Cuando el amor es verdadero…
Cuando el amor es verdadero, el otro es siempre reconocido como un don que hay que acoger y custodiar con gratitud y cuidado.
Cuando el amor es verdadero, el otro nunca es reducido a objeto, sino a persona ante la cual hay que estar con respeto y atención.
Cuando el amor es verdadero, nunca teme dar el primer paso.
Cuando el amor es verdadero, no teme asumir la condición de ser amado.
Cuando el amor es verdadero, no teme ser acogido.
Cuando el amor es verdadero, se hace compañía a quien sufre soledad.
Cuando el amor es verdadero, se hace apoyo a quien vacila.
Cuando el amor es verdadero, se hace perdón a quien nos ha ofendido.
Cuando el amor es verdadero, se comparte el camino con quien nos pide recorrer un tramo de camino juntos.
Cuando el amor es verdadero, se respeta la diferencia del otro.
Cuando el amor es verdadero, se muestra ternura hacia quien nos muestra rigidez.
Cuando el amor es verdadero, se presta atención a quien pide ayuda.
Cuando el amor es verdadero, se muestra interés por quien nos tiende una mano.
Cuando el amor es verdadero, se muestra capacidad para captar la demanda no expresada que a veces aflora en el rostro antes que en los labios.
Cuando el amor es verdadero, se hace disponible para sentir lo que siente el otro.
Cuando el amor es verdadero, se hace disponible para salvar siempre y en cualquier caso a la persona y no sacrificarla a una supuesta verdad abstracta.
Cuando el amor es verdadero, se expresa como la capacidad de hacer frente a lo inesperado llegando a revisar incluso su propio programa de compromisos.
Cuando el amor es verdadero, se conjuga como la disponibilidad para llevar el peso del otro, sabiendo que a veces el otro mismo puede convertirse en una carga.
Cuando el amor es verdadero, nunca pone en peligro la vida del otro para salvar la propia.
Cuando el amor es verdadero, nunca pone el prejuicio de que para dar hay que tener.
Cuando el amor es verdadero, también está dispuesto a sufrir para no romper el vínculo en los momentos en que la soledad o nuestra vulnerabilidad se manifiestan con mayor evidencia.
Cuando el amor es verdadero, vuelve a anudar pacientemente los hilos cuando los vínculos pueden estar en riesgo.
Cuando el amor es verdadero, se expresa como la capacidad de esperar, de no alargar el paso cuando el otro no es capaz de sostener el nuestro, de sentarse con el otro al borde del camino esperando que vuelva el aliento y las ganas de retomar el camino.
Cuando el amor es verdadero, adquiere un rostro solo a partir de la relación que mantiene. El Padre, de hecho, no tiene nombre. El suyo es un nombre de relación: es Padre porque tiene un Hijo.
Cuando el amor es verdadero, se expresa en la alegría del encuentro, sin dar nunca la espalda, incluso cuando el hombre debería hacerlo. Un Dios que desde el cuarto alto de su casa escruta el horizonte para captar su regreso. Según este amor, el mismo día de la separación se convierte en el de la promesa de que por ningún motivo abandonaría al hombre.
Cuando el amor es verdadero, no conoce ni la venganza ni el ajuste de cuentas, sino solo la alegría del abrazo y la fiesta.
P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF
No hay comentarios:
Publicar un comentario