miércoles, 12 de marzo de 2025

¿Sería posible un Código Camaldoli en Europa?

¿Sería posible un Código Camaldoli en Europa? 

Del 18 al 24 de julio de 1943, en el Monasterio de Camaldoli (Italia), en vísperas de la caída del fascismo, expertos de diversas disciplinas fueron convocados, de manera confidencial, por el Secretario General de los Graduados Católicos y director del ICAS, Vittorino Veronese, para preparar una breve contribución escrita para abordar los problemas sociales y económicos de la reconstrucción del país, entonces ya convencidos de la inminencia del fin del conflicto mundial y del futuro político que seguiría. Sin embargo, se trataba de acontecimientos culturales que se repetían y que reunían sobre todo a las jóvenes generaciones de intelectuales -las llamadas 'Semanas de Estudio'-. 

En realidad se trataba de un borrador de 76 "declaraciones provisionales" porque, también debido a los acontecimientos bélicos, el documento, actualizado e integrado por otros expertos en ciencias sociales, jurídicas y económicas, organizados en "diversos comités editoriales", fue publicado en 1945. 

Estos encuentros surgieron de la constatación de que, después de la experiencia de la dictadura, era necesario preparar el terreno social, cultural y jurídico para un nuevo Estado, fundado en la libre participación de los ciudadanos en la vida democrática. 

Pero también en una nueva forma de entender la economía, reconociendo la función social de la propiedad privada y la intervención directa del Estado en sectores donde habrían sido necesarias intervenciones públicas. Es decir, no sólo se debatían los límites de la intervención del Estado, según una concepción liberal, sino que también se estaba delineando un Estado promotor de la justicia social, según consideraciones cada vez más actuales. 

Así, el marco histórico en el que se desarrollan los nuevos principios es extremadamente difícil, marcado por las duras restricciones impuestas por el régimen y el conflicto armado en curso (incluida la ocupación alemana). Sin embargo, los ideales de la democracia y la defensa de los derechos humanos, nunca latentes, vuelven a primer plano y se comienza (¡por fin!) a imaginar un nuevo orden social, profundamente diferente al que se tenía hasta entonces. 

El Código Camaldoli, me parece, constituye todavía hoy, como entonces, un puente entre la cultura católica y las demás culturas protagonistas de la vida social, para poder dialogar, incluso en el presente, sobre las estructuras fundamentales de la vida civil, a través de la promoción de acciones que tutelen eficazmente los derechos de las personas, especialmente si son frágiles. Incluso en el contexto actual de reivindicación de la autodeterminación del sujeto en todos los ámbitos, en el debate necesario, parece útil partir de raíces profundas y definidas, cortando, si acaso, las ramas que se han vuelto pesadas o infructuosas. 

Los protagonistas del Código Camaldoli supieron trasladar al lenguaje científico de la disciplina a ellos confiada elementos importantes de la doctrina social de la Iglesia, testimoniando la vitalidad y actualidad de las enseñanzas de una historia secular, muy consciente del valor de la laicidad del Estado que debe estar abierto a todas las instancias. 

Que quede claro que el contexto institucional y estatal en el que se aplicaron los principios sociales, aunque con una continua referencia a ellos, impuso a los estudiosos tanto una gran libertad de pensamiento como una lúcida capacidad de "elaboración científica". Estos últimos elementos dieron sus frutos al traducirse después en actos jurídicos. 

El Código Camaldoli se compone de siete secciones, con una introducción, una presentación y un epílogo (99 párrafos en total): I. El Estado – II. La familia – III. Educación – IV. Trabajo – V. Destino y propiedad de los bienes materiales: producción e intercambio – VI. Actividad económica pública – VII. Vida internacional. 

Los compiladores advierten que "no pretenden ofrecer un conjunto de fórmulas apodícticas y un cuerpo definido de doctrina", sino "una orientación... ante la complejidad y dificultad de los problemas que una realidad en evolución radical propone continuamente" y por ello esperan una confrontación, con críticas y propuestas. 

El Código Camaldoli parte de una premisa “fuerte” que indica el fundamento espiritual de la vida social, en una comunidad ahora perdida y prisionera de la lógica de la conquista y el poder. 

Este es el punto donde el discurso de los expertos marca una ruptura con el pasado para volver a hablar de dignidad humana, es decir, de un mundo digno del hombre (humillado por la persecución racial y el estatismo), fundado en la justicia, pero también en la caridad hacia el prójimo, en un contexto nacional e internacional. 

La sangrienta lucha por la liberación del nazismo, que se intensificó después del 8 de septiembre de 1943, fortaleció estos ideales y los convirtió en un patrimonio común. 

Las propuestas desarrolladas en el Código Camaldoli tienen ciertamente sus raíces en la inmensa tragedia de la Segunda Guerra Mundial, que dejó en claro a la gente cómo ciertas ideologías de principios del siglo XX se habían materializado en destrucción, violencia y muerte, porque la persona humana había desaparecido de las visiones del totalitarismo. 

En el Código Camaldoli emergen nuevamente los valores de la persona humana, de los grupos intermedios, de la representación democrática, de la tolerancia, de la libertad. Estos valores están establecidos, como una advertencia perenne, en las cartas constitucionales de numerosos países involucrados en el conflicto mundial. 

El Estado, según los autores, vive en la sociedad civil y no puede sustituirla (como ocurre todavía hoy en los regímenes totalitarios). De ahí proviene la savia vital para que los derechos fundamentales proclamados se hagan verdaderamente efectivos, según las necesidades y condiciones históricas, en equilibrio con las necesidades comunes. 

El Código Camaldoli es un manifiesto de libertad responsable, que conjuga brillantemente los derechos y deberes de las personas con la vida del Estado, llamado a dialogar constantemente con sus ciudadanos. Sus autores, aunque de inspiración católica, fueron auténticos laicos que supieron relacionarse leal y abiertamente con sus interlocutores de otras inspiraciones (liberal, republicana, socialista y comunista). 

De gran importancia es el hecho de que la política renace del seno de la cultura (los invitados debían actualizarse constantemente porque "las habilidades no se improvisan"), mientras que uno de los problemas actuales es el divorcio entre política y cultura, dando como resultado una política cotidiana superficial, a veces ignorante y con pocas visiones. 

Por supuesto, todo el Código está antítesis del fascismo. En una carta del 10 de octubre de 1943, De Gasperi, después de haber examinado los borradores del Código, afirmó inequívocamente que el antifascismo debía ser, especialmente hacia los jóvenes, un prejuicio reconstructivo y ético. 

Si el fascismo había aniquilado la persona, subordinándola totalmente al Estado, el Código Camaldoli coloca en el centro la dignidad de la persona humana con sus derechos inalienables. El Código expresa el Personalismo Católico, centrado en la relacionalidad de la persona individual (el hombre es un ser esencialmente sociable), el Yo y el Nosotros que están inseparablemente conectados: el individuo y la comunidad. La finalidad del Estado es pues la promoción del bien común. El Estado debe promover la justicia social y condiciones de igualdad sustancial. El problema es muy actual en una sociedad donde las desigualdades sociales aumentan dramáticamente. Es necesaria una atención constante hacia los sectores más frágiles de la población. 

La tarea primordial del Estado debe ser: “a) dejar a todas las fuerzas y actividades que componen el mundo social la libertad en su vida, es decir, la posibilidad de desarrollarse según las leyes de su propia naturaleza; b) mantener, para que esta libertad pueda expresarse, la más exacta igualdad de los individuos, de las familias y de los grupos ante la ley; es decir, impedir el establecimiento y mantenimiento de privilegios positivos o negativos en favor de unos y en detrimento de otros”. Se trata de una forma de subsidiariedad. 

Otro principio fundamental del Código Camaldoli es la paz y la búsqueda de un orden internacional basado no en la fuerza, sino en la colaboración entre los pueblos y en la transferencia de parte de la soberanía estatal a órganos supranacionales. 

En este horizonte de humanismo es emblemática un oportuno apunte sobre palabras y acciones, sobre el discurso y vida. La opción del Código Calmadoli está del lado del hacer, de la acción, no de la irresponsabilidad y la comodidad mental de quien se queda mirando. Desde esta perspectiva el Código Calmadoli aparece como un manifiesto contra la pereza y la indiferencia. La vida no debe ser un peso para muchos y una fiesta para algunos, sino una tarea para todos de la que cada uno será responsable. Así, algunas de las palabras clave del Código Camaldoli son: comunidad, cultura, antifascismo, persona, bien común, justicia social, igualdad, subsidiariedad, paz, sociedad internacional y acción. 

En algunos aspectos, el Código Camaldoli se revela extraordinariamente actual si se lo sitúa en la realidad de nuestro mundo en general y de Europa en particular. Y, como tal, debería ser leído y estudiado en una clave actual porque, con palabras de Winston Churchill, “cuanto más atrás puedas mirar, más lejos podrás mirar hacia adelante”. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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