martes, 15 de abril de 2025

Anástasis.

Anástasis 

Hoy, Sábado Santo, la Iglesia está en silencio. Sin embargo, es un silencio pleno, un silencio de espera. Un silencio que nos abre a la contemplación, y en esto, la antigua iconografía de Oriente puede ayudarnos mucho. 

El icono que te propongo es el de la tradición de la Anástasis, es decir, de la resurrección. Por ejemplo, este icono: https://www.meisterdrucke.es/impresion-art%C3%ADstica/School-Russian/1117011/La-Resurrecci%C3%B3n-y-El-Descenso-al-Infierno-%28Anastasis%29.html   

Curiosamente, para el ojo occidental, la principal iconografía oriental de la resurrección es la del Descenso a los infiernos. Para comprender y comentar esto, ¿qué mejor punto de partida que la antigua “Homilía del Sábado Santo”? 

¿Qué ha sucedido? Hoy en la tierra hay gran silencio, gran silencio y soledad. Gran silencio porque el Rey duerme: la tierra ha quedado atónita y calla porque el Dios hecho carne se ha dormido y ha despertado a los que dormían desde hace siglos. Dios ha muerto en la carne y ha bajado para sacudir el reino de los infiernos. 

Ciertamente, va en busca del primer padre, como la oveja perdida. Quiere bajar a visitar a los que están sentados en las tinieblas y en la sombra de la muerte. Dios y su Hijo van a liberar del sufrimiento a Adán y Eva, que se encuentran en prisión. 

El Señor entró en ellos llevando las armas victoriosas de la cruz. Tan pronto como Adán, el progenitor, lo vio, golpeándose el pecho con asombro, gritó a todos y dijo: «Sea con todos mi Señor». Y Cristo, respondiendo, dijo a Adán: «Y con tu espíritu». Y, tomándolo de la mano, lo sacudió, diciendo: «Despierta, tú que duermes, y resucita de entre los muertos, y Cristo te iluminará». 

La parte principal del icono representa este momento. Cristo, en el centro de una almendra luminosa, desciende victorioso a los infiernos, llevando el triunfo que es la cruz. Bajo sus pies, las puertas del infierno ya rotas (a veces representadas en forma de cruz), la oscuridad y los huesos. Algunas representan la muerte vencida por Cristo, como un hombre atado, bajo sus pies. Cristo toma de la mano a Adán y Eva, y los saca de los sarcófagos. Detrás de Adán y Eva, las huestes de los justos, que esperan la Resurrección. David, Salomón y Juan el Bautista se vislumbran junto a Adán. 

Adán, el progenitor de todos, representa la resurrección concedida a todos. Las palabras Despierta, tú que duermes, y resucita de entre los muertos, y Cristo te iluminará son citadas por San Pablo en Efesios 5,14, que probablemente cita un himno muy antiguo de la Iglesia primitiva, quizás en un contexto bautismal. 

En el nivel inferior, se muestra la planta baja. La primera escena, a la izquierda, las mujeres que esperan y miran la tumba. La segunda escena, a la derecha, las mujeres que llegan a la tumba, el ángel que se le aparece y, en la esquina, el sudario y las vestiduras. 

Al detenerme ante el icono y el misterio, reflexiono sobre mí mismo. 

  • ¿Dónde todavía necesito escuchar: Despierta, tú que duermes, y resucita de entre los muertos, y Cristo te iluminará? ¿Qué rincones de oscuridad quedan en mi vida? ¿Qué tumbas sigo ocultando, casi con miedo de que el Señor irrumpa? 
  • Jesús desciende victorioso gracias a la cruz, gracias a la elección de amar hasta el fondo. ¿Dónde, a través del amor, la caridad, yo también me descubro victorioso resucitado? 
  • ¿Dónde estoy, como las mujeres ante la tumba el Sábado Santo, todavía esperando? ¿Dónde vivo como ignorante del triunfo de Cristo sobre la muerte? 
  • ¿Dónde, como las mujeres el primer día de la semana al amanecer, me encuentro viendo el sudario, las vestiduras, la tumba vacía? ¿Qué señales encuentro en mi vida del paso de Cristo resucitado? 
  • ¿Quiénes son para mí los verdaderos ángeles que anuncian en mi vida la resurrección del Señor? 

Dejo que la reflexión se convierta en conversación con el Señor. ¿Qué siento que el Señor trata de decirme en lo más profundo de mi corazón? ¿Qué me gustaría decirle por mi parte? ¿Qué peticiones de gracia, de perdón? ¿Qué palabras de alabanza y de agradecimiento? 

Luego me detengo, en silencio, ante el icono, y mejor ante el mismo Señor en el misterio que contemplo. Dejo que los pensamientos, las palabras, se conviertan ahora en oración de presencia, que las palabras no pueden expresar. 

Quizás también te pueda ayudar la secuencia del Evangelio Victimae paschali laudes: https://www.youtube.com/watch?v=XxgDAtLcIyg 

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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