Sed imitadores míos como yo lo soy de Cristo (1 Co 11,1)
Hay decisiones y opciones que merecen una reflexión sobre su valor 'teológico' porque seguramente hasta representan un modo de ser, de interpretar y de vivir, por ejemplo, el servicio del papado. Una lectura de la apariencia o de la superficie no deja de ser una lectura curiosa y que seguramente también suscita algún interés. Pero también se puede hacer una profunda y reflexiva, incluso teológica, aunque, por supuesto, yo no soy intérprete autorizado del Papa Francisco.
Francisco es el primer Papa que es hijo del Concilio Vaticano II
Este primer aspecto pone en primer plano poner un horizonte determinado. Después de cuatro papas «padres del Concilio» (Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II y Benedicto XVI), Francisco es el primer Papa que no estuvo en el Concilio, ni como obispo ni como experto. Hay en el Papa Francisco un verdadero sentido conciliar que seguramente no hubiera posible sin aquellos Papas que, de una o de otra manera, habían sido autores y/o protagonistas del Concilio Vaticano II. Y el Papa Francisco se ha identificado con esa labor hermenéutica, libre y serena, consciente y atrevida, del hijo del Concilio Vaticano II después del paso del tiempo. De esto es capaz el Espíritu Santo a través de la historia, con el paso de las generaciones, introduciendo y proponiendo una lectura conciliar autorizada que se ha traducido, por ejemplo, en la clave y dimensión de la sinodalidad.
Francisco es el primer Papa que reside fuera del Palacio Apostólico
Tal vez éste sea uno de los primeros gestos simbólicos del Papa Francisco: el de no residir en el lugar en el que habitualmente realiza buena parte de su ministerio. De este modo daba inicio a una laboriosa y lenta redefinición de la figura misma del «Obispo de Roma», empezando por la «salida» del Palacio Apostólico. Una Iglesia en movimiento, que sale y peregrina, no es sólo un eslogan feliz sino también una forma de entender la función del ministerio empezando por despojarse de las formas tradicionales y de los lugares habituales de 'residencia'. El lugar no es indiferente y esa reforma simbólica merece atención.
Francisco es el primer Papa americano
Con el Papa Francisco hemos podido comprobar hasta qué
punto la cultura americana es diferente de la cultura europea. El hecho de que
la Iglesia católica haya experimentado, desde el Concilio Vaticano II, que es
una Iglesia 'en 5 continentes' ha acentuado enormemente la sensibilidad hacia
una necesaria inculturación de la fe, del culto, de la forma jurídica y de las
formas de vida eclesial. Aunque se trata de un fenómeno lento y gradual, se ha
observado una aceleración asombrosa por el simple hecho de que el Papa
Francisco lee e interpreta su ministerio a través de una cultura distinta de la
europea. Se trata de un acontecimiento teológico de primera magnitud. En
realidad, su forma de entender el mundo y la tradición está marcada por una
tierra que dista 10.000 km de Roma. Un hecho que innova profundamente la
tradición del papado.
Francisco es el primer Papa jesuita
Otra novedad es el carácter «religioso» del Papa Francisco: el primer jesuita que llega a ser Papa. Este hecho aporta a su ministerio un rasgo de novedad ligado al modo de pensar, orar, ejercer el ministerio según la tradición religiosa ignaciana. Es muy interesante descubrir cómo, teológicamente, la primacía de la misericordia, que es ciertamente un rasgo cualificador de su ministerio, ha estado mediada por una línea de interpretación de la misericordia, tanto en gestos como en palabras, que nace de la contemplación inmediata, pura y simple, del Jesús de los Evangelios.
Son cuatro breves notas, en relación unas con otras, no absolutas, y tampoco excluyentes de otras notas más que permiten leer e interpretar el servicio del Papa Francisco como un acontecimiento que puede ser muy interesante estudiar a un nivel teológico.
Quiero finalizar con una nota que hasta puede ser una clave de todo lo anterior. Un Papa, que ha decidido llamarse Francisco, no deja indiferente. Nunca había ocurrido en la historia del papado. Y esta elección es significativa por estar cargada de significado. En primer lugar, quizá puede ser una señal: la pobreza de la que fue testigo el santo de Asís vuelve a ocupar la atención de la Iglesia, después de escándalos y otras cosas que no merece la pena mencionar. Y también, el encuentro y el diálogo. No sólo con el centro sino también con las periferias geográficas y existenciales, con los márgenes y con los cruces de los caminos. La complejidad y la dificultad de los acontecimientos de nuestro tiempo reclaman un servicio animado por sentimientos de intensa y profunda humanidad.
Es ejemplar la actitud del Apóstol San Pablo. Aquella actitud que no busca el propio provecho: "procuro contentar en todo a todos, no buscando mi propia ventaja, sino la de la mayoría, para que se salven" (1 Cor 10,33). Esta actitud es digna de imitación porque es un reflejo de la vida de Cristo. San Pablo dice de sí mismo: "me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles; me he hecho todo con todos, para ganar, sea como sea, a algunos" (1 Cor 9,22). Por eso, San Pablo llegará a afirmar: "os ruego que seáis imitadores míos" (1 Cor 4,16).
El Papa Francisco, a su modo, también ha dado y está dando ejemplo aunque seguramente él no se considere a sí mismo un modelo de cómo interpretar, realizar, vivir… un servicio y un ministerio en nombre del Buen Pastor.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
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