El arte de saber soltar
En el Evangelio de Lucas, éste recoge la oración del anciano Simeón que resalta como columna que sostiene toda una espiritualidad, todo un arte de vida: «Ahora, Señor, puedes dejar que tu siervo se vaya en paz, según tu palabra». Una oración conocida, una oración familiar, repetida a lo largo de los siglos al comienzo de la noche, cuando la oscuridad ahora domina la tierra. Oración de confianza, oración de fe.
Todo en el Evangelio de Simeón me habla de entrega, que es una entrega confiada: María y José entregan al Niño. Simeón se confía, y Ana, fiel y devota desde hacía mucho tiempo a Dios, llega al buen puerto encomendándose.
Confiar significa perder la pretensión de control sobre todo. Significa tener el coraje de no ejercer control sobre uno mismo y los demás. Confiarse significa verdaderamente confiar: entregarse al Padre, que protege y acompaña.
Existe un arte de dejar ir que deberíamos volver a aprender. Vivimos en una sociedad que nos empuja a acumular, a controlar, a huir de lo inesperado. Estamos expuestos a mensajes constantes que estimulan nuestras preocupaciones y alimentan nuestros miedos, para ofrecernos garantías y zonas de seguridad, como si, en realidad, la vida no fuera impredecible y siempre más grande que nuestros cálculos. Porque una cosa es tener cautela y otra rodearnos de defensas, de salidas de emergencia, de herramientas para controlar nuestra vida y la de quienes nos rodean.
En cambio, Simeón nos recuerda que existe un arte de dejarse ir, un arte que es la confianza en el Padre. Soltar, entender que el deseo de control nos consume y nos asusta, erosiona nuestros espacios de libertad, nos condiciona quitándonos el placer de la sorpresa. Porque en el fondo sabemos que nada puede hacernos inmunes a la fatiga y al dolor.
Así que, realmente, tenemos que redescubrir el arte de dejar ir, el arte de no poseer, el arte de devolver. Es el arte de saber soltar cuando algo o alguien se nos escapa. Es el arte de darnos libertad a nosotros mismos y a los demás.
Ésta es la enseñanza de Simeón: ver lo que has estado esperando toda tu vida y dejarlo ir inmediatamente. Tantas veces, probablemente, hemos pasado por momentos en los que hubiera sido bueno sustituir la posesión por la confianza, incluso cuando hayamos saboreado algo bueno.
En todo caso, volver al punto de partida, volver a la confianza originaria y espontánea: ésta es, quizás, la santidad de Simeón, del arte de la vida que acoge y se desprende, que admira sin aferrar, que disfruta sin consumir,…, el arte del que sabe desprenderse incluso o precisamente de aquello que creía que era más suyo.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
No hay comentarios:
Publicar un comentario