Convertirse en estrellas vivientes
Los astrólogos de Oriente vieron salir la estrella del rey recién nacido. Vinieron a adorarlo y luego fueron conducidos por nuevos caminos. Éste es “Belén”, el ambiente de Dios en el que ocurren los milagros, a diferencia de “Jerusalén”, el ambiente de los ciudadanos, de los escribas y de Herodes, para quienes todo permanece como antes.
Un Salvador para el mundo entero
Son los Magos quienes nos ofrecen las lecciones elementales de la fe. No son judíos devotos, ni mucho menos sacerdotes y escribas quienes nos muestran el camino a Belén, sino paganos. Son algunos representantes de los paganos temerosos y piadosos que buscan y encuentran al Dios-Rey en el Niño de Belén. Los paganos son aquellos que ponen toda su esperanza en el único Dios verdadero. Los paganos son aquellos que saben interpretar los signos de los tiempos y del cosmos y se ponen en camino.
Este hecho es un gran consuelo. De hecho, junto con los Magos de Oriente, todos los seres humanos se presentan ante Dios y entran en la santa historia de la Navidad: ¡Belén concierne literalmente al mundo entero! El Salvador, que nació en el pesebre de Belén, no es un Salvador selectivo, no es un Salvador sólo para ciudadanos y escribas, no es un Salvador sólo para cristianos. Él es el Salvador para todos los que creen. Él es el Salvador del mundo entero.
Los Magos representan a toda la humanidad y a todos los pueblos. Además, no son ellos los últimos, sino los primeros, en salir a ver al niño en el pesebre.
Llamados a convertirse en estrellas
La historia de los Magos no es el final, sino el comienzo de una larga serie de personas que a lo largo de los siglos han comprendido el signo de la estrella, han encontrado su interpretación en las palabras de la Sagrada Escritura y han descubierto la verdad en el niño del pesebre.
Representan el camino de la humanidad hacia Cristo, inauguran una procesión que recorre toda la historia. No sólo representan a personas que han encontrado el camino hacia Cristo. Representan la espera interior del espíritu humano, el movimiento de las religiones y de la razón humana hacia Cristo (Benedicto XVI).
Los Magos no buscaron ni siguieron su propia estrella, sino la estrella que los condujo a Belén. Por eso se han convertido en estrellas vivientes, que nos indican el camino hacia el misterio de la Navidad. También nosotros hoy, que nos dejamos guiar por los Magos hacia Belén, estamos llamados a convertirnos en estrellas, a conducir a cada persona hacia Cristo y a mostrarnos guías que no sólo indican a los demás el camino, sino que lo recorren ellos mismos. Por encima también de nuestra vida estará, pues, aquella buena estrella que nos promete la fiesta de la aparición del Señor; Y así se realiza la epifanía: la luz de Dios brilla en nuestras vidas.
El bautismo como iluminación
En la vida del cristiano la epifanía fundamental ocurre en su bautismo, que en la Iglesia primitiva tenía el hermoso nombre de “iluminación”. En el bautismo, de hecho, la luz de Dios brilla en la vida del cristiano. El bautismo ilumina al cristiano con la luz de Cristo y, gracias a la luz divina de la fe, lo introduce en el misterio de Dios.
Incluso en referencia a la vida de Jesús, los primeros cristianos no reconocieron la aparición del Señor, su epifanía, sólo en su nacimiento, sino también en su bautismo en el Jordán, de modo que ya en el siglo IV en la fiesta de la Epifanía se celebraban juntos el nacimiento y el bautismo de Jesucristo.
Esta conexión nos hace comprender que el bautismo cristiano es un sacramento (también) de Navidad y que la Navidad quiere tener consecuencias en nuestra vida cotidiana, más allá de la celebración.
P.
Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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