lunes, 3 de febrero de 2025

Elogio de la gracia.

Elogio de la gracia 

La palabra gracia tiene una desconcertante variedad de significados. Las personas creyentes hablan de la gracia de Dios y dan gracias con la esperanza de permanecer en estado de gracia. 

El lenguaje profano encuentra graciosas y agraciadas a bailarinas y gacelas. Las tres Gracias son antiguas deidades que conocemos por las pinturas renacentistas, cuyos propósitos y funciones son sorprendentes. En cada caso son decorativas, mientras que menos decorativos son los duques y arzobispos, a los que en inglés se dirige como "Your Grace", mientras que al soberano se le llama "Your Gracious Majesty". 

Intentamos quedar bien con nuestros superiores o, si es necesario, congraciarnos con ellos. Tenemos entonces crueldades gratuitas, gratificaciones satisfactorias, así como felicitaciones sinceras; y personas agradecidas e ingratas, tal vez porque no han obtenido la gracia, es decir, la remisión de la pena. La oración cristiana invoca a la Virgen María con el apelativo "llena eres de gracia", la palabra clave del anuncio del ángel, pero ¿qué significa esto? Y al final, podríamos preguntarnos legítimamente, ¿qué une todos estos significados variados de la gracia? 

La palabra griega antigua que traducimos como gracia es charis (como en carisma y eucaristía, como en caridad). La reconocemos en la moderna efharistò ('gracias'), una de las palabras más conocidas de la lengua griega. Ahora bien, charis se encuentra también en una impresionante variedad de contextos, especialmente en la literatura, donde está presente en el esplendor de las jóvenes o en la gloria que los valientes soldados en la batalla otorgaban a su comandante; charis era una marca de nobleza y esplendor y coronaba el momento de gloria suprema en la victoria olímpica. En resumen, charis/gracia aparecía en los momentos álgidos de la vida de la antigua Grecia, momentos que daban placer. 

Tanto el don como el placer contribuyen a la formación del concepto de gracia, cuyo significado perdura hasta nuestros días. La gracia es placer y alegría, o mejor dicho, algo que trae alegría y placer, una especie de fuerza activa que produce alegría. Sin embargo, no es un placer solitario, individual, ya que la gracia es un placer social, mutuo, recíproco. Si me das placer, es decir, actúas de tal manera que me produces alegría, te lo agradeceré (si no soy desagradecido). Dar las gracias, o simplemente decir gracias, es un gesto de respuesta que expresa sentimientos de gratitud por un placer o favor recibido. El agradecimiento mantiene unidas a las personas a través de la experiencia del placer y del intercambio de placer. 

Las tres Gracias no bailan simplemente juntas: bailan graciosamente repartiendo regalos, gratuitamente, a cambio nada más que de una palabra de agradecimiento. El verdadero regalo, todos lo sabemos, es gratuito y no requiere pago ni siquiera un regalo equivalente: sólo un poco de gratitud. Sin embargo, ni siquiera la entrega de regalos y favores basta para comprender el significado (antiguo y tal vez incluso moderno) de la gracia en todas sus valencias estéticas, sociales y teológicas. En resumen, la "fórmula" de la gracia, si queremos inventar una, tiene varios componentes: gracia = placer + regalo + belleza + esplendor. 

Esplendor, sí, el esplendor que está en el nombre de una de las Gracias (Aglaia, la resplandeciente). Las tres Gracias se mueven en una danza circular, intercambiando regalos que dan placer. Esta es la imagen de las Gracias en el arte helenístico y romano, copiada por los artistas del Renacimiento: tres figuras femeninas que se mueven en círculo con los brazos entrelazados y regalos en las manos. Doncellas vírgenes, porque son puras e incorruptas por el don. 

No es de extrañar que esta gama de significados, pasando al cristianismo, haya dado lugar a una gracia que es la benevolencia manifestada gratuitamente por Dios hacia la criatura humana; como un soberano que hace dones a un súbdito no porque esté obligado a ello, sino porque le place. 

En San Pablo y San Agustín, los dos mayores teóricos de la gracia cristiana, que inspiraron a Lutero, la gracia viene a ser la salvación dada por Dios a la humanidad -sin que ésta haya hecho nada para merecerla- mediante el don gratuito y amoroso de su propio hijo. 

San Agustín, en particular, conjuga la gracia, que desciende de Dios, con la caridad, que procede del ser humano y lo hace ascender: y ahora sabemos que en ambos casos, gracia y caridad, se trata de dones, bellos y resplandecientes, en movimiento, que producen placer. 

P- Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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