Mi personal análisis político
El grave problema de España a principios del siglo XX no se limitaba a las particularidades de las regiones, sino sobre todo al particularismo político, social e institucional. Nadie se apoyaba en nadie y por eso la gente odiaba a los políticos. Todos destruían y nadie construía. Ni siquiera la Iglesia y la Monarquía se preocupaban de los intereses nacionales, prefiriendo hacer elegir siempre a los peores representantes políticos, lo que conducía a una selección inversa.
"En momentos de decadencia", escribió el gran pensador Ortega y Gasset en su famoso libro 'España invertebrada' de 1922, y que tuvo un gran éxito, "cuando una nación se desmorona, víctima del particularismo, la masa no quiere ser masa, cada uno de sus miembros se considera una personalidad dirigente, y, volviéndose contra todos los que sobresalen, descarga sobre ellos su odio, su ineptitud y su envidia. ... 'En todas partes asistimos al deprimente espectáculo de que los peores, que son la mayoría, se vuelven con frecuencia contra los mejores... Así se deshace la nación, se desmiembra la sociedad y sobreviene el caos social, "la invertebración histórica'".
Ortega y Gasset esperaba, por tanto, que se formara una nueva "aristocracia" basada en la cultura, en el reconocimiento de los mejores, en los que se sacrifican y comprometen; en los que trabajan y crean. Por ello, el problema educativo se hacía cada vez más urgente -escribió Ortega y Gasset-, pues para curar los males del país era necesario transformarlo, transformar a las personas, pero ello requería un proceso lento y progresivo.
Ese diagnóstico y esa terapia pueden adaptarse muy bien a nuestra situación social, política e institucional, hoy, después de un siglo de la 'España invertebrada' de Ortega y Gasset. Por lo menos, es lo que yo creo que se pone de manifiesto de manera llamativa en la crisis irreversible y profunda de los partidos políticos y de la política en general... en este teatro de lo político. Quizá los políticos subestimen el descrédito que aún les rodea al menos en cierta parte de la opinión pública, también porque tantas veces no han sido elegidos por los ciudadanos, sino diseñados por los dirigentes de los partidos en listas electorales.
La política no admite vacíos… y el debilitamiento de los partidos ha favorecido la ampliación de los márgenes de maniobra y el aumento del poder de las instituciones no representativas: desde la magistratura de todo orden y grado hasta la administración pública y los numerosos organismos que componen el Estado paraestatal. Las magistraturas (ordinaria, administrativa, constitucional) no sólo han asegurado su independencia constitucionalmente garantizada. Aprovechando la debilidad de los partidos que han invadido el campo de los demás, han reducido enormemente el poder discrecional de la política... Es un conjunto de potentados que, debilitado el control político, se han convertido en dueños de su propio destino, en reinos independientes.
No sé si el nuestro es un país para los mejores. Los que destacan porque han estudiado, han tenido una vida y una carrera profesional brillante en las instituciones o en la política o en la vida civil, tienen reputación nacional e internacional, han trabajado duro sin dejarse distraer por el deseo de enriquecerse a costas de… A menudo son vistos con fastidio por los políticos, se les considera opinantes, parecen estar ahí sólo para ser testigos de la modestia e inconsistencia de todos los demás. El país puede contar con ellos cuando hay dificultades que superar, pero luego, una vez superadas, es mejor deshacerse de ellos.
Las Cámaras (Parlamentos, Senados,…) existen ahora como meros pasacalles de un poder ejecutivo, que reside en otra parte: actualmente en el BCE, el Banco del país, la Comisión Europea. Y no es casualidad que las dos cámaras se impliquen lo menos posible y estén permanentemente bajo la espada de Damocles de no se sabe qué voto de confianza, ultimátum, etc.
Tantas veces tengo la sensación de que es un país invertebrado el que nos hemos hecho y tenemos ante nosotros y que sólo resiste las diversas emergencias, justificándose todo exclusivamente por las emergencias. Tantas veces las emergencias se han convertido en normales: normal es la crisis de los partidos, normal es la crisis de las instituciones, normales son los escándalos a de recha e izquierda, normal es la emergencia económica,…
Yo apunto a que, si queremos volver a la normalidad, tal vez debamos empezar por una gran obra de educación no solamente en las escuelas sino en aquello espacios sociales intermedios que hacen cultura, fundaciones, universidades y academias, etc. Y practicando una política que ponga en el centro, por encima de todas las demás, la cuestión de la formación de la clase dirigente, recuperando el vínculo entre los decisores y la experiencia, rescatando la supremacía del saber y suscitando el sentido de la comunidad humana y de las instituciones que requiere esa comunidad humana (y viceversa, de las instituciones y del servicio que deben prestar a la comunidad humana). De hecho, a mí me parece que no bastará con renovar los sistemas electorales o promover reformas institucionales, etc.
Y aquí se cierra el círculo, volviendo a las sugerencias de Ortega Y Gasset que también son válidas… un siglo después de cuando fueran escritas.
Si un país quiere resucitar (por utilizar una imagen cristiana) debe apoderarse de él un formidable apetito de todas las perfecciones. La gran desgracia de la historia de los últimos tiempos ha sido la falta de minorías egregias y el imperio imperturbable de las masas. Por la misma razón, un imperativo a considerar detenidamente es quién y cómo se deba regir los estilos y dirigir las voluntades.
Y yo creo que el imperativo de la "selección" y la aplicación del criterio de la meritocracia son elementos a tener muy en cuenta. En definitiva, permitir que sólo sean élites en la política, en la sociedad, en la economía, en la cultura, en la vida,…, en cualquier esfera de la vida social, aquellas personas que son buenas, que estudian, que son competentes y que se sacrifican al servicio de la comunidad.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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