sábado, 8 de marzo de 2025

El abrazo del padre misericordioso regenera.

El abrazo del padre misericordioso regenera 

¡Año de Gracia! ¡Buena Noticia! 

La fiesta en la casa del Padre acaba de comenzar… ¡Venid todos!” Es la invitación de Jesús a explicar el amor sin límites de Dios, que es Padre-Madre, a través de la altísima página, conocida como la “parábola del hijo pródigo”. Un título parcial, ya que no menciona al padre y solo tiene en cuenta al hijo menor, descuidando al mayor, que es igualmente, o incluso más merecedor de atención. El título más auténtico es: “parábola del padre misericordioso”, porque él es el protagonista: su amor está en el centro de toda la historia. El libro de Lucas es ya conocido como el “Evangelio de la misericordia”, pero en él el capítulo 15 -con las tres parábolas- se define como “un evangelio dentro del Evangelio”. ¡La mejor noticia! 

De esta parábola muy conocida y comentada, quisiera destacar sólo algunos aspectos. Muy oportunamente, el pasaje evangélico elegido para la lectura litúrgica de hoy recoge los primeros versículos de Lucas 15, donde vemos el contexto de la parábola: Jesús acoge a los publicanos y a los pecadores y come con ellos. Aparecen también los destinatarios de la parábola: los fariseos y los escribas que murmuran. Estos son los destinatarios que volverán a aparecer al final en el personaje del hermano mayor. 

Vale la pena destacar los cinco verbos con los que Lucas describe el amor efusivo del padre hacia su hijo que regresa: lo vio (de lejos) y, conmovido, corrió hacia él, lo abrazó y lo besó. Los siguientes son los cinco mandamientos del padre para sancionar la plena rehabilitación del hijo encontrado: el vestido más bello (signo de dignidad en la familia), el anillo en el dedo (poder), las sandalias en los pies (signo de hombre libre). Y luego el becerro cebado (para las ocasiones solemnes) y la gran fiesta para todos. La celebración misma parece ser el elemento que más molesta al hijo mayor que regresaba del campo. El Padre sale a convencerlo de entender el motivo de tanta alegría: ¡tu hermano ha vuelto! Debemos celebrar. 

En cada uno de nosotros coexisten dos hermanos, el más joven y el mayor, ambas con actitudes igualmente necesitadas de conversión. Para Jesús, el modelo con el que medirse es el Padre misericordioso: acoge a todos sin límites, perdona gratuitamente, quiere que todos vivan en su casa. Sobre este camino de conversión, Henri J. M. Nouwen escribió un maravilloso libro de meditaciones - El regreso del hijo pródigo - a partir del famoso cuadro de Rembrandt. He aquí uno de los mensajes poderosos: “Estoy destinado a tomar el lugar de mi Padre y ofrecer a los demás la misma compasión que Él me ofreció a mí. El regreso al Padre es, en último término, el desafío de convertirse en Padre”. 

La parábola de Jesús queda abierta: no es un hecho que el hermano mayor entrara entonces en la fiesta. No sabemos si el menor ha dejado de hacer estupideces. Pero ahora tenemos la certeza de que en esa casa hay lugares para todos y que todavía quedan muchos lugares por llenar. Ahora todos saben que el Padre quiere que en la casa haya hijos, no esclavos; personas que comparten su plan de amor, no sólo ejecutores fríos y “observadores” de las cosas que deben hacerse. La parábola termina sin el abrazo entre los dos hermanos. Ésta es nuestra tarea en la vida diaria: un abrazo para dar y para recibir. 

En la casa de aquel buen padre se inauguró una nueva forma de vivir: ya no como esclavos sino como hijos. Una experiencia similar a la del pueblo de Israel que, después de cuarenta años en el desierto, toma posesión de la tierra prometida, donde ya no comerá con la precariedad del desierto, sino que se alimentará de los frutos de la casa, cultivados por ellos mismos. San Pablo nos recuerda que toda buena experiencia debe ser compartida con los demás. Quien ha experimentado la bondad misericordiosa de Dios y vive ahora una nueva relación con Él como hijo y amigo, descubre que los demás son sus hermanos y siente la necesidad de implicarlos en la misma experiencia de vida y de reconciliación. 

La misión consiste en compartir esta experiencia y llevar a otros a acoger en sus vidas el amor misericordioso y regenerador de Dios, que es Padre y Madre. La misión es anunciar la misericordia del Padre y trabajar para que el «amor misericordioso» sea el tejido de nuevas relaciones entre las personas, los pueblos y la creación, como afirman: 

1.- el Papa Juan Pablo II: «El mundo de los hombres sólo puede llegar a ser cada vez más humano si introducimos en el ámbito multiforme de las relaciones interpersonales y sociales, junto con la justicia, ese «amor misericordioso» que constituye el mensaje mesiánico del Evangelio» (Dives in Misericordia 14); 

2.- el Papa Francisco: «Pido a Dios que prepare nuestros corazones para encontrarnos con nuestros hermanos más allá de las diferencias de ideas, de lengua, de cultura, de religión; para ungir todo nuestro ser con el aceite de su misericordia que cura las heridas de los errores, de las incomprensiones, de las controversias; la gracia de enviarnos con humildad y mansedumbre por los caminos arduos pero fecundos de la búsqueda de la paz» (Fratelli Tutti 254). 

Este es un servicio misionero de excelencia para el crecimiento de una nueva humanidad. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿De verdad será posible una buena política?

¿De verdad será posible una buena política?   La comunicación, a cualquier nivel y desde cualquier ámbito político actual, convierte cualqui...