lunes, 10 de febrero de 2025

Los cinco sentidos aplicados al arte de la política.

Los cinco sentidos aplicados al arte de la política 

La audición abre al hombre a la escucha, liberándolo de la sordera del encierro en sí mismo. Es uno de los cinco sentidos que también puede contribuir a "regenerar la democracia", a devolver "palabras de justicia y esperanza" a la cultura política y a la conciencia civil. Para salvar la democracia es esencial una nueva "ecología de la palabra". 

Logos proviene del verbo griego legein, que significa reunir, atar; esta etimología sugiere que la ciudad de las personas es la "encuadernación artística" de una "hermandad ordenada". El diálogo, el saber escuchar, es una disciplina cada vez más rara, porque la lógica del "me gusta" prevalece sobre el reconocimiento del mérito: para convencer ya no es necesario demostrar, sino que basta con mostrarse. 

La adicción a las redes sociales, la contaminación comunicacional, es un ciclón que golpea la socialización en la ciudad. Es necesario poner freno al ruidoso flujo de los "me gusta", que no deja rastro, redescubriendo el silencio y la reflexión, sin los cuales es imposible garantizar un "peso específico" a las palabras que utilizamos.

Recuperar el sentido del oído, en la era de las redes sociales en la que la diferencia entre lo político y lo prepolítico es más permeable, es una tarea indispensable, encaminada tanto a preferir el pensamiento reflexivo al grito emocional, como a no jugar en la red sino a estudiar los expedientes, reuniendo valores e intereses. Además del oído, los otros sentidos que nos permiten "atender" al alma de la política, a su fundamento ético, son la vista, el tacto, el olfato y el gusto.

La visión del político no adolece de miopía electoral. Libre de la búsqueda de un beneficio exclusivo personal o grupal, interesado sólo en la búsqueda del bien común, no condicionado por la preocupación de ser reelegido, está siempre dispuesto a despedirse, favoreciendo así el necesario relevo generacional, ya que el excesivo apego al poder degrada la política, se convierte en propaganda y bloquea el acceso a nuevos reclutas.

El tacto del político, si lo mueve un sentido crítico vigilante, lo hace capaz de tocar las necesidades del pueblo, de promover la paz social, de acercarse a la realidad sabiendo discernir las razones tanto de las emociones como de las reivindicaciones. No pretende estar cerca del pueblo, acreditándose como un populista, seducido por la ambición de parecerse a ciudadanos, sino que se deja guiar únicamente por el deseo de orientar y promover el crecimiento de la sociedad.

El olfato del político, guiado por el olor de la honestidad y del rigor intelectual, le permite ejercer el arte de la mediación, en una búsqueda continua no de conveniencias tácticas sino de convergencias estratégicas, especialmente las de solidaridad, sin las cuales Es imposible escribir la historia jugando a lo grande. Con realismo apasionado e ilustrado da testimonio de la práctica de las virtudes humanas, como el respeto, la sinceridad, la honestidad, la lealtad -condición previa de la fidelidad-.

El gusto del político, si no está condicionado por la ansiedad de ocupar espacios, no lo empuja a dividir el "pastel" del poder, sino a iniciar procesos que las emergencias éticas, civiles y sociales sugieren. Consciente del papel que le ha confiado el "pueblo soberano", responde "abiertamente" a quien le pregunta el porqué de sus actos. “Perder la gloria para salvar el honor” es el mejor “signo de calidad” que intenta obtener un político alérgico al amiguismo.

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF.

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