viernes, 7 de marzo de 2025

Una invitación a cambiar de rumbo en todos los frentes.

Una invitación a cambiar de rumbo en todos los frentes 

¿Cuál fue la culpa de los dieciocho que murieron cuando se derrumbó la torre de Siloé? Y aquellos afectados por un terremoto, un acto terrorista o una enfermedad, ¿son acaso castigados por Dios? La respuesta de Jesús es clara: no es Dios quien hace caer torres o aviones, no es la mano de Dios la que planea desgracias. 

Recordemos el episodio del “hombre que nació ciego”: ¿quién pecó, él o sus padres, para que naciera así? Jesús inmediatamente destierra esta visión: ni a él ni a sus padres. El pecado no es el pivote de la historia, el eje alrededor del cual gira el mundo. Dios no desperdicia su eternidad y poder en castigos, lucha con nosotros contra todo mal, es mano viva que reinicia la vida. De hecho añade: Si no os arrepentís, todos pereceréis. 

La conversión es la inversión del rumbo del barco que, si continúa como está, se dirigirá derecho hacia las rocas. No tiene sentido contar lo bueno y lo malo, hay que reconocer que el mundo entero debe cambiar de dirección: en las relaciones, en la política, en la economía, en la ecología, en... Nunca antes hemos sentido tan actual esta llamada de Jesús al corazón. Nunca antes hemos comprendido que todo en la creación está íntimamente relacionado: si hay millones de pobres sin dignidad ni educación, el mundo entero se verá privado de su contribución. Si la naturaleza se envenena, la humanidad también muere. La extinción de una especie equivale a la mutilación de todas. 

Convertíos al cumplimiento de la ley: “amarás”. Amaos los unos a los otros, de lo contrario os destruiréis mutuamente. 

El Evangelio está todo aquí. Resumido. Mejor aún, concentrado. La gravedad de estas palabras tiene como contrapunto la confianza de la pequeña parábola de la higuera estéril: el dueño está cansado, exige fruto, hará cortar el árbol. En cambio, el agricultor sabio, con el corazón puesto en el futuro, dice: “un año más de cuidados y probaremos el fruto”. 

Otro año más, otro sol, más lluvia y más cuidados porque este árbol, que soy yo, sea bueno y dé frutos. Dios campesino, inclinado sobre mí, confiado jardinero de este pequeño jardín en el que ha sembrado tanto para cultivar tan poco. Aun así, continúa enviando gérmenes vitales: sol, lluvia, confianza. Él cree en mí incluso antes de que yo diga que sí. 

Su finalidad es trabajar para que la vida florezca: la fruta del próximo verano vale más que tres años de esterilidad. Y entonces se inician procesos, se inician caminos, nos da un avance de confianza. Y no puedes saber cuánta exposición al sol de Dios necesitará una criatura para alcanzar la armonía y el florecimiento en su vida. Así que ten fe, sé comprensivo con cada uno, sé compasivo y misericordioso con todos, perdona a todos y también a ti mismo. 

La primavera no se deja desanimar, ni la Pascua se rinde. La confianza es una vela que impulsa la historia. Y ya verás, lo que tarda, llegará. 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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