleza infinita de la vida eterna se entiende como el rescate y la redención de la vida terrenal. Esta declinación de lo espiritual no puede, pues, ser otra cosa que fatalmente gnóstica, fundada en la separación y oposición entre la oscuridad de lo finito -su privación de ser- y la luz incorrupta de lo infinito -su abundancia de ser-. 

Y existe otra segunda forma de lo espiritual. En este caso el sentimiento de lo espiritual ya no surge de la pobreza del mundo finito que aspira a las riquezas ultramundanas de un mundo detrás de este mundo, no surge de la aflicción y el sufrimiento humanos que buscan consuelo, no proviene de la privación del ser que marcaría fatalmente la forma humana de vida, ni de la aspiración a una vida no corrompida por el tiempo, el pecado y la muerte. Esta forma diferente de lo espiritual es generada, en cambio, por el misterio del mundo mismo. Surge del asombro ante la sobreabundante riqueza del mundo y no de su imperfección. De un exceso y no de una privación. 

En este caso, la trascendencia ya no está gnósticamente separada de la inmanencia, sino que aparece como un pliegue interno de ella. El mundo finito no es un lugar de oscuridad en contraste con el de luz, sino que parece ser un lugar de luz en sí mismo. Lo espiritual no surge, en definitiva, del abandono del mundo finito hacia el mundo infinito, sino de nuestra inmersión en el mundo finito. Porque sólo en este mundo podemos encontrar el misterioso significado del infinito. Éste es, en mi opinión, el hilo invisible que une la vida escondida y el ministerio público de Jesús de Nazaret. 

Lo espiritual que ya no miraría hacia las alturas de los cielos, sino hacia el "abajo" de nuestra vida terrena porque es precisamente en este "abajo", coherentemente con revelación de la encarnación y de la kenosis del abajamiento mismo de Dios, que se revela como la figura más radical de la trascendencia. Es precisamente en lo profundo del mundo finito que pueden surgir el asombro y la visión de lo infinito. Por ejemplo, sólo a través del amor carnal, erótico, apasionado que une a dos jóvenes amantes, y no a través de los libros escolares de teología y de la moral del sacrificio, que el absoluto anuncia su presencia en el mundo. 

En esta perspectiva, la visión gnóstica de lo espiritual religioso se trastoca drásticamente: no hay lucha entre la luz del día y la oscuridad de la noche -entre el alma y el cuerpo- porque la noche es ese velo transparente arrojado sobre el mundo que hace que el cuerpo de todo el mundo poesía profusa. Es la mirada del espíritu no religioso la que se refiere más a lo que está vivo. La misma trascendencia no ocurre fuera del mundo, sino sólo dentro de sus pliegues. 

Dejarse sacudir fuertemente a veces o permanecer en silencio a veces ante el Misterio es la postura de una vida espiritual que no abandona este mundo por otro mundo, sino que sabe mostrar la ternura por todo ser viviente y la belleza divina en todo lo que es imagen y semejanza divina. En todo lo creado podemos contemplar y agradecer la analogía divina. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

No hay comentarios:

Publicar un comentario

María, Virgen y Madre de la espera.

María, Virgen y Madre de la espera   Si buscamos un motivo ejemplar que pueda inspirar nuestros pasos y dar agilidad al ritmo de nuestro cam...