domingo, 16 de febrero de 2025

Niños.

Niños 

Todos hemos sido esos pequeños rodeados de las figuras a veces temerosas, a veces cariñosas, que son los grandes. 

La condición infantil representa nuestra relación con lo humano, tanto en países donde las voces de los niños son un telón de fondo, como en ciudades de hijos únicos en países europeos las con tasas de natalidad más bajas del mundo. En la paz como en la guerra, los niños son el logotipo

Si escarbamos en la memoria, nos damos cuenta de que el recuerdo de la guerra suele fijarse en torno a una instantánea que amenaza al futuro del ser humano que es todo niño: el niño del gueto de Varsovia, la niña vietnamita quemada por el napalm, el pequeño de Soweto con su amigo muerto en brazos, el padre palestino que no puede proteger a su hijo, los niños afganos e iraquíes con goteros y muletas. 

Son retratos para decir basta a la escalada del conflicto, para sacudir las opiniones, para conmover: son siempre las señas de identidad del horror de todos los tiempos

La infancia puede ser una promesa de transformación, la posibilidad de crecimiento de todo el ser humano. El Maestro Jesús del Evangelio de Mateo que dice "Si no os convertís y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos", sigue guiando, más o menos inconscientemente, la maravilla y sorpresa siempre infinitas de la vida y buena parte de mi reflexión sobre la infancia. 

Dónde queda aquella infancia capaz de contener la nostalgia y la sensación de plenitud. Dónde queda aquella infancia, aquel lugar y aquel tiempo que ya ha sido y que está por venir. Los porqués repetidos por cada niño. Como un retorno a algo que no sé si fue el paraíso pero que contenía una promesa. Hablar de niños es nombrar la posibilidad de la llegada del Reino que no sé si ha existido pero que siempre es posible

No me he olvidado del espíritu de la infancia. Tampoco de la débil y frágil vida. La llegada de lo nuevo asusta, lo invisible impacta con su imprevisibilidad, su belleza, su fragilidad, su dependencia. Su pequeñez necesitada. 

Me resulta inquietante cómo la exposición a la vida de tantos niños se ve amenazada, cuando no negada, mientras tantas veces el mundo controlado y previsible del adulto avanza y quiere imponerse incluso a fuerza de violencia. 

El Maestro Jesús sigue susurrando "Dejad que los niños se acerquen a mí, no se lo impidáis". La pequeña vida de la infancia es una invitación a pensar en un proyecto cuyo horizonte está abierto porque anuncia el futuro que está por venir. 

Volver la mirada a la infancia es un regalo para un adulto que acoge la nueva vida como una promesa de futuro, o para quien acaba de tener un bebé, o también para quien busca un camino hacia la espiritualidad. Porque uno se arriesga hasta perderse si no puede acoger, aceptar, cuidar de esa miniatura del ser que es la infancia. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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