lunes, 27 de enero de 2025

Educar para la Paz también en el Jubileo de la Esperanza.

Educar para la Paz también en el Jubileo de la Esperanza 

El Día Escolar de la Paz se celebra cada 30 de enero porque en ese día, de 1948, fue asesinado Mahatma Gandhi. 

El Jubileo de la Esperanza, solemnemente deseado e inaugurado por el Papa Francisco en la Basílica de San Pedro el pasado 24 de diciembre ¿será también el Jubileo de la Paz? Es la esperanza de todos nosotros, pero el camino es todavía largo y arduo, cada día lo tocamos con nuestras propias manos registrando muertos y heridos en Ucrania, Gaza, Israel y otras partes del polvorín de Oriente Medio y de otras latitudes de nuestro planeta. 

El Papa Francisco ha hecho tres llamamientos para construir la paz. Condonar la deuda de las naciones pobres, eliminar la pena de muerte, destinar a la educación los recursos que se gastan en armamento. Llamamientos dirigidos sobre todo a las conciencias y a las decisiones de los organismos internacionales y de los Estados, pero que interpelan también a las Iglesias y a las Religiones, afectadas por la devastación de las guerras. Mucho pueden hacer en la educación para la paz, dirigiéndose especialmente a los jóvenes. Nos lo recuerdan las enseñanzas de un educador paciente e ilustrado como el Cardenal Carlo Maria Martini, que pasó parte de los últimos años de su vida en Tierra Santa, alimentando con estudios y reflexiones el diálogo entre cristianismo, islam y judaísmo: 

«Educar», decía, «es como sembrar: el fruto no está garantizado y no es inmediato, pero si no se siembra es seguro que no habrá cosecha». Por eso es tan indispensable como el alimento que necesitamos para nutrir nuestro cuerpo y, sobre todo, nunca es comida precocinada, sino depositada en el corazón de la tierra. Es una actividad que a veces se oculta, se malinterpreta, se trivializa y no se reconoce. Sin embargo, ¡qué vital es! Las vidas individuales y colectivas dependen de ella. Tan importante como el aire que respiramos y el agua que bebemos. Y si no educamos, no habrá aire ni tierra. Para todos y todas. Por eso, sembrar es imprescindible. «Todo cambio -dice hoy el Papa Francisco- necesita un camino educativo para hacer realidad una nueva solidaridad universal y una sociedad más acogedora». 

En resumen, la educación es revolucionaria. Así que sembremos. Con la esperanza de quienes creen en el poder de las semillas y en la generosidad del futuro. La educación es el terreno fértil de las nuevas generaciones para favorecer la convivencia entre los pueblos basada en la fraternidad.  Hacer de la educación una verdadera «escuela de paz» es una respuesta a la llamada del Papa Francisco cuando invita a los niños, jóvenes y jóvenes de hoy a «ser artífices de paz» y «protagonistas y no espectadores del futuro». Un futuro que no se construye solo, sino juntos. «Ponerse en red y trabajar en red». Es decir, 'pasar del yo al nosotros' y 'trabajar por el bien de todos'. En otras palabras, como suele recomendar el Papa Francisco, se trata de 'estar despiertos y no dormidos', ya que el futuro 'se adelanta trabajando, no durmiendo; caminando por la calle, no tumbados en el sofá; usando bien la informática, no perdiendo el tiempo en las redes sociales; y luego este tipo de sueños se realizan rezando, es decir, junto a Dios, no con nuestras solas fuerzas'. 

Educar, sabiendo que la paz no es la simple ausencia de guerra y que no puede reducirse a asegurar el equilibrio de fuerzas opuestas. Que es fruto de la justicia y efecto de la caridad. Un don de Dios y al mismo tiempo también una obra que hay que construir. La paz no puede darse por descontada; no es evidente. Es una obligación, un logro y una lucha incesante para preservarla. No hay soluciones automáticas ni recetas. La oración, el testimonio del Evangelio y el amor son necesarios para construir una cultura de paz y de solidaridad, en la que las personas vean en el rostro de sus semejantes a un hermano y a un amigo, y no a una amenaza y a un enemigo. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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