lunes, 10 de marzo de 2025

En el principio es la palabra…, …en el comienzo es el silencio.

En el principio es la palabra… 

En muchas cosmogonías, la palabra es “origen”. La palabra está “en el origen”. 

En la narración del Evangelio según San Juan, Cristo es preexistente; más bien, es el “logos” por medio del cual y en el cual todo fue hecho (“πάντα δι’ αὐτοῦ ἐγένετο, καὶ χωρὶς αὐτοῦ ἐγένετο οὐδὲ ἕν”; Jn 1,3). 

Así en el Tanaj o Mikrá: con la “palabra” Elohim hace que todo exista (“εἶπεν ὁ θεός γενηθήτω φῶς καὶ ἐγένετο φῶς”; Gn 113). 

Según los Vedas y los Upanishads, el sonido Ohm es el origen de todo: en él todo existe, todo se origina y todo se entiende (cf. Māṇḍūkya Upaniṣad). 

En el Libro para salir de día (más correctamente “Principio de las fórmulas para salir de día”, más tarde conocido como “Libro de los muertos”), la tradición egipcia asigna a Rê (también conocido como Ra) la creación de sí mismo ya que él se dio los nombres que especifican su esencia y poder (Ra es Creador de sí mismo, es Mañana, es Alma…). 

En la antropología religiosa surge claramente que existe una estrecha relación entre palabra y divinidad. Así pues, si el hombre conoce el nombre de su Dios, lo posee, y al poseerlo, se posee a sí mismo y posee todas las cosas. 

…en el comienzo es el silencio 

El lenguaje, las palabras y las historias están estrechamente ligados a la capacidad simbólico-religiosa del hombre, así como a la civilización. Historia, palabra, culto y religiosidad se confunden. 

Pero en el acontecimiento pascual la palabra pronunciada permanece casi incomprensible (en la tarde de la cena ¿qué podría significar “haced esto en memoria mía”?). 

La palabra del Resucitado sorprende y casi deja perplejo (“la paz esté con vosotros”). 

La palabra no pronunciada del segundo día .la hora de la muerte y de la sepultura- arroja luz sobre lo que se ha dicho antes y lo que se dirá después. 

El acontecimiento sin palabras, el silencio radical, fuente de la «nada» (puesto que Cristo reduce todo a la nada; cf. 1 Co 1,28; 2,6; 15,24), comienza a «decirlo todo en sí», es más, a «recapitularlo» (cf. Ef 1,10). 

En el segundo día del Triduo Pascual, los cristianos recordamos que todo comienza desde el silencio profundo; de la palabra-no-palabra. 

El silencio es lo que precede a la palabra, es lo que permite que el sonido, la palabra, sea tal. 

El silencio no es la ausencia de palabras. Es aquello que no se puede decir pero sin lo cual nada puede decirse. 

El «ser» inicial de Dios (antes de su «ex-istere»), así como su dolor, su sufrimiento, su radicalidad, no se pueden describir (y en este sentido son pre-existentes). 

El silencio es y permanece antes de toda palabra. 

Lo indecible sigue siendo indecible: no cerrado, sino en silencio. 

Y aun así, lleno de tensión, de fuerza, de energía, de ansiedad generativa. 

Desde este silencio se puede decir cada palabra, toda palabra puede tener sentido. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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