sábado, 15 de marzo de 2025

La "Ventana de Overton" (y el boom de las derechas nacionalistas).

La "Ventana de Overton" (y el boom de las derechas nacionalistas) 

Joseph Overton fue un sociólogo estadounidense. Murió joven, a los 43 años. En 2003 se estrelló a bordo del ultraligero que pilotaba, en circunstancias que no están del todo claras. 

Alcanzó cierta notoriedad póstuma por su teoría de ingeniería social, acertadamente llamada “La ventana de Overton”. En sus estudios intentó explicar los mecanismos de persuasión y manipulación de las masas, en particular cómo una idea puede pasar de ser completamente inaceptable para la sociedad a ser aceptada pacíficamente y finalmente legalizada. 

Se trata de técnicas refinadas que los expertos en publicidad y marketing conocen bien y que cada vez más se aplican a escala global por los think tanks económicos y políticos para influir en la forma de pensar y en las inclinaciones de la opinión pública. 

En último término, es el patrón típico de las dictaduras. De hecho, uno a menudo se pregunta, en retrospectiva, cómo poblaciones enteras, no solo y no siempre como resultado de una presión violenta, pudieron en un momento determinado encontrarse pensando exactamente de la misma manera y compartiendo con serenidad estilos de vida que antes eran inimaginables, solo para encontrarse finalmente encerrados en una cueva prisión, como en el cuento del Flautista de Hamelín. 

Sin embargo, sucedió y sucede. De hecho, en la era de Internet y de la inteligencia artificial -que estaba apenas en sus inicios en la época de Joseph Overton- se han abierto nuevos horizontes ilimitados, en los que parecen materializarse escenarios dignos de las novelas distópicas de George Orwell y Robert Hugh Benson, dominados por grandes hermanos invisibles y amos del mundo. 

Que quede claro que Joseph Overton no era un moralista ni un firme defensor de principios no negociables en las fronteras de la lucha contra el relativismo ético. Tampoco puede contarse entre los defensores de las tesis "libertarias" según las cuales, puesto que no existe ninguna ley natural, al individuo le está permitido todo con respecto a sí mismo y todo puede llegar a ser permisible. 

Simplemente Joseph Overton estudia el camino y las etapas a través de las cuales cada idea, por absurda y extraña que sea, puede encontrar su propia “ventana” de oportunidad. Cualquier idea, si se canaliza hábil y progresivamente a través de los medios de comunicación y del circuito de la opinión pública, puede llegar a formar parte de la corriente dominante, es decir, del pensamiento generalizado y dominante. 

Comportamientos que ayer eran inaceptables hoy pueden considerarse normales, serán alentados mañana y se convertirán en la regla al día siguiente, todo ello sin ninguna fuerza aparente. 

Según Joseph Overton, esta progresión está marcada por una secuencia precisa que puede resumirse en las siguientes fases. 

1.- Impensable: Es el momento en el que se abre la “ventana”. La idea y los comportamientos asociados son impresentables, despiertan repulsión general y están prohibidos. Pero la gente está empezando a hablar de ello… y, sin que nadie se dé cuenta, la gente está hablando de ello cada vez más. La palabra se ha extendido y la idea está lista para el siguiente paso. 

2.- Prohibición, pero con algunas excepciones: En este punto se abre el debate. La “ventana” queda confinada en el ámbito de las transgresiones no permitidas. Sin embargo… no se puede generalizar. En algunos casos es necesario considerar las motivaciones y la idea, por extrema, radical e inapropiada que sea, puede encontrar espacio, al menos a nivel de provocación. 

3.- Aceptable: “Yo nunca lo haría, pero ¿por qué impedirlo a otros?” Incluso con las distinciones necesarias, la “ventana” entra en la esfera de lo socialmente relevante. Expertos de diversos tipos participan en programas de entrevistas en los medios de comunicación, en las redes sociales,… La opinión pública suspende el juicio y se orienta hacia posiciones más “suaves” y aparentemente neutrales. 

4.- Razonable: A estas alturas la idea ya ha perdido casi por completo su carga subversiva inicial. "No hay nada malo en eso". Es más que comprensible, normal, absolutamente normal… de hecho necesario, “hay que crear las condiciones para que…”. 

5.- Difuso: La “ventana”, habiendo alcanzado una nueva etapa, está reuniendo un creciente consenso político y al mismo tiempo puede incrementar el consenso para la política. Actualmente representa un sentimiento común ampliamente compartido, que se refleja en la cultura popular (testimonios, cantantes, actores, programas de televisión, influencers, etc.). 

6.- Legal: La idea está oficialmente aceptada en el sistema jurídico estatal. El objetivo está cumplido. 

La historia está llena de ejemplos en los que la impensabilidad / radicalidad de ciertas ideas (pensemos en el Holocausto, por citar el ejemplo más elocuente) fue inicialmente oscurecida por la adopción de una estrategia gradual, que aplicando la discriminación contra los judíos y otras categorías consideradas impuras poco a poco, empezando por la exhibición de símbolos distintivos como la "Estrella de David", e intensificando las persecuciones año tras año, hizo que los ciudadanos europeos aceptaran pasivamente la utilidad de un genocidio con cámaras de gas y una guerra mundial sin protestas, huelgas de masas ni insurrecciones populares. 

Se podrían citar docenas, cientos de ejemplos similares. Las “guerras de paz”, por ejemplo. En apenas unos años, hemos pasado de tener reglas precisas para declarar la guerra a países dispuestos a atacar a estados soberanos escudándose en falsos ideales (pensemos en las guerras “justificadas” por la farsa de Powell falsa y mentirosa de que el enemigo tenía “armas de destrucción masiva”). De ahí a vender, o mejor dicho, regalar, armas y armamento a países en guerra había un corto paso. Y hoy lo que hasta hace unos años se consideraba impensable ya no impresiona a nadie. 

Al recorrer la actualidad, uno se da cuenta de hasta qué punto este proceso de "abrir ventanas de ideas" favorece exclusivamente el inevitable avance de la derecha, contra la cual la izquierda global es incapaz de producir ninguna forma alternativa de pensamiento. Si consideramos Oriente Medio, la imagen de la Riviera de Gaza propuesta por Donald Trump juega exactamente en este terreno: ya ha pasado por numerosas etapas imperceptibles que la opinión pública solo ha percibido parcialmente: la legitimación de las conquistas territoriales de 1967 (Jerusalén, los Altos del Golán, la Zona C de Cisjordania) desafiando las resoluciones de la ONU y el derecho internacional durante su primer mandato presidencial, el "plan de paz del siglo" que solo era paz en el título, para preparar el terreno para las propuestas presentadas en el segundo mandato de Donald Trump, las de limpieza étnica en la Franja. 

Si Donald Trump todavía es percibido como una figura “radical” en Europa es porque se ha establecido una especie de disonancia cognitiva entre Europa y Estados Unidos, por la cual lo que se ha vuelto aceptable en el exterior –y no sólo admisible, sino, según el modelo de Joseph Overton, ahora legalizado por la asunción de un cargo presidencial– afortunadamente todavía no lo es en el Viejo Continente, donde tal vez esta transición se está produciendo más lentamente. 

Sin embargo, no debemos centrarnos solo en Israel y Donald Trump, porque el mundo actual está lleno de ejemplos: la Rusia de Vladmir Putin, por ejemplo, a través de los fondos otorgados a partidos "hermanos" ahora ubicados indistintamente en la extrema derecha y la extrema izquierda, ha logrado gradualmente transmitir el mensaje de que el shock de la agresión territorial unilateral contra Ucrania en febrero de 2022 puede transformarse, a pesar de los hechos y las 190 mil muertes entre los dos bandos, en una justificada y noble guerra de defensa de la dignidad del pueblo ruso, hipotéticamente humillado por la OTAN liderada por Joe Biden y, por lo tanto, por todo Occidente, dentro de una concepción del mundo estructuralmente dividido en esferas de influencia intangibles pero perpetuas, cuyas líneas de demarcación deben aceptarse como placas tectónicas y no como el producto de opciones y orientaciones políticas constantemente cambiantes. 

Hay docenas, cientos de ejemplos análogos, incluso similares, que podrían aducirse de cómo este siglo XXI, siguiendo el modelo de Joseph Overton, pero quizás también por la sobreabundancia de noticias falsas propagadas por medios irresponsables o conniventes, nos está llevando a considerar normal la regresión social y cultural a la que nos dirigimos. 

Noam Chomsky, un filósofo anarquista contemporáneo, ya había expresado el llamado “principio de la rana cocida” en términos sociológicos, inspirándose en los resultados de un viejo experimento científico del siglo XIX. 

Si arrojas una rana a un recipiente con agua hirviendo, el anfibio, en cuanto toca el agua, da un salto rapidísimo y casi siempre consigue salir con vida. Si la pones en agua fría y calientas el recipiente muy lentamente hasta que hierva, la rana acaba cocida sin mostrar ningún signo de reacción y sin intentar salir. 

Si observamos lo que ocurre en nuestra sociedad desde hace unas décadas”, afirma Noam Chomsky, “nos damos cuenta de que estamos en una lenta deriva a la que nos vamos acostumbrando. Muchas cosas que nos habrían horrorizado hace 20, 30 o 40 años se han ido banalizando, edulcorando y hoy apenas nos inquietan o dejan a la mayoría de la gente decididamente indiferente. En nombre del progreso y de la ciencia, los peores ataques a las libertades individuales, a la dignidad de la persona, a la integridad de la naturaleza, a la belleza y a la felicidad de vivir, se llevan a cabo lenta e inexorablemente con la constante complicidad de las víctimas, ignorantes o desprevenidas”. 

Al igual que la “rana hervida”, cocinada a la perfección, mientras chapoteaba plácidamente en sus aguas cada vez más cálidas. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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