sábado, 15 de febrero de 2025

Año de Gracia… Buena Noticia… Magnificat... Bienaventuranzas.

Año de Gracia… Buena Noticia… Magnificat... Bienaventuranzas 

Para iniciar 

La pauta del profeta Jeremías, primera lectura, es sencilla: Dichoso el hombre que permanece junto al Señor; maldito el que se aparta de él. El profeta ilustra su verdad con una imagen fácil para el hombre de Oriente Medio que sabe lo que significa que una planta crezca en un desierto y otra junto a un río...  

Somos muy ricos, ricos en todo. Pero nos impresiona la difusión del sufrimiento que llega por todas partes, incluso donde hay riqueza y bienestar. Sin embargo el Señor nos dice hoy que los pobres son bienaventurados. 

¿Qué significa esto? La pobreza puede ser el régimen adecuado para comprender lo que significa dar un don y recibirlo. El don más hermoso es el don sin retorno y sin recompensa. Los pobres, ya sean pobres de dinero, pobres de compañía, pobres de todo,…, se encuentran en la situación adecuada para comprender lo grande que es recibir sin tener que dar, ser consolado sin tener que consolar, tener compañía cuando uno no puede devolverla.  

Esto es especialmente cierto para los creyentes que reciben la «salvación», el sentido último de su vida, del Señor que muere por ellos. Dios en el Hijo nos da todo y nosotros no tenemos nada. 

Es la típica desproporción que también llamamos 'gracia': el todo frente a la nada, el santo frente al pecador, la abundancia frente a la indigencia, la riqueza frente a la pobreza. 

Nosotros somos constantemente agradecidos: lo recibimos todo… gracia más gracia… gracia abundante… gracia plena… Nuestra única grandeza consiste en dar gracias porque somos fruto de la gracia, de tanta gracia, de nada más que gracia. 

Para contemplar 

Quizá cuando leemos las bienaventuranzas nos sentimos hasta incómodos. No hay figuras de las que podamos aprender o en las que podamos encontrarnos… sino que Jesús habla clara y rotundamente dirigiéndose directamente a nosotros -discípulos-. 

A diferencia de las bienaventuranzas del Evangelio de Mateo, en el Evangelio de Lucas encontramos cuatro bienaventuranzas en lugar de ocho, que se contraponen a cuatro problemas, y nos sentimos interpelados por estos cuatro problemas. 

Es necesario detenerse y fijarse es el uso del «ahora». Jesús se dirige a nosotros y nos invita a cuestionarnos cómo es el momento presente. Si al leer este Evangelio hoy sentimos que ya hemos llegado, no nos cuestionamos y no nos estremecemos, significa que nuestro corazón no está a la escucha de Dios y por eso nos amonesta. 

El rico entendido como satisfecho de su propia vida no busca consuelo, sino que se distrae con lo que va consiguiendo en su vida terrena, quedándose así en un nivel superficial. Para encontrar a Dios y encontrarnos con Él debemos estar dispuestos a mirar la parte no resuelta, pobre, dolorida y magullada que hay en el mundo (y también la que somos y tenemos cada uno de nosotros). 

Dios se encarna, vive,…, pasa a través de la pobreza…. Y todas sus formas (hambre, injusticia, marginación, violencia…). Es importante mirar el reverso negativo de la historia o el lado oscuro del mundo en el momento presente.

Y en todo ello conocer y saber que Dios está de parte del pobre, del huérfano, de la viuda, del inmigrante… Y que el Dios en el que creemos es el Dios del Magnificat… Contempla el Dios del Magnificat: el que desbarata a los soberbios en sus planes, derriba del trono a los poderosos, ensalza a los humildes, colma de bienes a los hambrientos, despide a los ricos vacíos… 

Esta lectura del pasaje resuena mucho en los discípulos si hemos escuchado antes el discurso inaugural de Jesús en la sinagoga de Nazaret. ¿Lo recordamos? Sí, aquél en el Jesús hablaba del Hoy del Año de Gracia y de la Buena Noticia… para los pobres, los cautivos, los ciegos, los oprimidos… 

Y es que Dios es el Dios de los nuevos cielos y la nueva tierra… que enjuga las lágrimas, que venda las heridas, que da de comer,…, un Dios muy samaritano 

Para gustar 

Un evangelio poderoso e inigualable. Durante muchos años hemos luchado, si vale la imagen y la expresión, con este evangelio, que siempre nos elude, nos sobrepasa,... 

Nuestras palabras que intentamos alinear dicen poco más que la nada que entendemos de estas inmensas palabras. 

«He venido a dar la buena noticia a los pobres», había dicho en la sinagoga. Y aquí está el milagro: bienaventurados vosotros los pobres. 

El lugar de la felicidad es Dios, pero el lugar de Dios son las infinitas cruces de los hombres. 

Y finalmente añade una antítesis deslumbrante: el problema del mundo no son los pobres, sino los ricos: ¡ay de vosotros, los ricos! 

Sílabas suspendidas entre el sueño y el milagro, atrevidas, incluso antes que Jesús, por su madre en el canto del Magníficat: «ha saciado a los hambrientos de vida, ha despedido a los ricos con las manos vacías» (Lc 1,53). 

Estos oráculos proféticos, o más bien más que proféticos, ese “bienaventurado” que contiene plenitud, felicidad, dicha, gracia, pegado al pueblo hambriento y lloroso, a los pobres miserables, a los desdichados, a los golpeados por la vida, nos obliga a una inversión de perspectiva, a mirar la historia con los ojos de los pobres y de los pequeños, no con los de los ricos y de los poderosos, de lo contrario nada cambiará jamás. 

Y nosotros habríamos esperado: “Bienaventurados vosotros, pobres, porque habrá un cambio, una alternancia, seréis los amos”. 

No. El plan de Dios es más profundo. Lo que está en juego es el Reino de los Cielos, que no es el paraíso ni el más allá, sino una nueva arquitectura del mundo y de las relaciones humanas. 

El mundo no pertenece a quien lo posee o lo compra, sino a quien lo hace mejor. Y no mejorarán las cosas aquellos que hayan acumulado más dinero. 

¡Qué suerte tenemos! El Evangelio más alternativo que uno pueda imaginar, el manifiesto más impactante y contracorriente. Pero al mismo tiempo, sentimos que es un amigo de la vida, un Evangelio amigo. 

Porque las Bienaventuranzas no son un mandamiento, una orden a cumplir, sino el corazón del anuncio de Jesús: la Buena Noticia de que Dios da vida a quien produce amor, Dios da alegría a quien construye paz. Éste es el Año de Gracia. 

En las bienaventuranzas está el comienzo de la curación del corazón, porque el corazón curado es el comienzo de la curación del mundo. 

¡Ay de vosotros, los ricos, los que estáis saciados, los que disfrutáis de los placeres, los que sois famosos! Los cuatro “ayes” nos preocupan un poco, pero no son maldiciones: Dios nunca maldice a sus criaturas, la suya es la voz de la tristeza de un padre dolorido por sus hijos que se pierden. 

“Ay” no suena como una amenaza, sino como el gemido de un lamento fúnebre, el sollozo de quien llora por alguien que parece muerto. 

“¡Ay!”: y escucho dentro de nosotros el lamento de Jesús, que llora por los ricos y los satisfechos como aquellos que se han equivocado sobre lo que es vida y lo que no lo es; y se convirtieron en idólatras del vacío, amantes de la nada. 

Porque los ídolos son crueles, sin piedad: devoran a sus propios adoradores. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿De verdad será posible una buena política?

¿De verdad será posible una buena política?   La comunicación, a cualquier nivel y desde cualquier ámbito político actual, convierte cualqui...