El fascismo de siempre aunque con distinto collar
¿Qué pasaría si el problema del fascismo se entendiera no a través de analogías con la década de 1930 sino mirando la dinámica racial más amplia? Por ejemplo, y solamente como hipótesis, teniendo en cuenta las raíces racistas de la nueva clase dominante euroatlántica en el poder y que llamamos 'extrema derecha'.
En un mundo sacudido por crisis ecológicas, económicas y políticas, las fuerzas del autoritarismo y la reacción parecen tener la sartén por el mango. Desde la “sustitución étnica” hasta la “ideología de género”, la derecha global se sube a la ola del pánico social con el objetivo de restaurar las más terribles jerarquías políticas, sexuales, raciales…
¿Cómo debemos definir y responder a este estado de cosas? El rico archivo de debates sobre el fascismo del siglo XX es sólo un punto de partida para comprender un presente cada vez más inquietante. Las analogías históricas simples pueden ser un límite: el fascismo es de hecho un proceso cambiante, basado en el capitalismo racial y colonial, que precede y sobrevive a su cristalización histórica. De tal manera que, incluso, es una amenaza que continúa evolucionando en el presente.
Basta no cerrar los ojos ante lo que sucede en el mundo para comprender y desenmascarar las mistificaciones cotidianas y captar los verdaderos fundamentos del orden del discurso de la extrema derecha en el poder, o que aspira al poder.
Y creo que el fascismo debe ser visto desde el punto de vista de aquellos que nunca han disfrutado de la libertad democrática: los sujetos racializados encerrados en guetos y prisiones, plantaciones y reservas,... Al igual que los que murieron en la conquista de las fronteras o en los estados de excepción impuestos para reprimir la disidencia.
Y no, no solo me opongo a los movimientos de extrema derecha, sino a la violencia, de la intensidad que sea, que niega derechos sobre una base racial.
Por lo tanto, debemos desentrañar la idea racializada de la clase trabajadora que se esconde detrás de conceptos como los olvidados de la globalización y la clase trabajadora blanca para entender lo que está sucediendo en Estados Unidos de América y Europa: la blancura de la piel se ha convertido en el complemento de una noción políticamente vacía o espectral de la clase trabajadora.
El nuevo fascismo, o el virus fascista, que imita una política de clases, es en realidad una nostalgia de lo que se cree como época dorada fundada en una imagen racializada y de género del trabajador industrial reconocida en el marco del Estado-nación.
Premisa utópica perversa, el fascismo, como explicó Ernst Bloch, se basa en un miedo al retroceso acompañado de un deseo de orden y bienestar, suspendido entre un pasado no realizado y un futuro irrealizable.
Y creo que se han de recuperar las reflexiones de varios intelectuales que se enfrentaron al fascismo a partir de su dimensión psíquica, particularmente en el seno de la Escuela de Frankfurt. Adorno nos ayuda así a comprender, por ejemplo, la relación utilitaria que une al líder con sus multitudes. «Los seguidores, por el solo hecho de formar parte del grupo al que pertenecen, serían mejores, superiores o más puros que aquellos que están excluidos de él». Y si el líder fascista parece una "caricatura" o un "psicópata social", es porque tiene que "canalizar algunos de los sentimientos de inferioridad de sus seguidores".
Así como la aparente contradicción entre la nostalgia racial y el neoliberalismo, entre la oposición a la globalización y los discursos sobre la libertad de expresión limitada por la corrección política convergen en una ideología compuesta capaz de interceptar y desviar las aspiraciones de diferentes clases.
Por tanto, también hay que repensar la oposición entre liberalismo y fascismo: hay una idea específica de libertad fascista por un lado y de subordinación típica del liberalismo autoritario por otro que rompen las dicotomías.
Si en los años 30 del siglo XX se saludaba al fascismo como una forma positiva de protección del mercado frente al riesgo del socialismo, poco después varios teóricos del nazismo articularon su antisemitismo en términos de una libertad alemana étnica que debía contrastarse con las abstracciones del judaísmo, que era a la vez capitalista y bolchevique.
El fascismo tardío es, pues, al mismo tiempo una reacción contra algunos aspectos del neoliberalismo redefinido en términos raciales y una inversión libidinal en la dimensión represiva del Estado.
Cuando el poder no puede ser democrático y popular, debe recurrir al populismo racista para capturar a las masas. Al redefinir su ira como resentimiento racista y misógino, el neoliberalismo fabrica el consenso necesario para implementar políticas antipopulares.
Forjar nuevas coaliciones tiene que ver con abandonar las fantasías románticas, los espejismos y las entelequias sobre la identidad y contrarrestar las monstruosas pesadillas de dominación y sumisión que las crisis capitalistas regurgitan con tan triste regularidad de un tiempo a esta parte hasta llegar a nuestros días.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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