Bienaventuranzas…
Leídas por una persona de nuestro tiempo, y quizá no sólo, las Bienaventuranzas parecen esbozar el retrato de una evidente derrota existencial... Derrota quizá suavizada por una «sonrisa» de Dios, por sus promesas suspendidas «entre la tierra y el cielo»…
¿Cómo pueden ser felices los pobres, los hambrientos, los que lloran, los perseguidos… los compasivos, los débiles, los puros de corazón, los misericordiosos, los…?
Y, sin embargo, las Bienaventuranzas son el discurso programático de Jesús y es importante porque trastoca el concepto de Ley y de Dios que otro profeta, Moisés, había presentado a un grupo de esclavos fugitivos: una Ley que protegía la propiedad, vinculada a un pueblo definido, los judíos, y que presentaba a un Dios/Padre providencial y todopoderoso.
Para Jesús, la Ley que nos salva, que nos conduce a la liberación y a la bienaventuranza, es sencillamente el amor.
En todas sus declinaciones concretas.
Amor en la relación, amor por la verdad, por la justicia, por la paz. Y bien mirado, lo que ganamos no es un premio en el más allá, sino una tierra prometida, un reino, un consuelo, una compasión, una sintonía, una beatitud que se disfrutará aquí.
Las Bienaventuranzas esbozan una posibilidad diferente de vida, una vida plena dentro de las limitaciones de nuestra precariedad congénita.
¿No seríamos felices si:
... nos hiciéramos pobres de espíritu y de cosas...?
... supiéramos consolar y ser consolados...?
... renunciáramos como individuos y como pueblos a la violencia/violencias...?
... sintiéramos el dolor ajeno como si fuera propio…?
... quisiéramos la paz por encima de todo, construyéndola pacientemente desde nuestra propia vida…?
... buscáramos a Dios donde verdaderamente está, en la naturaleza, en el cosmos y en nuestros hermanos y hermanas, hombres y mujeres...?
... aceptáramos la injusticia y la persecución si conducen a nuestra liberación…?
... creyéramos que la vida perdida por los demás es vida ganada para nosotros…?
Hay quien dice que Jesús fue el hombre de la gran utopía. Puede ser.
Yo creo que Jesús fue quien mostró a la humanidad, religiosa o no, el camino a seguir para realizar nuestra felicidad. Otro camino. Hasta quizás un camino al revés de lo que nos quieren hacer creer que es el camino más normal, lógico, sensato...
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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