Pasen y vean… el circo de la distracción y el divertimento
No puedo evitar -después de lo que nos ha ofrecido el espectáculo de la política en los últimos meses- recordar y retomar a uno de los más grandes teóricos del espectáculo de masas y empresario de éxito que fue el estadounidense Phineas Taylor Barnum, más conocido como el creador, originador y brillante promotor del gran "Circo Barnum".
A partir de la segunda mitad del siglo XIX, el citado Barnum montó un espectáculo itinerante que ilustraba bien las múltiples facetas de este hombre extraordinario, inventor de lo que se llamó "el mayor espectáculo del mundo". Fue el pionero de la industria del entretenimiento, el hombre hecho a sí mismo, el megalómano, el vanidoso, el aventurero con un manto de proclamas trompeteras y mistificaciones descaradas, pero también el empresario astuto, el pregonero que convierte la monstruosidad en espectáculo.
Una institución de la "vieja América" que hablaba de animales exóticos y bestias feroces, elefantes blancos, gemelos siameses, rarezas de la naturaleza, enanos, gigantes, … Un gran genio de la inventiva y la creatividad que supo explotar sin escrúpulos y rebautizar en su propio beneficio cada fenómeno extraño que la naturaleza ponía en su camino: la mujer barbuda, el niño con cara de perro, el hombre de cuatro patas, el enano, el deforme, el furioso, el loco, el desesperado, el marginado, el delirante, y demás variopintos personajes.
Un hombre que conscientemente creó todo esto de la nada. Hay una frase atribuida a Barnum que me da mucho que pensar: "¿Cuántas personas hay en esta calle, cien? ¿Cuántas personas inteligentes hay, quizá siete u ocho? Pues yo trabajo con las otras noventa y dos".
Con él nació la industria del entretenimiento y, más en general, la industria cultural. En esa frase está uno de los orígenes de una parte no insignificante del espectáculo social, cultural, político,… El "príncipe de los sinvergüenzas", el "peor charlatán que existe" vio más allá de los futuros análisis de Horkheimer, Adorno, Chomsky y muchos otros estudiosos de las culturas de masas. La sociedad de la distracción de masas empezó con él.
Barnum inventó el espectáculo de la distracción; para él, incluso la realidad social podía ser distracción. Porque la raíz de todo sigue siendo el ser humano. Y, como diría poco después el gran Sigmund Freud, se dio cuenta de que las multitudes nunca habían experimentado el deseo de verdad. Sólo pedían ilusiones, de las que no pudiesen prescindir. Siempre dando preferencia a lo surreal sobre lo real. Porque lo irreal actúa sobre las personas con la misma fuerza que lo real. Las multitudes tendemos una tendencia abrumadora a no distinguir lo uno de lo otro.
¡Pasen y vean... el circo de la distracción y el divertimento! No es otra cosa que aquello de "panem et circenses" -pan y toros, pan y fútbol, pan y...-.
Ya lo decía Juvenal en sus Sátiras -X, 77–81- allá por el lejano año 100:
… iam pridem, ex quo suffragia nulli uendimus, effudit curas; nam qui dabat olim imperium, fasces, legiones, omnia, nunc se continet atque duas tantum res anxius optat, panem et circenses.
… desde hace tiempo —exactamente desde que no tenemos a quien vender el voto—, este pueblo ha perdido su interés por la política, y si antes concedía mandos, haces, legiones, en fin todo, ahora deja hacer y sólo desea con avidez dos cosas: pan y juegos de circo.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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