Mirar el dolor del mundo a la cara
En el Evangelio me resuena una frase que en estos días de sufrimiento y de luto se transforma en letanía: «Señor, mira que tu amigo está enfermo». Cuántas veces, en los pasillos de los hospitales, en las habitaciones de los asilos, en las casas y en las ambulancias,…, habrá llegado a los labios esta advertencia tan humana, que en realidad es una súplica tan humana: «Señor, mira que tu amigo está enfermo». Señor, esa abuela, ese abuelo, esa madre, ese padre, ese amigo, ese pariente, ese compañero está enfermo: Señor, haz algo. Encárgate tú, Señor.
Hay una ola de dolor que se abate sobre el mundo. El Papa Francisco hablaba una vez de una “densa oscuridad” que se está formando en nuestros días. Y aquellos que no padecen una enfermedad física, experimentan preocupación por sus seres queridos, ansiedad por el trabajo, por una actividad que se ha detenido, por responsabilidades familiares que un futuro incierto podría quizás poner en crisis… Y luego están las penurias de las largas convivencias, los desacuerdos por espacios limitados y tiempos superpuestos, que no siempre conducen a una ampliación de la paciencia.
“Señor, he aquí que tu amigo está enfermo”: una constatación que sentimos muy cercana a nosotros.
Debemos tener el coraje de mirar todo este dolor en el mundo.
Debemos tener el coraje de penetrarlo, de sentir su peso, de sentir emoción y lágrimas por este dolor del mundo, que es un dolor singular de vidas únicas y al mismo tiempo el dolor de la humanidad.
Debemos sentirnos conmovidos y llorar como Jesús en la tumba de Lázaro.
Hemos vivido en una sociedad que ha hecho todo lo posible para ocultar el dolor, disimular el sufrimiento, eliminar la muerte. Vivíamos en una sociedad que eclipsaba el dolor, incluso cuando éste golpeaba, porque eran golpes lanzados uno a uno sobre diferentes individuos. El dolor fue limitado o, tal vez, simplemente dejado de lado, tal vez para exorcizarlo. Tropiezos de una sociedad lanzada hacia un bienestar que se creía omnipotente y eterno.
En cambio, el dolor llama a las puertas de muchas personas. Y trae cambios a todas las vidas. Y os vemos obligados a mirar a la cara ese dolor repentino, como Jesús en su camino a Betania. Ese Jesús que no huye, que no pierde el interés, y que ni siquiera realiza un fácil milagro desde lejos: Él, como los hombres que encuentra, como los amigos que le importan, levanta la mirada sobre el dolor. Él va a donde está su amigo Lázaro, que está en el sepulcro, y va a compartir el dolor y el luto de Marta y María. Y llora, pero al mismo tiempo se abre a la esperanza, recordando que ese dolor hay que asumirlo con todo su peso, pero que no será la última palabra sobre nuestras vidas.
Sólo así comprendemos por qué Lázaro puede salir vivo del sepulcro: un Jesús que penetra el dolor sin dejarse asfixiar por él puede encender la esperanza y demostrar que la piedra sobre la vida no es el acto final. Profecía de su cruz y resurrección.
El dolor puede esconderse en cada ser. Existe el misterio del dolor del mundo al cual, debemos admitirlo, somos incapaces de dar respuestas que calmen nuestras preguntas.
Somos parte de una humanidad: en cada dolor – se nos recuerda tantas veces – podemos sentir el dolor de todos, sentimos “todos los otros dolores”, pero al mismo tiempo “todas las otras vidas”.
En este tiempo estamos llamados a dejar de lado el egoísmo: todo eco de dolor nos concierne, porque cada dolor es hermano y hermana de mi dolor.
Quizás hemos de redescubrir lo bello que es compartir la alegría, pero también lo importante que es sentir fraternidad en el dolor.
Tal vez, nos queda saber, por la fe, que una tumba se puede abrir, que la vida brota misteriosamente incluso cuando parece haber solo oscuridad y muerte, y que de alguna manera podemos liberarnos del sufrimiento.
Si primero hemos tenido el valor de mirarlo a la cara, entonces también podremos captar toda la fuerza de un Dios que llora antes de mover la piedra sobre el sepulcro, para que vuelva el brillo del consuelo y la luz de la esperanza a todo dolor.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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