En defensa de la democracia nos queda la reflexión y la crítica…, y la resistencia y la insumisión
Hay momentos en la historia en que parece que se cumplen las antiguas palabras del salmo: “Lo peor de los hombres emerge” (Salmo 12,9). Los días en que vivimos son exactamente así: sacan lo peor de los hombres.
¿Cuál es entonces la tarea de la conciencia? Al menos triple: identificación, defensa externa, defensa interna.
1.- En cuanto al primer punto, es significativo que recientemente haya revivido un término tan obsoleto que parece un neologismo: “kachistocracia”, literalmente “el gobierno de los peores”, lo opuesto a la aristocracia, el gobierno de los más competentes. La paradoja es que estos peores no son tiranos que llegaron al poder por la fuerza, sino políticos elegidos por el pueblo: es decir, es la democracia la que produce la kakistocracia. Es como si, al hacer una comparación con la nutrición, de repente la mayoría de la gente declarara que los mejores alimentos no son los más saludables, sino los menos saludables, etiquetados como comida chatarra. En ese gran supermercado de la política mundial, parece que así es exactamente como van las cosas hoy en día. Entre los hombres emerge lo peor. Pero ¿cómo podemos definir algo tan peor? …
A veces se produce una sutil armonía de energías entre los seres humanos que va más allá de las palabras pronunciadas y llega a las zonas más instintivas y profundas del ser: es una cuestión de sentir la vida. Creo que esto es lo que une a Trump, Putin, Netanyahu, Orban, Erdogan y los otros líderes con ceño dictatorial: el placer de la fuerza y, respectivamente, la molestia de la ley y el respeto que exige.
Un demócrata es alguien que siente en lo más profundo de su ser que hay algo más importante que él mismo: la ley, el Estado, el bien común. El antidemócrata es alguien que se burla de todo esto porque no sabe nada más importante que él mismo. Se trata pues, en último término, de una cuestión de madurez humana, de esa adquisición que se obtiene superando la adolescencia cuando el yo comprende que, por importante que sea, siempre es menos importante que el Estado, la ley, el bien común. La democracia, es decir, es ante todo un estilo que habita en la mente y en el corazón de seres humanos maduros; su opuesto, la mente y el corazón del inmaduro.
Y, sin embargo, nos encontramos con los peores hombres. No son más que un espejo de la inmadurez generalizada que asola nuestro planeta, un fenómeno bien descrito por Amós Oz cuando habló de la “infantilización de las masas”. Así es como la democracia, cada vez más oclocracia (‘oclos’ en griego significa “multitud”, muy diferente de ‘demos’, “pueblo”), produce la kachistocracia. Así es como entiendo a los millones de estadounidenses que votaron por el actual presidente y que se entusiasman con él, a sabiendas de sus problemas legales por razones financieras y sexuales, y de que él estuvo en el origen del asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021. Saben perfectamente que miente, insulta, quebranta el derecho internacional, avanza reivindicaciones sobre tierras ajenas y, sin embargo, lo aman. ¡De hecho, les encanta por esta misma razón! Las peores cualidades humanas hoy en día son bienvenidas y exitosas entre los egos pronunciados, populistas… adolescentes. Es un hecho, así funcionan las cosas en el mundo hoy en día, y no sólo en política.
2.- Ante lo peor de los hombres, el segundo paso es defenderse. En este sentido, existe también la defensa personal. La autodefensa se llama estudio, reflexión, meditación, silencio,…, esas prácticas que nutren la conciencia moral y la protegen del odio y la estupidez.
3.- Finalmente, queda la tercera tarea, que introduzco con esta frase de Hannah Arendt: “Hoy en día es raro encontrar personas que crean poseer la verdad; en cambio, nos comparamos constantemente con aquellos que están seguros de tener razón”.
Los peores hombres se caracterizan por ese fanatismo egocéntrico que consiste en despreciar la verdad y querer tener siempre la razón, ya sea como individuos o como exponentes de una ideología.
La diferencia entre “verdad” y “tener razón” es clara: la verdad se refiere a un orden objetivo que la mente debe reconocer y respetar (aunque no le guste), mientras que tener razón se basa en la fuerza (física, cultural o polémica) que silencia y obliga a decir: “Tienes razón”. El fundamento de la democracia es el servicio de la verdad sin querer tener razón a toda costa, es la duda y el diálogo que sigue.
Es evidente que cuando uno presenta una tesis cree tener razón, de lo contrario permanecería en silencio. Pero quien ama la verdad sabe distanciarse de sus propias tesis abriéndose al diálogo y mirando a la cara la realidad incluso cuando resulta incómoda. ¿Quién no querría invertir más en escuelas y hospitales? Pero hoy debemos defendernos de aquellos que desprecian la democracia, el estado de derecho, los derechos humanos, las minorías, es decir, de los líderes mundiales mencionados anteriormente y otros.
En este presente complicado en el que aflora lo peor, hay tres tareas. La primera es cognitiva y consiste en reconocerlos. La segunda es de carácter operativo y consiste en defenderse personalmente y como comunidad. La tercera es introspectiva y consiste en descubrir el potencial Donald Trump o Vladimir Putin o… que hay en nosotros y reeducarlo.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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