Porque nuestra Pascua es Cristo (1 Co 5, 7)
Durante el
presente 2025, los cristianos conmemoramos el 1700 aniversario del Primer
Concilio Ecuménico de la Historia de la Iglesia, un Concilio que se celebró en
Nicea en el año 325 y que, en respuesta a las enseñanzas ampliamente difundidas
del teólogo alejandrino Arrio, proclamó el credo de que Jesucristo, como Hijo
de Dios, es «consustancial al Padre».
El Concilio tuvo
lugar en un momento en que la Iglesia aún no estaba herida, maltrecha por los
numerosos cismas que se produjeron después. Por ello, su confesión cristológica
sigue uniendo hoy a todas las Iglesias cristianas y su importancia ecuménica es
grande. El 1700 aniversario es una ocasión propicia para conmemorar este Concilio
en comunión ecuménica y reafirmar su confesión cristológica en la que se
fundamenta la unidad en la fe.
Su relevancia
ecuménica radica también en que, además de la confesión cristológica, trató
cuestiones disciplinares y canónicas, de las cuales la más importante y al
mismo tiempo la de mayor actualidad, es la fecha de Pascua, lo que demuestra
que la fecha de Pascua ya era un punto controvertido en la Iglesia primitiva y
existían diferentes cálculos cronológicos al respecto. Por ello, el
1700 aniversario del Concilio de Nicea es también una ocasión especial para
reanudar e intensificar los esfuerzos por encontrar una fecha de Pascua común.
El aniversario
del Concilio de Nicea, que formuló la confesión cristológica común a todos los
cristianos, ¿podrá proporcionar un renovado impulso para reconsiderar la norma
que estableció en relación con la fecha común para la celebración de la Pascua
y para reflexionar sobre esta cuestión en las circunstancias actuales?
Seguramente un
repaso de la historia de la fecha de Pascua, y de las diversas soluciones
propuestas al problema del calendario, demostraría que no ha sido nada fácil
encontrar una fecha de Pascua común. A la luz de las dolorosas experiencias que
han vivido por ejemplo las Iglesias ortodoxas, en particular debido a los
cismas provocados por las reformas del calendario, esta cuestión debería
tratarse con grande delicadeza.
Si el
progreso hacia una fecha pascual común requiere todavía diversos esfuerzos,
también requiere, y quizá hasta sobre todo, de la voluntad de todas las
Iglesias de no absolutizar su propia historia y de no esperar sólo concesiones
de los demás. También sería necesario considerar autocríticamente qué
contribución puede y debe hacer cada Iglesia a una mayor unidad entre los
cristianos.
El 1700
aniversario del Concilio de Nicea es, sin duda, una ocasión especial para
intensificar los esfuerzos en favor de una celebración común de la Pascua en
las Iglesias de Oriente y Occidente, entre otras cosas porque ese año las
Iglesias de Oriente y Occidente podrán celebrar de nuevo la Pascua el mismo
día, es decir, el 20 de abril de 2025.
Un tema
importante es la relación de esta cuestión con la fiesta de Pascua y, por
tanto, con las raíces judías de la fiesta cristiana. Hoy en día ya no parece
del todo claro qué quería decir realmente la regla de Nicea, según la cual la
Pascua no debía celebrarse «con» -«meta»- los judíos de la época. Las
investigaciones actuales suponen que los Padres conciliares no consideraban
suficientemente preciso el cálculo judío de la Pascua y, por tanto, preferían
un método más exacto. La decisión del Concilio niceno de que el cálculo
cristiano de la Pascua no dependiera del cálculo judío fue malinterpretada en
siglos posteriores como si implicara la intención de rechazar cualquier
influencia judía. Sin embargo, de ser así, no sólo se trataría de una cuestión
astronómica y, por tanto, de calendario, sino que estarían en juego las propias
raíces cristianas de la Pascua.
En la historia
del cristianismo, el distanciamiento del judaísmo se ha hecho cada vez más
fuerte, hasta el punto de que el vínculo entre la Pascua cristiana y la Pascua
judía, en cuanto a tiempo y contenido, podría romperse sin provocar
probablemente grandes problemas teológicos. Sin embargo, hoy en día, cuando se
busca una fecha común para la Pascua, hay que tener muy en cuenta el vínculo
con la Pascua judía.
No sólo en vista
de la difícil historia entre judíos y cristianos, y del significativo avance en
la relación con el pueblo judío que hizo posible el Concilio Vaticano II con la
Declaración «Nostra Aetate», sino también conscientes de la centralidad del
Antiguo Testamento en la rica Liturgia de la Palabra durante la celebración de
la Vigilia Pascual, no sería una feliz señal que se restara importancia a las
raíces judías de la Pascua o incluso que se olvidaran esas raíces al buscar hoy
una solución a la cuestión del calendario.
Una
fecha de Pascua común permitiría también expresar de forma más creíble la
profunda convicción de la fe cristiana de que la Pascua no es sólo la fiesta
más antigua, sino también la más importante del cristianismo: "¡Si no hay
resurrección de los muertos, tampoco Cristo ha resucitado! Pero si Cristo no
resucitó, vacía es nuestra predicación, vacía también vuestra fe" (1 Co
15,13s). Con estas palabras, el apóstol Pablo San Pablo afirmaba ya con
toda claridad que la fe cristiana se sostiene con y en el Misterio Pascual.
Dada la importancia central del Misterio Pascual en la fe cristiana, es
comprensible que los cristianos deseemos celebrarlo en una fecha común.
Es verdad que
los cristianos celebramos el misterio pascual no sólo en Pascua, sino que
Cristo resucitado está presente en cada celebración de la Eucaristía,
especialmente el Domingo como día de su resurrección. Si la Pascua es la fiesta
de todas las fiestas cristianas, y si en ella el misterio pascual encuentra su
expresión más intensa a nivel de la liturgia de la Iglesia cristiana, este significado
profundo de la Pascua podría ponerse de manifiesto más claramente mediante una
fecha pascual común, que también daría un fuerte impulso al camino
ecuménico hacia el restablecimiento de la unidad de la Iglesia en Oriente y
Occidente en la fe y el amor bajo el único primado y señorío, el de Cristo
muerto y resucitado. Porque Él es nuestra Pascua.
P. Joseba
Kamiruaga Mieza CMF
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