lunes, 3 de febrero de 2025

Hacia una ecología de la mente, el corazón y el vientre.

Hacia una ecología de la mente, el corazón y el vientre 

Parafraseando lo que escribió Gregory Bateson, hoy, más que nunca, necesitamos alineación. 

Los seres humanos se comportan de forma desalineada, cuando no destructiva, como señalan algunos, para cada sistema organizativo, familiar y natural, sin ver las delicadas interdependencias del propio sistema que le dan integridad. Esto es lo que observó el mencionado Gregory Bateson. 

Es necesario alinearse. 

Pero ¿de qué tipo? 

Vivimos actualmente una convulsión (para algunos es sólo cambio) que no es sólo económica y social (sobre todo en el ámbito europeo), sino que afecta a la esfera íntima y personal de cada uno de nosotros. 

Se habla de guerra, junto a la crisis, y en el fondo estamos inmersos en ella. Claude Halmos, psicoanalista francés, nos dice en sus investigaciones que estamos atravesando un conflicto y como en todo conflicto que se precie, hay bajas, sobre todo para los que luchan en primera línea, pero también los civiles se sienten en peligro y temen lo peor -paro, recortes, pobreza, angustia, enfermedad, pandemias, caídas… y cada vez más inseguridad-. 

Ante esta situación, debemos alternar este registro con el de la esperanza y la gratitud, por todos nuestros progresos y los de la humanidad. 

¿Qué hacer entonces? 

Necesitamos volver a la búsqueda del sentido profundo de nuestra vida y, por tanto, del futuro que emerge. San Francisco de Asís, por poner un ejemplo, limpió su mente, su corazón y su vientre para dedicarse a esta búsqueda, una limpieza profunda que le llevó a alinear el centro de su ser. Un ecologista «sui generis», «ante litteram». 

Aunque las comparaciones parezcan descabelladas, partir de fundamentos antropológicos (Gregory Bateson) y llegar a elementos de una espiritualidad moderna (San Francisco de Asís) puede ser, entre las diversas vías propuestas, un camino decente que puede servir en tiempos de crisis de valores y decrecimiento de valores humanos. 

¿Qué significa ecología de la mente, del corazón y del vientre? 

En primer lugar, puede ser un manifiesto «político», es decir, un manifiesto civil para el nuevo año, para potenciar nuestro capital «humano», el real, que a menudo o escondemos o nos es arrebatado por nuestra sociedad, que tiende a desinvertir precisamente en esto. 

Sin entrar en definiciones, sólo me permitiré personalizar las respuestas, para dedicarlas a lo que es importante para mí, en este nuevo año, y a lo que puede ser útil para los demás. 

Por «ecología» entiendo el respeto al orden natural de las cosas, de los tiempos y de los espacios, de nuestra madre naturaleza y tierra. De ello se sigue, naturalmente, una mayor atención a la naturaleza como medio ambiente, en su conjunto, y también a la naturaleza humana, con sus diversos aspectos e inclinaciones. A esto le sigue una atención al orden, a poner orden, en la propia mente, en la propia memoria, para oír y, sobretodo, escuchar más, y volver a dar sentido al movimiento. 

La “ecología mental” significa recordar que cada uno de nuestros actos no es sólo individual, sino también social, y por lo tanto existe una responsabilidad. Siempre hay un efecto, y siempre hay también un impacto a nivel social y relacional. Y nuestro cerebro, gracias a las neuronas espejo, actúa mediante movimientos coordinados hacia fines concretos. ¿Con qué fin queremos actuar? Un fin bueno, verdadero y justo puede ser una respuesta.

Ecología del corazón” significa sentir las propias lágrimas, darles sentido, aceptarlas como un lavado emocional y afectivo. Sin embargo, debemos permitirnos distinguir nuestros pensamientos de nuestros impulsos y sentimientos. Si nuestro GPS, nuestro navegador por satélite, fuera realmente nuestro corazón, podríamos cambiar positivamente nuestro estado de ánimo, nuestro enfoque y nuestra visión del mundo. Tenemos que trabajar nuestra inteligencia emocional. 

Ecología del vientre”, significa ayunar no sólo físicamente, sino también de todas aquellas cosas que nos pesan como oropeles, y que no nos permiten redescubrir o defender nuestro verdadero territorio e identidad, que quizás hasta hemos olvidado. Para ello hace falta valentía, la valentía de cambiar nosotros mismos, de «convertirnos»: esto es lo único que importa. 

Y vuelvo en cierto modo a San Francisco de Asís. La libertad es poder decidir convertirse en uno mismo, a cualquier edad, en cualquier contexto. Esta es la verdadera ecología. Todo lo demás es una forma de espera, en cierto modo relativa, y ciertamente no definitiva. 

¿Qué sería ecológico para ti?

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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