Alfabetización para la “crisis” de la esperanza
Existe una gran “crisis” de esperanza. Pero al mismo tiempo un gran deseo de ver una Iglesia cristiana capaz de dar respuestas concretas al mundo contemporáneo. Y creo que es profética, en términos de actualidad y urgencia, la elección del Papa Francisco de dedicar el Año Santo 2025 al tema de la esperanza, después de haber constatado en primera persona, en sus doce años de pontificado, que hemos dejado de esperar quizás porque nos hemos vuelto ciegos unos a otros.
El Papa Francisco es, seguramente, una de las figuras públicas que inspiran un mayor grado de confianza y esperanza mucho más allá de la confesión religiosa. Gusta, por ejemplo, su sintonía con las necesidades reales de las familias, la claridad y espontaneidad de sus palabras.
También sería interesante descubrir cuáles son las “expectativas” que las personas tienen respecto a los temas sobre los que el Jubileo debería poner de relieve, incluso en los medios de comunicación. Quizá encontraríamos temas como el compromiso con la paz en todas las zonas de guerra, la lucha contra las causas estructurales de la pobreza y el hambre, el compromiso contra las desigualdades, la atención a la dignidad de cada persona, la protección del medio ambiente, el compromiso con la fraternidad universal…
Temas, como se puede observar, que forman parte integrante de la predicación oral y gestual del Papa Francisco. ¿Qué característica pueden estar siendo percibidas como distintivas del magisterio del Papa Francisco?
Por ejemplo, el llamado constante a la paz contra las guerras y a la fraternidad contra el odio, la atención a los últimos y más débiles con el retorno al Evangelio, la espontaneidad, el lenguaje y el modo de comunicar, la atención a los jóvenes como protagonistas del futuro, el compromiso por una Iglesia que acoge a todos, el compromiso por la renovación de la Iglesia, la atención a la crisis climática y a la protección del medio ambiente,…
Es cierto: con reflexiones, homilías, libros e incluso entrevistas televisivas, el Papa Francisco ciertamente no escatima en construir relaciones con la comunicación. Y no es casualidad que haya querido fijar en su agenda el Jubileo de los Medios de Comunicación como el primer evento importante del Año Santo, reuniendo en el Aula Pablo VI a miles de periodistas y escritores de todo el mundo.
Dejando de lado el discurso escrito, hablando de manera espontánea, con tono de confidencia, casi como un “colega” a sus colegas, hizo un llamamiento a los operadores de información, invitándoles a hablar desde el corazón y a difundir esperanza. “Con la palabra coraje podemos resumir todas las reflexiones de las Jornadas Mundiales de las Comunicaciones Sociales de los últimos años, hasta el Mensaje emitido en la fiesta de San Francisco de Sales para la que celebraremos en 2025. Escuchar con el corazón, hablar con el corazón, custodiar la sabiduría del corazón, compartir la esperanza del corazón. En los últimos años, ha sido mi corazón el que ha dictado las pautas de nuestra reflexión sobre la comunicación responsable para construir puentes y abrir puertas…”.
Luego, en este Jubileo, el Papa Francisco hizo otra recomendación: “Contar también historias de esperanza, historias que alimenten la vida. Cuando se cuenta la historia del mal, se deja espacio a la posibilidad de reparar lo que está roto, al dinamismo del bien que puede reparar lo que está roto. "Sembrar preguntas." Porque “contar la esperanza significa ver las migajas de bien escondidas incluso cuando todo parece perdido, significa permitirnos esperar incluso contra toda esperanza”. En esencia, difundir esperanza “significa observar los brotes que brotan cuando la tierra aún está cubierta de cenizas. Hablar de esperanza es tener una mirada que transforma las cosas, las hace ser lo que podrían, lo que deberían ser. Significa hacer que las cosas se muevan hacia su destino”.
La comunicación es más que una profesión. Es un llamado y una misión. Los comunicadores, a través de la palabra y de la imagen, a través del estudio, de la capacidad de ver y de escuchar, deben ser capaces de ponerse del lado de los marginados, de los que no se ven ni se escuchan. También para reavivar – en el corazón de quien lee, escucha, mira – el sentido del bien y del mal y la nostalgia del bien que se cuenta y se presencia.
De ahí la necesidad de una alfabetización mediática, de educar en el pensamiento crítico, en la paciencia del discernimiento necesario para el conocimiento; y promover el crecimiento personal y la participación activa de cada individuo en el futuro de sus comunidades.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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