Decálogo de la solidaridad:
1.- La solidaridad como elemento esencial de la vida cristiana. La solidaridad con los pobres está en el corazón del Evangelio. Debe ser considerada como un elemento esencial de la vida cristiana. A través de la predicación y la catequesis, fundamentadas en el rico patrimonio de la doctrina social de la Iglesia, la solidaridad debe impregnar los corazones y las mentes de los fieles y reflejarse en todos los aspectos de la vida de la Iglesia. Además de estar en el centro, los pobres están también al principio y al final del Evangelio. Y la Iglesia, especialmente la económicamente próspera, debe asegurarse de que los pobres no se sientan en ella como en casa y no se atrevan a entrar.
2.- Una fe sin solidaridad es una fe muerta. Aunque vaya a misa los domingos, el cristiano con un corazón insolidario es un cristiano con una fe débil, enferma y muerta. Una fe sin solidaridad es una fe sin Cristo y sin Dios. Cuando una fe no es solidaria, es débil, enferma o muerta: no es la fe de Jesús. La fe que Jesús inspira es una fe con capacidad para soñar el futuro y luchar por él en el presente. Es con esta fe con la que los cristianos deben contagiar las calles y los caminos del mundo. El mensaje más eficaz que los cristianos pueden comunicar a los demás es una fe solidaria. La fe, luz que no deslumbra, sino que ilumina y orienta respetuosamente la conciencia y la historia de cada persona y de cada sociedad humana, no puede reducirse al ámbito puramente subjetivo.
3.- En la Iglesia, todos, sin excepción, somos promotores de solidaridad. Para construir una sociedad justa y solidaria, es necesario el compromiso de todos. Todos nosotros, sacerdotes, personas consagradas, fieles laicos, somos animados a servir a Dios en el servicio a los hermanos y a difundir por todas partes la cultura de la solidaridad. Hay tanta necesidad de este compromiso, frente a las situaciones de precariedad material y espiritual, especialmente frente al desempleo, flagelo que requiere todo esfuerzo y tanto coraje por parte de todos, aunque el del trabajo sea un desafío que cuestiona particularmente la responsabilidad de las instituciones y del mundo empresarial y financiero.
4.- Construyendo solidaridad con el protagonismo de los jóvenes. Para construir un mundo mejor, de justicia, fraternidad y solidaridad, el protagonismo de los jóvenes es decisivo: deben contribuir a superar los problemas del desempleo juvenil con valentía, esperanza y solidaridad. El mundo necesita jóvenes valientes, no temerosos, jóvenes que se muevan en las calles y que no se queden quietos. Los jóvenes de hoy y de mañana tienen derecho a un orden mundial pacífico basado en la unidad de la familia humana, el respeto, la cooperación, la solidaridad y la compasión.
5.- La solidaridad no reduce a la pasividad. Solidaridad significa también luchar contra las causas estructurales de la pobreza y las desigualdades, la falta de trabajo y la negación de los derechos sociales y laborales. El escándalo de la pobreza no puede abordarse promoviendo estrategias de contención que sólo tranquilicen y transformen a los pobres en seres domesticados e inofensivos. Solidaridad es pensar y actuar en términos de priorizar la vida de todos por encima de la apropiación de bienes por parte de algunos. La solidaridad es una forma de hacer historia con los pobres, evitando las obras presuntamente altruistas que reducen al otro a la pasividad.
6.- La solidaridad es un compromiso para construir ciudades acogedoras. Las ciudades en las que vivimos tendrán un rostro atractivo si son ricas en humanidad, hospitalarias, acogedoras; si todos somos atentos y generosos con los que están en dificultad; si sabemos colaborar con espíritu constructivo y solidario, por el bien de todos. ¿Cómo es la calidad de nuestra "ciudadanía"? ¿Hemos contribuido, con nuestro pequeño granito de arena, a hacer habitable, ordenada y acogedora la ciudad en la que vivimos? ¡Qué bellas son las ciudades que, incluso en su diseño arquitectónico, están llenas de espacios que unen, fomentan las relaciones humanas y promueven el reconocimiento del otro!
7.- Solidaridad es asumir el problema de los demás. La solidaridad es la actitud que hace que las personas sean capaces de tender la mano a los demás y basar sus relaciones mutuas en ese sentimiento de hermandad que va más allá de las diferencias y los límites, y nos empuja a buscar juntos el bien común. Solidaridad significa asumir el problema de los demás. El mandato del amor debe ejercerse a partir no de ideas o conceptos sino del encuentro genuino con el otro, del reconocerse día tras día frente al otro con sus miserias y sus heroísmos. No amamos conceptos ni ideas, pero amamos a personas de carne y hueso: hombres y mujeres, niños y ancianos; rostros y nombres que llenan el corazón y nos conmueven hasta lo más profundo.
8.- La solidaridad es proximidad y gratuidad. Una sociedad sin proximidad, donde la gratuidad y el afecto sin compensación -incluso entre extraños- están desapareciendo, es una sociedad perversa. La Iglesia, fiel a la palabra de Dios, no puede tolerar estas degeneraciones. Una comunidad cristiana en la que la proximidad y la generosidad ya no se consideraran indispensables perdería con ellos su alma. La solidaridad no se trata sólo de dar a los necesitados, sino de ser responsables unos de otros. Si vemos en la otra persona a un hermano o a una hermana, nadie puede quedar excluido y separado.
9.- La solidaridad es ternura y empatía. La solidaridad debe demostrarse concretamente hacia quienes necesitan no sólo justicia y esperanza, sino también ternura. En el atardecer de la vida seremos juzgados por el amor, la cercanía y la ternura. La empatía es fruto de la experiencia personal, que nos lleva a ver a los demás como hermanos y hermanas, a "escuchar", a través y más allá de sus palabras y acciones, lo que sus corazones desean comunicar.
10.- La solidaridad es una manera de hacer historia. Solidaridad significa afrontar los efectos destructivos del imperio del dinero: desplazamientos forzados, emigraciones dolorosas, trata de personas, drogas, guerra, violencia y todas esas realidades que muchos padecen y que todos estamos llamados a transformar. La solidaridad, entendida en su sentido más profundo, es precisamente una manera de hacer historia. Cuando en una comunidad humana falta solidaridad, todos sufren.
P. Joseba Kamiruaga
Mieza CMF
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