Vivimos en una época en la que damos por sentado llegar a la vejez, basta pensar que hoy en España un tanto por ciento más allá del 90% de las mujeres y de los hombres alcanzan y superan los 65 años, pero hace unas décadas esto era un privilegio reservado a una pocos. Aunque la esperanza de vida aumenta constantemente, en el mundo occidental el envejecimiento suele percibirse como algo negativo y para algunos la idea de envejecer puede convertirse en una auténtica fobia.
¿De dónde viene el miedo a envejecer? La gente no siempre ha temido al envejecimiento. En muchas culturas, las personas mayores son consideradas una parte fundamental de la sociedad. Por ejemplo, en China todavía existe una fuerte tradición de piedad filial, conocida como ‘xiao’, que es una de las piedras angulares de las enseñanzas de Confucio. La piedad filial no sólo define las normas de respeto hacia los mayores de la familia, sino que también se extiende a los mayores de toda la comunidad.
Incluso en la Europa medieval, la experiencia y la sabiduría de los mayores eran muy valoradas. Sin embargo, con la Revolución Industrial, la sociedad sufrió un cambio significativo: aquellos que no estaban capacitados y eran fuertes eran considerados improductivos y, como resultado, las personas mayores comenzaron a ser marginadas.
La consideración hacia las personas mayores sufrió nuevas transformaciones a principios del siglo XX. La introducción de sistemas de pensiones ha convertido el envejecimiento en una cuestión central en los sistemas de bienestar, pero con el aumento de las solicitudes de asistencia social y sanitaria, las personas mayores se han percibido cada vez más como una carga para la sociedad.
Y llegamos a hoy, la era de la eterna juventud, o al menos eso es lo que nos transmiten a diario los medios de comunicación. Nos bombardean literalmente con mensajes que nos instan a luchar contra el envejecimiento a toda costa. Desde anuncios de cremas milagrosas que prometen llevarnos atrás en el tiempo, hasta rostros perfectos (pero retocados) de ‘influencers’ que hacen alarde de una piel impecable, hasta celebridades que desafían el tiempo con ‘botox’ y rellenos. El mensaje es alto y claro: envejecer está mal y no es bueno.
A todo el mundo le sucede, tarde o temprano, tomar conciencia de su decadencia física y de su mortalidad. Esto puede suceder con motivo de un cumpleaños que marca la entrada a una nueva década, o por la enfermedad o fallecimiento de un ser querido. O simplemente una mañana te despiertas con más dolores y molestias de lo habitual, te miras al espejo y no te reconoces en esas arrugas, en esas canas, en tu figura pesada. Hacemos cuentas y nos damos cuenta que el tiempo que nos queda es menor del que hemos vivido y esto nos asusta. Son emociones normales; por ejemplo, una encuesta realizada por una gran empresa farmacéutica reveló que hasta el 87% de los estadounidenses tienen miedo de envejecer.
En algunos casos, sin embargo, este miedo puede transformarse en una verdadera fobia que provoca ataques de pánico y genera conductas obsesivas respecto a las enfermedades, la muerte y el deseo de ocultar hasta los más mínimos signos del envejecimiento. Existe un término científico para esta fobia: ‘gerascofobia’, derivado de las palabras griegas “gerasko” (envejecer) y “phobos” (miedo).
Y recuerdo aquella cita del periodista estadounidense Andy Rooney: "No envejecí a propósito. Me pasó a mí. Si tienes suerte, también te puede pasar a ti".
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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